Sunday, October 28, 2018

SAN MIGUEL. "Nuestra gente". XX Feria Agropecuaria, Agroindustrial y Artesanal "San Miguel Arcàngel" - Set. 2018. III.

SAN MIGUEL. "Nuestra gente". 
XX Feria Agropecuaria, Agroindustrial y Artesanal "San Miguel Arcàngel" - Set. 2018. III. 
Fotos Pis@diablo





















Thursday, October 25, 2018

SAN MIGUEL. "Nuestra gente". XX Feria Agropecuaria, Agroindustrial y Artesanal "San Miguel Arcàngel" - Set. 2018. II / Fotos: Vìctor Hugo Alvìtez

SAN MIGUEL. "Nuestra gente". 
XX Feria Agropecuaria, Agroindustrial y Artesanal "San Miguel Arcàngel" - Set. 2018. II. 
Fotos Pis@diablo



















Wednesday, October 24, 2018

Homenaje y gratitud a JOSÉ MANUEL CARRASCAL HERRERA. Compadre “Landuchi” / Vìctor Hugo Alvìtez Moncada


Homenaje y gratitud a
JOSÉ MANUEL CARRASCAL HERRERA
Compadre “Landuchi”  
(1 950 – 2 018)

Víctor Hugo Alvítez Moncada /
Crónicas de Pis@diablo.
 
 





I.                   NACIMIENTO Y FAMILIA

La figura, nobleza e íntegra personalidad de JOSÉ MANUEL CARRASCAL HERRERA, conocido y querido por amplia legión de amigos como “Landuchi” o más íntimamente Compadre “Landuchi” y nuevas generaciones por “Don Manuel” en el ámbito familiar sanmiguelino, ha quedado asentada y perennizada en nuestra memoria por sus dotes particulares, entrañables, plena identificación, servicios a nuestro pueblo, continuidad y protección a sus añejas vivencias y costumbres. A aquel hombre sencillo, amical, fraterno, rendimos homenaje con inmensa gratitud y afecto, considerando que el tiempo ha de convertirlo en novela, ficción o leyenda por su acendrado amor a su origen, pasión, fe y lealtad sanmiguelina.

 

José Manuel, nació el 25 de diciembre del año 1950. Hijo de los señores Julio Carrascal Sánchez y Mercedes Herrera López, cuya familia estuvo integrada por varios hermanos: Edita Lucía (1946 – 2004), José Manuel (1950 – 2018), Jorge Gustavo (1952 – 2014), Luis Alberto, Helgar Abraham, Carmen, Oscar Alejandro, Marco Antonio; y el shulca Edgardo Burgos. Su casa está ubicada en primera cuadra del ex jirón Miguel Grau, hoy Demetrio Quiroz-Malca, en San Miguel de Cajamarca.
 

Doña “Mechita” o “Meshuca” madre ejemplar, lideró el hogar ante temprana desaparición física del padre. Los hermanos Carrascal, fueron migrando progresivamente a Lima, José Manuel o Landuchi lo había hecho mucho antes y retornó luego de un tiempo al lar amado y reencuentro con la familia y su pueblo. Él, fue padre de Carlos Manuel, César Antonio y Lucía Mavel; también de Jesús Carrascal Serrano, posteriormente se unió a su digna esposa Flor de María Quiroz Ramos (San Miguel, 15-04-1945 – Lima, 06-10-1999), con quien llegarían sus nuevos retoños: Charles Jenrry, Percy Alex, Julio Franz, Jacqueline Mercedes, Joanne Karin y Karla Manuelita; entusiastas sanmiguelinos amantes del terruño e infinito amor por sus progenitores.


Inesperadamente, nuestro cortés, entusiasta, gran amigo y Compadre Landuchi, dejó de existir el 25 de agosto del presente año, hecho que nos motiva recordarlo con mucho cariño, respeto y gratitud, a aquel servicial ciudadano que veló por mantener intactas y conservar nuestras tradiciones. Aquel hombre que con mano franca y atenta supo engrandecer eternas amistades al acoger fuertemente nuestra diestra y con la otra empuñar nuestra muñeca en cálidos saludos, reencuentros y bienvenidas. Rendimos nuestro homenaje recordándolo en sus múltiples facetas y amenas ocurrencias, sanas palomilladas como todo joven, cualidades personales y aficiones que han de cautivarlo por siempre: el deporte,  religiosidad, carnavales y otras; destacando su devoción y entrega como Santo Varón en Semana Santa y Guardián del Arcángel San Miguel en descensos y ascensos a urna del altar mayor y exponerlo en toda su magnificencia a centenares de devotos y jornadas procesionales; su gran espíritu sanmiguelino como Policía Municipal al vivar con entrañable fuerza y solemnidad el nombre de nuestra ciudad y provincia en actos cívicos e izamiento de banderas cada domingo u otros acontecimientos e históricos sucesos. 

 


II. EL RETORNO AL LAR

 

Un setiembre lejano al finalizar la década ’60 o inicios del ’70 pasados, cuando la fiesta patronal iniciaba en honor al Arcángel San Miguel “Príncipe de las milicias celestiales” o simplemente el “Colorao” o “Pisadiablo”, en nuestra pequeña comarca, bella y hospitalaria ciudad San Miguel, José Manuel había reaparecido procedente de la capital, como muchos sanmiguelinos: joven veinteañero, inquieto, de larga cabellera o melena y extravagante vestimenta al puro estilo de la moda hippie, siempre sencillo, ameno, sonriente, conversador, entusiasta, inspirando confianza y amistad a los cuatro vientos y despertando mucha curiosidad entre la muchachada de aquel tiempo; todos sus hermanos eran nuestros amigos, entonces no podía ser un desconocido, se trataba del hermano mayor de los Carrascal Herrera. Sin duda, nuestro paisano -su rostro lo develaba- retornaba solamente por fiesta patronal, sin imaginar que el destino le concedería el privilegio permanecer hasta el final de su existencia.

Entonces San Miguel, estaba muy lejos y aislado del progreso, contaba con estrechas  y peligrosas vías carrozables y se viajaba horas interminables en camiones a Chepén o Cajamarca, incipiente luz eléctrica, sus calles aun empedradas con acequias cantarinas al centro de ellas, sus grandes casas de adobe de dos plantas con techos de tejas carmín a dos aguas y balcones de antepecho resplandecían paredes blanquecinas por uso del “caliche” contrastando bellamente con campiña soleada inmensamente verde desbordante de fragancia y cielo azul encendido por donde remontaba a los cuatro puntos cardinales nuestra blanca y bendita torre contando horas y sonoros repiques de campanas atesorando el tiempo en la reminiscencia, mutuo respeto y eterna amistad. Aquellos días se aperturaba la Calle Nueva para que San Miguel crezca al sur cual rabiza de cometa; en el campo deportivo “San Pedro” tronaba un viejo tractor “El terror de las peñas” ampliando y nivelando transversalmente el hoy estadio del mismo nombre. El deporte, las serenatas, el júbilo y fraternidad persistían latentes en mentes y sanos corazones.

Sin duda, los años ’60, el movimiento hippie había transformado la personalidad de José Manuel, surgía esa cultura extendiéndose por todo el mundo, Estados Unidos fue afectado por la guerra de Vietnam generando gran influencia sobre generación de jóvenes especialmente en su forma de vestir, uso de largas melenas y ropas llamativas de colores intensos, cintas de pelo, parches eslóganes reivindicativos y otros complementos hechos a mano; amantes de la naturaleza y la libertad, de la música rock y pop; expresando sus protestas e inconformidad con el mundo. Nuestro entrañable coterráneo José Manuel vestido a dicha usanza, impuso la moda en San Miguel: pelo largo, pantalones acampanados o “palazos con fuelle” a media cintura en tela de colchón a rayas rojas y azules con un sin número de bolsillos pequeños con tapas triangulares a lo largo de la pierna, camisas floreadas de cuellos puntudos confeccionados por el experto maestro “Chito” Hernández; cinturones anchos de grandes hebillas, más zapatos “macarios” de taco alto. Inmediato sus más conspicuos seguidores: Jorge “Pichuta”, Juan Llique, Alberto Moncada, el “Pastilla”; Tito Pérez con su inmensa y bullanguera grabadora doble parlante a pilas al hombro y otros, aparecían los domingos y fiestas tirando “pana”, luciéndose “catones” y “barriendo” las calles con sus charcos de agua y todo con tan vueludos pantalones.

III.            SOBRE APODO DEL EXPERTO BAILARÍN

José Manuel establecido en la ciudad, inició a recorrer calles en busca de algún trabajo, llegando a tropezar con el lisiado zapatero “Joselito” Malca, quien le indicó consiga un costal grande en su “Meshuca” y recoja todos los zapatos viejos del taller para llevarlos a vender al “Gringo” Aníbal que los requería en su “fábrica de incienso” de Chepén. Obediente como era, cumplió inmediato el encargo y costal repleto al hombro se dirigía al comerciante indicado, cuando al pasar frente a nuestra iglesia matriz, era costumbre delante de una de las puertas reunirse a conversar o chismosear viejos sanmiguelinos siempre atentos a sucesos y acontecimientos del día, juzga vidas y palomillas a no dudar -un tiempo los llamaron “periodistas”; al percatarse uno de ellos murmuró fuerte haciéndolo incluso escuchar al incauto cargador:

      “Ya lo jodieron al landoso, ese… carajo…” y todos lo miraron jocosos y rieron al unísono.

Don “Cojo” Pancho enterado de la broma por su compinche “Joselito” celebró a grandes carcajadas haciendo un alto a su acostumbrado juego de cartas “Carga la burra”:

      “Ah… landoso pa’ cojudo… Juna p…, Jajajajajayy”…

De ese hecho tal vez, su larga y lacia cabellera sinónimo de landas, landoso, landaruto u otros epítetos muy usados en San Miguel, más juvenil apariencia al puro estilo hippie, aspecto desalineado en vestir, amante del deporte, admirador y emulador de arqueros de la época, devendría el genial apodo o sobrenombre: LANDUCHI, con el que ha de ser conocido mucho más que por su propio nombre, inclusive fuera de nuestras fronteras. Es que los apodos, motes o alias, marcan cierta identidad y perduran personas y familias por siempre en pueblos como el nuestro. Por eso dicen también que los sanmiguelinos “Pisadiablos” son “buenazos” colocando “chapas” y que todos los pobladores al menos contamos con una a nuestra medida y semejanza.

Landuchi, a pesar no haberle gustado aquel chasco y burla, desafiante se mostraba con “Joselito” y demás cómplices por haberlo “paseado” cargando los zapatos viejos, solamente impregnaba leve sonrisa bajo sus ralos bigotes cada vez que le hacían recordar el hecho, comprendiendo tal vez que el amor y alma de su pueblo y gente sencilla como él, estaban tan presentes y vigentes en la vida cotidiana, sana y pura que era necesario permanecer y compartir al lado de ellos la vida e inextinguible evocación, vivencias y recuerdos, decidiendo quedarse a gozar de ella a sus anchas y plenitud.

Landuchi, fue un inquieto e incansable bailarín en fiestas sociales, patronales, familiares, carnavales u otros compromisos, deleitando con los insólitos pop y roncal roll, mostrando cualidades alegres y desenfrenadas, causando admiración y emoción a propios y extraños: experto tirándose al suelo simulando hacer planchas, soltando su larga melena o sujeto a una mano girando como trompo. Muchas damitas aceptaban bailar con él, otras lo dejaban a medio baile y las demás simplemente lo rechazaban; no entendían o soportaban esos nuevos ritmos musicales. Una noche al finalizar Semana Santa del año 2010 lo filmé en todo su esplendor y demostración del bailarín que relucía cada vez, junto a grupo de amigos y músicos sanmiguelinos, demostrando sus cualidades bailables, dicho vídeo perpetúa el genio jovial del gran hombre y amigo nuestro Compadre o compadrito “Landuchi”.


IV.             “LANDUCHI” EL DEPORTISTA


Una de sus grandes virtudes fue sin duda el deporte. José Manuel, había vuelto a San Miguel y en una esquina de la plaza de armas frente al viejo Club Unión Fraternal y tienda de don Carlos Reyes Illescas, rodeado de varios niños se presentaba el alegre personaje, diciendo ser futbolista a punto de fichar por Alianza Lima, club de sus pasiones; que mañana sábado vayamos a verlo jugar fulbito en cancha de Escuela 73 con miembros de la Guardia Civil (hoy Policía Nacional). La muchachada habíamos colmado graderías para observar y admirar al nuevo ídolo del fútbol sanmiguelino; en cuanto apareció todos lo aplaudimos y pasmamos de su extravagante vestimenta; iba y venía con el balón haciendo una tanda de guachas y cabriolas a adversarios y fácilmente anotando goles desde cualquier lugar de la cancha que celebrábamos a todo pulmón.


Desde entonces lo veíamos todos los días, acompañado de un balón de cuero armando equipos y buscando contrincantes, Landuchi, comenzó a destacar e inquietar el fútbol sanmiguelino. Conocedor del deporte y como buen arquero, trató emular a los geniales y grandes arqueros del mundo: “La araña negra” o “La pantera negra”. ruso y húngaro, respectivamente; o a los conocidos “locos del arco”: Amadeo Carrizo, Hugo Gatti, Jorge Campos, el “Pato” Ubaldo Filiol y hasta René Higuita: éstos de largas melenas, vinchas y extravagantes camisetas; así como ellos intentaba lucir y volar de palo a palo en reñidas competencias futboleras en fiestas de San Miguel, Llapa, Calquis, Chuad, Jangalá, Zaragoza, Nundén, etc.; hasta donde lo seguíamos para ver defender en implacables encuentros las sedas de sus entrañables equipos: “Manuel Sánchez Díaz”, “Atlético Independiente”, “Alianza San Miguel”, “Selección San Miguel” u otros que lo contrataban. Alguna vez, lo hemos visto también dejar “calato” al “Loco Bicho”, cuando este quiso escapársele por su gran velocidad, Landuchi en veloz persecución se quedó con la camiseta del hábil puntero izquierdo hecho trizas entre sus manos.

En Zaragoza en disputado partido fue fauleado por delantero contrario hecho que lo hizo abandonar el arco. Al finalizar el encuentro -y repuesto del golpe- se acercó a lavarse a un chorro de agua donde muy cerca un gordo y provocativo gallo carioco espoloneaba el lugar; Landuchi desde unos tres o cuatro metros de distancia se lanzó en espectacular volada sobre el animal quien el preciso instante voló a otro lugar, quedando el guardameta con las manos vacías y ganas de saborear un delicioso estofado como estilaba de vez en cuando al retornar de algún implacable encuentro.

      Estoy “piña” -decía. Primero me faulean y después el gallo no se deja “pescar”, carajo. ¿Qué hacer?

Será en plena fiesta del Ashuquito en Jangalá, cuando acompañaba a su compadre gallero “Cochecito” Aladino. Luego de haber ganado con el ajiseco le encargó guardarlo en un costalillo y al percatarse que la gente estaba fiesteando, bailando o entretenida en corrida de toros, las aves andaban sueltas frente a las casas o el camino; entonces le ocurrió a Landuchi, sacar al fino animal haciéndolo “topar” con esos apetitosos gallos cariocos de robustos cuerpos, piernones y grandes crestas, quedando estos golpeados o mal heridos en un santiamén; inmediato recogía “los heridos” en el costal enrumbando de prisa con un par de animales al pueblo y contento junto a patota de amigos, mandarlos preparar en famoso Restaurante “Punto azul” de la “Negra” Socorro -quien desconocía la procedencia- hasta hacerlos trascender olorosos sabores y jirones de apetitosas delicias; asentando con buenos cántaros de chicha fuerte de jora preparada por la “Viejita” Cruz, y así recompensar el día, “el esfuerzo” y largo trajín:

      ¡Salud Compadre “Cochecito” Aladino! ¡Por los gallos y el Ashuquito!...

      ¡Salud Comparrito “Landuchi”! Respondió Aladino con su curiosa voz… ¡Que vayan a buscar y traer a mi Comparre Grovel Sanjinez y su guitarra!...

      ¡Salud Compadre “Rafa” Tello… Por el “Manuel Sánchez Díaz” y el “Atlético Independiente!...

      ¡Salud Compadre Alvarito “Chita”! Por su fiel compañía…

      ¡Salud por la vida y la amistad, los gallos y el deporte! ¡Salud con todos!... Insistió “Landuchi”, ya medio chaposo puesto de pie, dando inicio así al suculento, jugoso y encebollado banquete acompañado de amplios platos tendidos con papas blancas en rodajas y pocillos de arcilla con bastante rocoto molido al batán. Esta vez, no era gato “techero”.

      ¡La “Viejita” Cruz -dice que ya no hay chicha! Alguien reclamó a voz en cuello…

      ¡Carrajo!… Intervino Cochecito Aladino y billete en mano ordenó comprar un balde más del delicioso licor de los incas -de enfrente- de la Patrona Dominguita. En el acto su Cholito Genaro, ya estaba de vuelta pujando con el encargo.

Habiendo colgado los chimpunes y guantes de arquero, muchas veces ejerció como árbitro de fútbol. Con tal entusiasmo y experiencia dirigió importantes partidos como aquel en que “Arcángel San Miguel” debía empatar con “Santa Rosa” de la Policía Nacional, al último minuto Juan “Pato” de un olímpico gol coronó la disputa final. El árbitro Landuchi, completamente emocionado dio un salto en el aire celebrando espectacularmente el “Gooollllllll”; los perdedores se le fueron encima y si no fuese por un alférez o superior de los perdedores lo linchaban a golpes. U otra vez, cuando algún mal deportista se atrevió echarle un puñado de tierra a los ojos de pura incapacidad para ganar el partido, Landuchi soportando el dolor, lo correteó al atrevido varias cuadras desde el estadio “San Pedro” de San Miguel y si lo alcanzaba de seguro le propinaba su merecido “premio”. 


Como buen deportista, “Landuchi” trató siempre conservar su aspecto y estado físico, para lo cual instaló un gimnasio de manera artesanalmente, pero de mucha utilidad. Entonces vivía en casa de la familia Sanjines Ríos con su esposa Flor e hijos; el patio de tierra apropiado lucía barras paralelas de varillas de eucalipto, una tabla gruesa de aliso inclinada para abdominales; pesas de cemento de diferentes tamaños y peso incrustadas con retazos gruesos de fierro sobrantes en herrerías, entre otros “equipos” que nos facilitaba gratuitamente; llegábamos a las seis de la mañana a tocar puerta de dormitorio para alcanzarnos una alfombra gruesa con la que cubríamos la banca de abdominales; hacíamos ejercicios como nos había enseñado o a nuestra manera, luego una sola carrera alcanzábamos La Quinta a tomar un buen vaso de leche espumosa recién ordeñada, si había tiempo bañarse ligeramente en casa y al colegio. Eran los años ‘73 o ‘74.

El mejor homenaje recibido en vida por José Manuel Carrascal el Compadre “Landuchi” como deportista, fue precisamente denominar con su nombre al más importante Campeonato Regional de Fútbol “Arcángel San Miguel” realizado en setiembre del 2017 durante la fiesta patronal. Orgulloso mostraba los trofeos que se exhibían en ingreso a la municipalidad, con placas con su nombre y atracción por su calidad, belleza y tamaños, pidiéndome uno de esos días fotografiarlo con ellos. Quien hubiese pensado que un año después ya no estaría con nosotros. Tal vez los jóvenes reivindiquen su nombre y figura con alguna institución deportiva, social u otra en mérito a sus atributos y calidad futbolística.


IV.       “LANDUCHI”: VIUDA DEL CARNAVAL

            José Manuel Carrascal Herrera, “Landuchi”, es sin duda alguna quien mejor caracterizó al divertido personaje de “viuda” del carnaval sanmiguelino durante largos años, especialmente el día del entierro de Ño Carnavalón. Con disfraz de mujer enteramente negro, alguna vez con minifalda, zapatos viejos de tacos retorcidos, chale, máscara de señorita, melena suelta y mostrando avanzando estado de gestación; iba delante del féretro del “difunto esposo, sacavueltero” lloriqueando y desmayándose estruendosamente una y otra vez con las piernas levantadas y sacudiéndolas en cada puerta por todas las calles y esquinas, en especial, resultaba debajo de las muchachas quienes asustadas daban un alarido de espanto y corrían a ponerse a buen recaudo tras sus madres o meterse en sus casas, trancar las puertas y subirse al balcón para arrojarle agua.

            Un año de aquellos, ingresó a la tienda de doña Aurora Malca ubicada en plena plaza de armas desde donde miraban el cortejo fúnebre varias señoritas, desmayándose bajo las piernas de éstas, quienes aterradas desaparecieron a la estampida tropezándose entre ellas; la dueña de casa al ver la escena cogió la silla más cercana impregnándole varios golpes sobre las costillas de tan entremetida, fisgona y quejumbrosa enlutada, hasta quedar el mueble completamente desarmado e inservible. Santo remedio -decía- nunca más ingresó en dicha tienda.

V.        “LANDUCHI” Y SUS MÚLTIPLES OCUPACIONES

            “Landuchi” era un hombre acomedido. Lo hemos visto administrar entonces el salón de billar de propiedad del profesor Melquiades Soto Peralta quien se desempañaba en el Colegio Nacional Mixto “San Miguel”; funcionaba en esquina del Jr. Simón Bolívar con la calle Sucre (frente a la casa de Socorro Becerra). Dicen que una noche de aquellas, sus “compadres”: Chueco Martín y Sebo Javier, prendieron fuego a un hurón encontrado en rumas de chancaca del terrado de “mamá” Rosita Barrantes de Bravo, el animal en desesperada huida ingresó al local del billar escabulléndose entre las piernas y casi incendiando los acampanados pantalones de boga del entusiasta administrador quien de un tacazo de billar asustó al desesperado animal puerta afuera; al enterarse que habían sido sus íntimos amigos dejó de hablarles un tiempo culpándolos haberlo hecho al propósito.

            Después pasó a administrar el local y billar del Club Unión Fraternal, hasta que tan importante institución sanmiguelina de bien social y cultural cerró sus puertas para siempre, vísperas de celebrar un siglo de existencia a mediados de la década ’70. Finalmente sería el billar de su compadre Sebo Javier el último en conducir con igual dedicación, cariño y afición. Destacaba también como billarista y enfrentaba a rivales carambola tras carambola con precisión y elegancia, quien perdía la mesa pactada a 60 carambolas debía pagar la apuesta y horas consumidas del juego.

            Hombre joven, deportista y fornido se desempeñó como ayudante en clásicas herrerías tirando comba con el maestro al compás del sonido del campanario de nuestra iglesia de San Miguel, “aguzando” o fabricando herramientas de trabajo de labriegos. Debemos agradecer también su noble afición de “curandero” y bondad hacia los niños, mediante la acostumbrada “limpia con huevo” para el ojo y “alumbre” para el susto, mal espanto y otros males; quienes con hijos pequeños han requerido sus eficientes servicios y “buena mano” de nuestro querido amigo y CompadreLanduchi”, entenderán su compromiso y desprendimiento.

            Todos los años en fiesta patronal u otras oportunidades recepcionaba, ayudaba a instalarse y en sus ventas a conocidos comerciantes de “confites” de Zaña (Lambayeque), grandes amigos suyos a quienes proveía mesas y demás facilidades para sus deliciosos dátiles, cajetas y otros dulces de azúcar, manjar blanco y membrillo. Luego recorría con ellos varios pueblos y fiestas como Chepén por San Sebastián y lugares de la costa. Tenían mucha confianza y amistad, los cobijaba en tiempos de lluvia en algún lugar seguro como el Club Unión Fraternal. Una de aquellas fiestas llegó dos morenas integrantes del clan familiar, pidiéndoles las lleve al baile social, entonces mi CompadreLanduchi”, me comprometió acompañarlo y emparejamos disfrutando hasta altas horas de la noche. Me parece haberse llamado Carolina aquella bella y atractiva morenita quinceañera de espectacular figura y cintura que al bailar boleros sintiera que mis brazos podrían dar  dos vueltas por la esbeltez de su cuerpo.

            Landuchi, inquietado por don Franco Romero Cruzado se convirtió en su ayudante en confección de altares, carros alegóricos y capillas ardientes que antiguamente eran muy usadas para celebraciones de fiestas religiosas en la iglesia y casas familiares, reinados o velatorio de difuntos; labor que continuó junto al artista Rafael Tello al fallecer don Franco, por algún tiempo.


            Finalmente, ingresó a trabajar en la Municipalidad Provincial de San Miguel, en calidad de POLICÍA MUNICIPAL, cargo que desempeñó hasta el final de su vida con mucha responsabilidad, entrega y ejemplar dedicación.

VI.      “LANDUCHI”: RELIGIOSIDAD, SANTO VARÓN Y GUARDIÁN DEL ARCÁNGEL SAN MIGUEL.

 

 


 

San Miguel, destaca por su larga fe y religiosidad católica, durante todo el año hay diversas celebraciones a imágenes y santos venerados dentro de nuestra hermosa Iglesia Matriz, reliquia arquitectónica y monumento histórico de los sanmiguelinos. Landuchi, imbuido de dicha tradición se incorporó como Santo Varón, invitado por Franco Romero Cruzado, resultando ser uno de los más jóvenes de esa época, llegando posteriormente a presidir dicha Hermandad de la Santa Varonía de San Miguel, la misma cumple especiales cuidados en cada uno de los actos religiosos de Semana Santa. Él era encargado de bajar a nuestro Señor de su hornacina y junto a los santo varones cargar el cuerpo yacente hasta el lugar propicio para su velación y adoración, luego el Viernes Santo, simular la crucifixión dentro de un ambiente contagiante de tristeza y recogimiento. En la entrada triunfal del Señor, los Domingos de Ramos, “Landuchi” era encargado de vestir a la imagen, adornar con diferentes atuendos la burrita blanca para la procesión y cuidar el recorrido desde la capilla San Juan frente al cementerio del mismo nombre hasta la iglesia matriz, colocándolo en lo alto de su altar de mesas sobre mesas de tamaños de mayor a menor.


Sería también don Marcial Gutiérrrez quien pediría a “Landuchi” lo reemplace de Guardián del Arcángel San Miguel, bajándolo y subiéndolo a puro punche desde la altura de su hornacina del altar mayor para celebración de su fiesta y posteriormente conducir dicho acto mediante rieles y poleas como hoy en día. Cumplió largos años ejerciendo esta misión y especialmente el día de procesión, delante del anda orientar el sereno, lento y acompasado desplazamiento del anda y los cargadores con respectivos descansos frente a cada una de las instituciones representativas para rendir pleitesía al santo patrón a través de homenajes y ofrendas florales.


Dicen que algún sacerdote quería expulsarlo de la iglesia cuando de repente al no ser apoyado de manera equitativa y sostenida por los otros santo varones al momento de subir para crucificar al Señor, en su desesperación de vencerle desde lo más alto, lanzó un “carajo” a sus compañeros en medio del silencio y la solemnidad que el clérigo y asistentes de primeras filas lograron escucharlo, arrancando ira en el primero y suave sonrisa en los demás. Sin embargo, su lealtad, identificación y decidida participación y apoyo en todas estas celebridades pudieron más y mantenerlo vigente, liderando la congregación y otros actos religiosos hasta el fin de sus días.


 

VII.    ¡VIVA SAN MIGUEL!... COMPROMISO Y PLENA IDENTIDAD CON LA TIERRA QUE LO VIO NACER. 

 

            Landuchi, en calidad de Policía Municipal, bien uniformado de azul, fue encargado de conducir los izamientos de banderas todos los domingos y fechas cívicas en astas monumentales de la plaza de armas de San Miguel, portando orgulloso nuestra bandera doblada entre sus brazos recogidos y con paso marcial encabeza delegación de autoridades locales e invitados, hasta entregar a  responsables de hacerlas flamear en el aire casi hincando el firmamento inmaculado, compitiendo con alta torre de nuestra iglesia matriz o nubes de paz en trance; previamente solicitar retirarse las prendas de cabeza o sombreros de palma domingueros, luego hacer entonar a todos los asistentes las sagradas notas del Himno Nacional e Himno a San Miguel al compás de la banda musical, inmortalizándolo con un rotundo y contundente:


Cuyo eco y aplausos quedan impregnados en lo más alto de mástiles blancos y cumbres del Nihuilán y el Mutish, rebotando de banda a banda, especialmente en lo más profundo del corazón y alma de todos los sanmiguelinos y que domingo a domingo seguirán  retumbando el cielo azul y las fibras sensibles del alma, en recuerdo, amistad y gratitud a José Manuel Carrascal Herrera, señal y ejemplo de plena identificación y anhelo de desarrollo y progreso del pueblo que lo vio nacer, con tantas riquezas, potencialidades, esperanzas e ilusiones, como el soñaba.


Eternamente: ¡JOSÉ MANUEL CARRASCAL HERRERA!....

Compadre “Landuchi”… ¡Presente!...

¡VIVA SAN MIGUEEELLLLL!!!

¡VIVAAAAA!...

Octubre, 2018

Fotos del autor y recogidas en redes sociales.