Discusión en torno al “mito” y el “alma
popular” entre Mariano Iberico y José Carlos Mariátegui
Por
Carlos Reyes Álvarez
Primero anotemos
que una de las fuentes de esta polémica son los escritos de Mariano Iberico
sobre el alma popular y el mito en su libro “El sentimiento de la vida cósmica”
(1939) y su artículo en “Nueva Revista Peruana” titulado “El mito y la cultura
en América, además, el artículo titulado “El hombre y el mito” de José Carlos
Mariátegui, publicado en “Revista Mundial” (1925) y en “Amauta” (1930)
(recogidos en “El alma matinal”) y de manera alusiva un texto que escribiera
Luis Alberto Sánchez en réplica a una reseña de Iberico, publicado en 1930 en
“Nueva Revista Peruana” (4°edición). También tomamos como referencia un
artículo de David Sobrevilla publicado en su libro “Escritos Mariateguianos”
(2012).
En orden
cronológico, José Carlos Mariátegui escribió primero sobre el mito y el “alma
popular”, no llamado propiamente así por él sino “alma matinal” o “alma
encantada” en su artículo “El hombre y el mito” publicado en la “Revista
Mundial” en 1925. Sucede que, después de haber leído el Amauta un libro de
Oswald Spengler, sobre el ocaso de la civilización de occidente y haberle dado
una interpretación marxista, haya ofrecido la idea de que “occidente” y una de
sus especificaciones económicas, el “capitalismo”, estén en un quiebre total
debido a la falta de un “mito”. El mito con el que despegó, dice Mariátegui,
occidente fue el mito burgués de la “razón” que permitió que exaltara sus ideas
de libertad económica y política y tomara la hegemonía, pero carece de un mito
ahora, la razón, que tiene su máxima expresión en la ciencia - en el
positivismo de la época -, ya no tiene asidero, el autor de la “Escena
Contemporánea” cree que es la causa fundamental por la que occidente, y la
civilización burguesa más propiamente, estén cayendo, desapareciendo,
liquidándose.
Por otro lado,
el Amauta afirma con mucho entusiasmo que los proletarios tienen un mito que
los impulsa a avanzar a través de una fe, de una esperanza, de “un optimismo
del ideal” (citando él a Vasconcelos), es el mito de la revolución penetrado en
el “yo profundo” de los proletarios, convertidos así en el “alma encantada”,
“alma matinal”. Esta es una tesis que recogió de George Sorel.
Más adelante, a
raíz de una publicación de Luis Alberto Sánchez de una conferencia titulada
“Perspectiva sobre lo nacional en nuestra literatura” (N° 3) en 1929 y reseñada
por Iberico, en la que apunta LAS que existe una literatura producida por las
autoridades o élites y una literatura producida por el “pueblo”, a Iberico no
le parece esto exacto y cree, más bien, que “Con esto el pueblo aparece como
una entidad productiva y autónoma, como un factor constante, como una
posibilidad enfrentada a otras posibilidades culturales. Y todo ello más que un
hecho es algo que ‘habría debido ser’. Porque aquí hemos tenido grupos, clases
sociales, individuos pero no ha existido el alma popular, o en todo caso su
existencia ha sido fugaz, transitoria y no permanente como parecen sugerirlo
las tesis de Sánchez…” (p. 424)
En este mismo
número de la revista (n°3) Iberico publica una crónica titulada, “El mito y la
cultura en América” que le valió una respuesta de Luis Alberto Sánchez en el
número siguiente de la revista (n°4) pero ya sin réplica de Mariano, la tituló
“El mito y el alma popular en América” (Mitología del Mito)”. Y acotemos algo,
que Iberico, tras su renuncia al Consejo de Redacción junto a Alberto Ureta y
Alberto Ulloa de la revista “El Mercurio Peruano” (tras el exilió de su
director, Víctor Andrés Belaúnde, y su recusa de que la revista estaba
adquiriendo un matiz de “izquierda” por haberle dedicado en 1927 un homenaje a
la “experiencia rusa”) fundan una revista, la “Nueva Revista Peruana” (en la
que se genera esta discusión), de corta duración, sin embargo, pues se publicó
sólo desde agosto de 1929 a agosto de 1930.
Antes de pasar a
describir la polémica de ambos, creemos que fue un poco “imprudente” la
acotación de Iberico al escrito de Luis Alberto Sánchez pues, claramente, tenía
otro significado y contexto la palabra “pueblo” que utilizó, en cambio el autor
de “El Nuevo Absoluto” manejaba otra, más bien mística y llena de intuición
bergsoniana, y es la que describiremos a partir de su texto “El sentimiento de
la vida cósmica” (1939) y de su artículo de 1929 y, obviamente, no olvidando su
libro poético “Notas sobre el paisaje de la sierra”.
Mientras Luis
Alberto Sánchez se refería a la división de “pueblo” y “élites” en la
producción literaria, Iberico se refería a “pueblo” en el sentido bergsoniano
de ser el que capta las imágenes de la naturaleza y las vive, las penetra
profundamente. Este es el mito propiamente y, sin mito, no hay pueblo diría él.
Por eso anotamos que su crítica estaba fuera de contexto. Él lo explicó mejor
en el artículo que publicó al mismo tiempo en la revista titulado “El mito y la
cultura en América” (n°3). Iberico Rodríguez es, pues, radical en su
planteamiento, puesto que el mito, siendo aquello que nos conecta profundamente
con la naturaleza a través de las imágenes que en ella palpita ya no existe en
el hombre moderno, según él, sino sólo en el primitivo, esto elimina pues a la
concepción de “pueblo”. El autor de “El espacio humano” asevera que la palabra
“pueblo” es sinónimo de “pueblo primitivo”. También allí que asocie la falta de
un “pueblo primitivo” con “cultura”, es decir, la cultura es aquello que
permite mediar al “espíritu” y la “vida” y, al no existir esto, - porque se
supone que el hombre primitivo es el espíritu y la naturaleza la vida - , es
que nuestra cultura no sea “original” desde la llegada de la cultura occidental
y moderna en 1500.
Ya no
reproducimos la contestación de Luis Alberto Sánchez porque creemos que recurre
a la retórica y a los estudios específicos sobre el mito que desvirtúa, sin
duda, el debate. Con esta exposición, es suficiente para poner en claro las
perspectivas sobre lo popular y el mito en los autores citados.
Esto,
rápidamente, lo encaramos con Mariátegui, pues en un escrito de Iberico de 1939
exactamente en el “Sentimiento de la vida cósmica”, asevera que: “…el alma
popular – que es naturaleza y auténtica fidelidad cósmica – ha sido o tiende a
ser disuelta con la acción política, por la formación de partidos y de clases
cuya unidad ya no proviene de esa como filiación metafísica entre los grupos y
la naturaleza, que era el fundamento y el origen del alma popular, sino de la
admisión de una idea o de la sujeción voluntaria o forzada a un interés o una
ambición” (p. 13).
En efecto, la perspectiva mariateguiana es aludida aquí indirectamente – o directamente tal vez -. Como vemos, esta es la afirmación de Iberico de su tesis planteada ya en 1929 en la polémica con Luis Alberto Sánchez.
Otra anotación,
es que el autor de “La Filosofía de Henri Bergson” nació en Cajamarca en 1892 y
realiza, después de haber estado en Lima mucho tiempo y de viajar normalmente
durante sus vacaciones a su tierra natal, una larga estancia en Huancayo como
magistrado en 1934, de allí publica sus “Notas sobre el paisaje de la sierra”,
que al parecer nuestro no estuvo inspirado, como cree Sobrevilla u otros
autores, en los paisajes de Junín, sino en los de Cajamarca. Es decir, su tesis
sobre “el alma popular” proviene de allí, de la sierra, de ese encanto por la
naturaleza, de ese “vivir la imagen en ella misma” como el hombre primitivo. Es
una perspectiva distinta a la de Mariátegui, la de éste es más urbana,
partidaria, política, del “mito” y del “alma popular” (que llamara “alma
matinal”). De igual modo, existió un replanteamiento en la tesis de Iberico,
sobre la referente a que ya no es posible una cultura original o no es posible
volver a conectarse con la naturaleza por la falta del hombre primitivo, que después
él logra ver en el campesino.
Así, concluimos
con la breve exposición de estos dos autores contemporáneos, uno enlistado en
las filas del marxismo y otro apolítico. En sus vidas personales, Iberico trabó
una cierta amistad con José Carlos, en aquellos días en los que acudía a su
casa a charlar (narrado por Sobrevilla), además, recordemos que Iberico publicó
en la editorial “Minerva” de Mariátegui en 1926 su libro “El Nuevo Absoluto” y,
a la vez, escribió y publicó algunos artículos en su revista “Amauta” y, lo
mismo, José Carlos Mariátegui en la revista “El Mercurio Peruano” y “Nueva
Revista Peruana” en el que Iberico era parte del Consejo de Redacción. Ambos
diferían en sus posturas intelectuales, pero hay algo que los acerca, y es, sin
duda, su crítica a la razón instrumental, en Mariátegui por haber sido un
crítico de la explotación del hombre por el hombre y en Mariano Iberico por
haber sido un crítico de la explotación de la naturaleza por el hombre.
Lima, 18/04/14
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