Sunday, May 31, 2020

¡TEMBLOR!... ¡TEMBLOR!..., EN SAN MIGUEL. (Relato) / Víctor Hugo Alvìtez Moncada


¡TEMBLOR!... ¡TEMBLOR!..., EN SAN MIGUEL.
(Relato).

Víctor Hugo Alvìtez Moncada


El temblor de 1970 había quedado bien guardado en la memoria colectiva de muchos sanmiguelinos. La discusión que sostenían algunos parroquianos sobre el particular en cantina de Santitos “Chimba” atraía la atención de algunos vecinos que ocasionalmente pasaban por ahí, arrimándose a escuchar hasta la misma puerta, creyendo que ya se iban a liar a golpes. Pero que habìa pasado si todos habían llegado muy contentos y estaban cantando el ‘Jarro verde’ y la ‘Morenita’ que hacía estremecer las venas de los visitantes.

Benjamín Malca “Bobachón”, vaso lleno y botella de cerveza en manos, alterado por la terquedad de iracundos amigos llegados a la fiesta patronal, a viva voz, espetó:

-         Entonces, porqué crees que la torre de la iglesia no se cayó a pesar del fuerte movimiento de ese año que ha sido uno de los más terribles que hemos sentido y vivido en San Miguel, nunca antes habían sucedido de tal manera.

Como los concurrentes ya estaban ‘picaditos’ y era siempre intención contradecir al sabiondo bibliotecario y enciclopedia andante de Bobachón, continuaron zahiriendo su honor y vastos conocimientos sobre la historia de su pueblo:

-         ¡Ah! Mi abuela contaba que, para la construcción de nuestra iglesia, hacían unos tremendos adobes mezclados con yemas de huevos de aves marinas –igual como construyeron el puente calicanto de allá abajo- y que antes de asentar en las paredes, eran probados lanzándolos desde el ‘redondón’ o cierta altura para ver si resistían y no se rompían.

Benjamín con toda su ilustración, contradijo en el acto:

-         ¡Imbécil! ¡Eres un imbécil, pues!..., -escupiendo varias veces al piso terroso. Yo soy discípulo del maestro Nicolás Saravia Quiroz, el mejor maestro de todos los tiempos. Él nos ha enseñaba en el centro viejo 73 que la iglesia está construida con ciertas técnicas para conservar el equilibrio, precisamente en estos casos de temblorcitos o terremotos. Por eso la torre tiene forma octagonal, o acaso no te das cuenta ¡imbécil!... Eso es precisamente lo que le da toda la estabilidad a nuestra hermosa torre y nunca se va a caer. Se acordarán de mí.

Incrédulos, todos, echaron a reír a carcajadas más que por la sabia lección, por el colerón que le estaban causando al también eximio guitarrista, cantorcito, serenatero y gran amigo Bobachón.

-         ¡Benjamín, tiene toda la razón del mundo!, y lo que dice es totalmente cierto, doy fe de ello –agregó Carlos Vargas-, presente en la vana discusión de amigos Pisadiablos. Cada temblor que habìa en San Miguel, la torre, bailaba sobre su propio eje. ¡Yo lo he visto pue, así nomás no se va a caer, tengan la seguridad cholitos!

Convencidos los beodos y con la sed que apuraba el abre apetito -olvidándose ir almorzar a sus casas- pidieron seis cervezas más, rieron a carcajadas, se abrazaron y siguieron libando por la torre de su iglesia y amistad de toda la vida. Entre tanto, el cantinero que había rehuido tal discusión, aprovechando para almorzar tranquilo, reapareció con un platito blanco de zinc con varios rocotos picados y una talega de panes para que sus clientes vayan menguando el hambre, la cólera y continúen pidiendo.

¡Salud, paisano! ¡Salud, imbécil!..., perdón digo ¡Salud hermano!

 

En San Miguel, también sentimos, sufrimos y vivimos el Terremoto del 31 de mayo de 1970. Hoy hace 50 años de tan triste tragedia. Aquí un breve recuerdo de: ¡MES DE MAYO, RUISEÑOR! / Víctor Hugo Alvìtez “Pisadiablo”



En San Miguel, también sentimos, sufrimos y vivimos el Terremoto del 31 de mayo de 1970. Hoy hace 50 años de tan triste tragedia. Aquí un breve recuerdo de:

¡MES DE MAYO, RUISEÑOR! / Víctor Hugo Alvìtez “Pisadiablo”

 Foto: Hermosa e incólume ciudad de San Miguel de Pallaques. 1972. 
Archivo: Víctor Hugo Alvìtez Moncada.

“Mes de Mayo, ruiseñor”. Díganle a la viejita Adelaida, antes que retorne a Jangalá, mate los cuycitos y gallinas pal almuerzo de mañana 1 de junio, cumpleaños de mi Flaco Julio –acacau- flaquito él a pesar de haberlo limpliado, ordenó mi madre: vayan Sara y Antonia ayudar a pelar los animalitos en la casa nueva de abajo hay bastante agua del caño. Cuando la experta había levantado su sombrero, arremangando mangas de su blusa turquesa de cuello amplio redondeado y blondas de encaje blancas; disponía afilar cuchillos en chungo del batán, se inició un ruido estremecedor y atronador sin saber de qué se trataba ni qué sería; al frente, el mercado era un alboroto, la gente gritaba y corría desesperada:¡temblor!, ¡temblor!, ¡temblor!, alertando a toda la población buscando resguardo de lluvia de tejas desplomadas de techos por fuerte movimiento y plegarias: ¡Arcángel San Miguel!, ¡Virgencita del Arco!, ¡Ashuquito! tengan piedad de nosotros. fluyendo cada vez contagiantes en labios de madres y abuelas. ¡Dónde están nuestros hijos!..., clamaban padres por doquier. En plaza de armas la gente se había llenado pensando ingresar a iglesia a elevar plegarias, pero la furia de la naturaleza no paraba; doña Aurora Malca con su Lucho Bedoya, de rodillas avanzan al templo implorando al Hacedor ‘calme su ira’. La alta torre blanca se movía como péndulo suspendido, nosotros lo vimos con el Pichuta estando trepados en una planta de cinrres que había tras el Teatro ‘Fénix’ cuando recién abrieron la calle nueva: ¡Oy, parece que viene la caterpila!, -me dijo, no ¡es un avión a chorro!, respondí, entre asustados, cuando doña Guillermina Sánchez desde lo alto del balcón posterior de nuestro viejo Teatro donde tenía su restaurante, clamaba desesperada: ¡Dios mío!, ¡temblor!...; entonces comprendimos, nos aventamos del árbol y tratamos de correr a nuestras casas pero las tejas seguían cayendo de un lado y otro quedándonos estáticos, esperando pase el fuerte temblor de aquel aciago 31 de mayo de 1 970 que desde nuestra niñez guardamos claramente. Ahí estaba mi padre, pálido, asustado, esperando encontrar a los otros cholitos –mis hermanos menores- que mamá Gloria había mandado buscar desesperada, felizmente fuimos apareciendo unos tras otros sanos y salvos, para tranquilidad familiar; los menores estaban jugando pelota tras la plaza de toros; allí los hemos hallado espantados, sin habla, sin comprender lo que sucedía. Dizque a don Pedro Pericles una teja le ha rajao la nariz, ensangrentao lo han llevao a posta médica. Luego escuchamos en radio desalentadoras y tristes noticias, el terremoto había asolado el departamento de Áncash, derrumbando parte del Huascarán, sepultando Yungay causando miles de muertes en toda la región. Desconsolada noticia que siempre recordamos y quedamos grabada en la memoria. Este año hemos allí juntado, hemos vuelto a celebrar el cumpleaños del Flaco Tillo con el recuerdo y nostalgia de aquella mesa repleta y familiares que ya no están con nosotros, después de muchísimos años milagroso Ashuquito...


Saturday, May 30, 2020

SAN MIGUEL: ¡El Fútbol en mis tiempos! / PPgalvez

SAN MIGUEL:
¡El Fútbol en mis tiempos!

PPgalvez
Chicago, primavera 2020

Cultural Pisadiablo.- saluda, felicita y agradece muy de veras a nuestro distinguido amigo y paisano sanmiguelino José Gálvez (PPGálvez), radicado en Chicago – EE.UU., por su permanente labor cultural a través de infinidad de artículos, relatos, crónicas, poesías y otros que refrescan la memoria sanmiguelina en el trajinar de su historial, cargados de ternura, nostalgia y recónditos sentimientos que profesan su noble esencia y corazón por la tierra que lo vio nacer.
Instamos a él, u otros aficionados a continuar develando la rica historia del deporte sanmiguelino que debe quedar reflejado en un libro para la posteridad, orgullo y satisfacción nuestros por su larga tradición, lauros y triunfos.
¡He aquí las bases o cimientos para su construcción!

  
PPGàlvez

En los años 50’s del siglo pasado en San Miguel de Cajamarca, nosotros éramos unos niños de entre 7 y 12 años que jugábamos al Rayuelo, a la Pega, a las Bolitas -con el choloque y con las de vidrio-, a la Chunga -con las pepas de la chirimoya-, a las Escondidas, al Trompo, al Bolero y otros juegos más. Íbamos a jugar con carritos en carreteras que hacíamos en los patios traseros de las casas o a jugar con carretes de hilo en el borde de la verja del jardín de la plaza de armas del pueblo.

Caminábamos hasta la Loma para volar cometa o hasta la Curva del Moro para conseguir mito (arcilla) que había cerca del potrero de don Felpe Hernández, otro día bajábamos al rio para nadar en “la Olla” o “La Cuna” y muy rara vez  en la piscina (una poza que había detrás de  la planta eléctrica de don Jacob Novoa), otros días salíamos al Campo Deportivo a jugar “fútbol”, ocasionalmente a “torear” carneros y algunas veces entramos en alguna chacra para  chupar “viros” (tallos de la planta del maíz).

Pero lo que más nos divertía era jugar al fútbol. Teníamos una pelota de Jebe de regular tamaño y jugábamos en el patio de la escuela o en el campo deportivo. No usábamos los arcos de la cancha y sólo tomábamos una parte del campo, colocando dos piedras o usando nuestras chaquetas para definir los parantes de los arcos.

Nos encontrábamos en el campo más o menos 10 compañeritos y allí decidíamos por sorteo quienes conformarían un equipo y quienes el equipo contrario. Para esto nominábamos a los más grandes para que ellos llamen uno por uno y alternadamente, a cada uno de los que serían compañeros de equipo, esa tarde. Cada equipo y por separado definía quien iba al arco y quienes irían a la defensa y quienes a la delantera.

Como les contaba, teníamos una pelota de jebe. Alguna vez, sin embargo, nos tocó jugar con el “glorioso” Copocho -la vejiga del chancho-, lo que resultó tremendamente divertido.

Mi primo Lucho Arias era muy entusiasta, siempre hablaba de tener un club para competir con los barrios de Zaña, el Panteón o la Matanza. Pero siempre nos encontrábamos con la barrera de no saber cómo se organiza un club. Sabíamos que don Virgilio era un gran conocedor de esos menesteres, pues él era presidente del Club San Lorenzo, secretario de la alcaldía y -cuando alguien requería la redacción de un documento- sólo tenían que decirle a quien había que dirigirlo y que querían que dijese el mismo, y don Virgilio lo redactaba, escribía a máquina y conocía que derrotero debería seguir para que el documento cumpliera su objetivo.

Fue a través de su hijo Manuel, el Uruguayo, que le preguntamos a don Virgilio, cuáles eran los documentos que necesitaríamos para formar el club. El Uruguayo era nuestro compañero de estudios y más tardamos en hacerle la pregunta que él en traernos la respuesta.

Para formar un club, nos dijo, necesitan hacer una sesión de fundación, elaborar un acta de sesión y luego hacer los registros ante la Municipalidad. Y para jugar con otro club se le debía cursar un oficio adjuntando la nómina de jugadores (titulares y suplentes).

Nos reunimos dos o tres veces en la tienda que mi mamá nos autorizó a utilizar. Pero en esas ocasiones solo conseguimos convocar a 5 o 6 amiguitos, por lo que la aventura se vio frustrada y no pudimos formar el club.

Nuestras conversaciones eran sobre los jugadores locales, pero mucho más sobre los jugadores del seleccionado nacional. Don Jesús Quiroz, papá de nuestros amigos Nolo y Juan, era un paciente y ameno amigo de los niños. Él era sastre y nos hacía los cartapacios de tela para llevar los cuadernos, las trusas para ir a nadar, las motas para borrar la pizarra en la escuela y algunas otras cosas más; él nos contaba que había sido arquero de su club y que por eso era admirador de Teódulo Legario, arquero del Alianza Lima y las selecciones nacionales. Nos hablaba de Teodoro “Lolo” Fernández, “Manguera” Villanueva, Alberto Terry, Tito Drago, Vides Mosquera, Juan Seminario, Valeriano López y Barbadillo, y nos hacía soñar con que algún día iríamos al Estadio Nacional y veríamos grandes partidos con jugadores de la talla de aquellos.

Foto 1.- De Izq. a Der. Prados: Alejandro Cotrina, Juan Antonio Quiroz Caballero, --- Santos Malca Ramírez “Chimbalcao”, Naranjo.   En Cuclillas: Eulogio Barrantes, Rafael Quiroz Caballero, Celso Quiroz Caballero, --- , “Zorro” Miguel.
Echado: Próspero Cruzado.

En San Miguel había algunos clubes. Unos vigentes como el “San Lorenzo” y el “Alianza San Miguel” y otros caducos como el señorial “Unión Fraternal” y “El Pibe Club”.  El “Unión Fraternal” mantenía su local en la esquina de la Plaza de armas, frente a la actual Municipalidad Provincial y alguna vez tuvo un equipo de fútbol. “El Pibe club”, por su parte, fue un club de niños, patrocinado y conducido por don José Manuel Cubas que por falta de contrincantes no duró más que un año. Otro club fue el “Círculo Rojo”, fomentado por don Próspero Cruzado que era entusiasta personaje que jugó al fútbol y abrigaba la esperanza de tener de vuelta al equipo de sus amores.

Jugadores que yo vi

Los sábados por las tardes eran muy animados en el Campo Deportivo con la participación de jóvenes cuyas edades fluctuaban entre los 14 y 17 años y provenían de los distintos barrios del pueblo.

Debido al tiempo transcurrido, recuerdo solo a algunos jugadores de cada equipo. Aquí apelaré a la generosa comprensión de los lectores y a la buena disposición que tengan para averiguar por cuenta propia los nombres de quienes sólo pongo el mote y de aquellos que lamentablemente escapan a mi memoria.

Por el barrio “El Panteón” jugaban: Los hermanos y primos Pérez, el Boyeyo, Mario Romero, el Pericles, Lucho Quiroz; por el barrio “Zaña” jugaban: El Sancochao y el Berraco Bardales, Minguito y a veces el Racacha; por el barrio “La Matanza” jugaban: Cayne Goyda, Pedro Longa, uno de los Cuyejos, el Joke Adalberto y por el barrio “La Plaza” jugaban: El Mirita, El Zarelo, El Nachivo, Cholo Lolo, Pepe Sevilla, el Tashela, y otros.

Ese año se jugaba un Campeonato Sudamericano de Fútbol y los partidos eran de noche. Pocos hogares contaban con un radio receptor y los que lo teníamos no podíamos usarlo porque lo podíamos malograr “Mamás dixit”. Encontramos que algunos adultos se reunían en la tienda de don Carlos Reyes, así que los chiquillos y algunos jóvenes nos sentábamos en la vereda -muy cerca de la puerta que daba a la calle Dos de Mayo- y allí escuchábamos la eufórica narración de los partidos que jugaba Perú.

Unos meses más tarde el distrito organizó un campeonato en el que participaron, San Miguel y los caseríos de Calquis, Santa Rosa, Chuad y Zaragoza. Los equipos del Centro Escolar, “Alianza San Miguel” y “San Lorenzo” hicieron un combinado para representar a San Miguel en este evento.

 
Foto 2.- De Izq. a Der. Parados: Jorge Farro, Próspero Cruzado, Humberto Arias, Félix Cumpa, Nicolás Malca, José M. Quiroz, Jorge Alvites, Humberto Huangal.
En cuclillas: Rafael Mestanza y Tomás Cruzado.

El más destacado de los equipos, aunque no ganó el campeonato, a mi parecer fue los “Once Amigos” de Calquis. Ellos tenían en la defensa un jugador que pateaba todos los tiros libres y los penales. Este jugaba descalzo, como muchos otros, pero tenía una gran potencia en el shot y al preguntársele por su fortaleza contestó: “¡Es que yo le meto ‘uña cabra’, un puntazo con el dedo gordo del pie y sale el cañonazo!”

Los jugadores más destacados por entonces eran: el señor Apaéstegui, “los Papayitas” -Ángel, Augusto y Carlos Cueva-, Carlos Cruzado, don Virgilio y un gran dribleador que era el señor Manay quien jugaba con una visera de color verde, misma que utilizaba en su trabajo ya que él era el telegrafista y jefe de la Oficina de Correos del pueblo.

Tiempo después llegó Jorge Farro “Califali”, sanmiguelino que había salido a estudiar en Cajamarca y regresaba después de muchos años. Don Próspero que conocía de su valía, inmediatamente convocó a sus jugadores de antaño y rearmó el “Círculo Rojo”.

Fuimos a ver un partido que pactó con el “San Lorenzo” y allí demostró “Califali”, por qué su presencia había dado lugar, a rearmar el equipo de don Próspero.

Esa tarde el “Califali” hizo de las suyas, tenía un dribling endiablado y su velocidad lo hacía, el mejor jugador de ese tiempo. Todos los niños queríamos imitarle y fue la sensación del “Círculo Rojo” y del fútbol de San Miguel.

La Pelota, los Zapatos y la cancha

En esos tiempos la pelota con que se jugaba era de cuero con paños cuya unión estaba cocida con cáñamo y tenía una abertura de cinco centímetros por donde se colocaba un blader (globo de jebe grueso), con una boquilla que llamábamos pichina. Esta abertura se cerraba con un pasador de cuero, semejante a los que usamos en los zapatos.

Una vez inflado el blader que estaba dentro de la pelota de cuero, se doblaba la pichina, se amarraba y se empujaba dentro del cuero y el nudo que se hacía con el pasador que cerraba la abertura en mención, también se empujaba dentro de la pelota de cuero.

Los zapatos (chimpunes) con los que se jugaba eran parecidos a los actuales; pero no tenían cocos, sino unos cueros a manera de puentes que cruzaban la planta del zapato, dos en la parte delantera y uno en el área del talón.

Foto 3.- De Izq. a Der.  Parados: Gonzalo Ascurra, Carlos Cueva, Hernán Chàvarry, Eduardo Carrasco, Próspero Cruzado, Rolando Serrano, “Negrete”, Antonio Cueva.
En Cuclillas: Oscar Adrianzèn B., Manolo Cubas, Edgar Cueva, Héctor Caballero y Julio Córdova.

La cancha en principio fue diseñada en un terreno cuyo propietario, don Bartolomé Vera Cubas, donó al distrito allá por los años 30’s. El largo del campo corría de Este a Oeste y pasada la media cancha el terreno presentaba un plano inclinado de unos 15 grados de elevación, lo que constituía una seria dificultad para el juego. Con los años se ha hecho la modificación correspondiente y ahora el largo corre de Norte a Sur, el campo es plano y al costado se le ha dotado de tribunas.

Todo esto lo conversaba con mi compadre Oscar Adrianzen y el me ayudaba con nombres de clubes, equipos y jugadores de otros tiempos, que habían participado en el fútbol de San Miguel.

De esta manera el me alcanzó las fotografías que adornan este documento y justamente una de ellas es la de los Infantiles del “Círculo Rojo” (1942) y allí se puede apreciar a mi compadre luciendo la camiseta del equipo de sus amores.

El fútbol en San Miguel siempre fue apasionante. Había muchas discusiones, tenía mucha hinchada y en los partidos realizados, siempre hubo algún conato de pleito, sino algunas trompadas por el calor del momento; pero calmados los ánimos todo volvía a la normalidad.

Finalmente diremos que el fútbol ha sido el deporte que siempre estuvo presente en la vida de nuestro pueblo y que junto a las emociones de tristeza en la derrota o de alegría en el triunfo, nos enseñó que el trabajo en equipo y la solidaridad, son principios fundamentales para éxito del grupo, la familia y la sociedad.