Monday, April 07, 2014

APARICIONES DE DUENDAS Y MINYULAS EN SAN MIGUEL DE PALLAQUES / Por Ana María Quiroz. Facebook: Daniel Sáenz More


APARICIONES DE DUENDAS Y MINYULAS EN SAN MIGUEL DE PALLAQUES

Por Ana María Quiroz *

En San Miguel de Pallaques (Cajamarca), la minyula remite a la figura desagradable de la bruja con un grano en la nariz que es descrita en los cuentos infantiles occidentales. La duenda bella, rubia, alta, de ojos verdes o azules que habita el Cóndac, remite al enorme poder de seducción de la sirena mítica. Los bohemios empedernidos de San Miguel que por algún motivo anduvieron por el Cóndac cuando empezaba a oscurecer, se volvieron adictos a la duenda. Ella los atrae y los lleva a recorrer el mundo de dentro de las aguas. Cabe resaltar que en San Miguel y en Ferreñafe la palabra 'minyula' también suele usarse metafóricamente para calificar a algún personaje femenino desagradable, que inspira cierto temor. Una mujer que atribuye malas artes e hipocresía a su rival también podría decir de ella que es una minyula, porque representa un peligro para su vida conyugal.

Pero la función de la minyula es asustar un poco a los niños desobedientes que no toman la sopa, que se exponen a ciertos riesgos. Se infunde cierto temor especialmente en las niñas con la leyenda de la vieja horrorosa 'capaz de comerse a los hijos' que se cuestionan u omiten la autoridad paterna.

La función de la duenda/demonio es seducir, fascinar y capturar el alma de los que beben demasiado; es decir, de los adultos que se alejan de sus obligaciones.

Consideradas bajo enfoque social, es posible que no se opongan minyula y duende, seductora y madrastra al mismo tiempo, joven y bella sólo en apariencias, pero vieja horrorosa con un grano en la nariz más allá de las apariencias.

A la duenda de San Miguel le tejieron las más entretenidas historias con los bebedores del pueblo. Todos tenían un apodo. Los pisadiablos, como suelen denominarnos a los sanmiguelinos, somos adictos a poner apodos al prójimo; nadie se salvó jamás. Cuenta una historia popular que yo escuché de pequeña que a un borrachín empedernido, conocido por su actividad laboral como el matavaca, la duenda lo llevó por los cinco continentes. Cuando murió, se rumoreaba que el cadáver había desaparecido de su cajón: la duenda se lo había llevado dejando piedras en su lugar.

EL TESORO DEL ARCO IRIS

El mito del duende sanmiguelino no es muy diferente del mito europeo, ambos aparecen con sus ollas de barro llenas de oro (y no de plata) en el lugar de formación de un arco iris. Al duende se le puede pedir un deseo, pero quien se atreviese a tocar la dorada olla perderá la razón: la dichosa olla es una trampa para los ambiciosos. El mito de los 'enanitos laboriosos con ollas de oro' parece haberse filtrado hacia los años 50 gracias a Judy Garland, quien protagonizó en 1939 la película El Mago de Oz, que la II Guerra Mundial demoró en distribuir. En este filme se escucha la famosísima canción “At the end of the Rainbow” (Al final del arco iris), donde se explicita ese mito anglosajón.

MACHISMO, DUENDES JUGUETONES Y PICHITOS

Sanmiguelinos y europeos también compartimos la creencia en los duendes juguetones que atraen a los niños para jugar amenamente en lugares solitarios, como descampados, bosques, casas abandonadas o riachuelos; los niños se vuelven adictos a jugar con ellos y van alejándose de sus casas. ¿El amigo invisible? La realidad demuestra que en San Miguel no hay secuestros ni abusos sexuales a menores. Estas leyendas excluyen a las niñas, como un recurso machista inconsciente que refleja el temor al temprano despertar sexual de las chicas. El control social restringe a la mujer al hogar, amenazándola con peligros fuera de casa que un varón sí podría enfrentar.

En nuestro imaginario popular también existe la referencia a la presencia de duendes en el hogar. Conservo un testimonio en el que a estos duendes descritos como pichitos, y son “personas chiquititas paradas sobre la cómoda y con el rostro de los gentiles”. La informante asume que son gentiles, es decir nuestros ancestros precolombinos, y no les teme porque intuye que nada malo pretenden, incluso pueden llegar a ser protectores del hogar. Los 'pichitos' prehispánicos parecen liliputienses del Tahuantinsuyo. Los que se convierten en fieras peligrosas bajo los efectos de brebajes de brujo se aproximan a seres mitológicos de otras latitudes. El oro de los duendes es el peligro al que se expone el angurriento, aquel que es capaz de vender su alma al diablo por apropiarse del oro.

OTRAS HISTORIAS DE PISADIABLOS

De mi infancia en San Miguel de Pallaques recuerdo vivamente las historias que me contaba Rosa, la mujer que se encargaba de mi cuidado cuando mis padres viajaban a Lima. Ella me refería una serie de historias mágicas y fantásticas, como aquellos trabajos de brujería con pociones que provocaban a quien las bebiese que rodara por las pendientes de los cerros hasta transfigurarse en alguna fiera peligrosa, como un puma o zorro, con el propósito de cumplir algún malvado cometido, como atentar contra alguien pero sin dejar rastro del verdadero autor.

Rosa también hablaba de los gentiles, de las almitas en pena. Estas historias forman parte de un mundo mágico compartido por el folklore cajamarquino, cuyo imaginario está habitado por las procesiones de almas, el cura sin cabeza, la mula coja montada por el diablo, los ovillos de colores de la cantora, etc., casi todas ligadas a la 'condición de Macondo', es decir que suceden a la media noche, sin luz eléctrica, en soledad... pero que en el fondo advierten de los riesgos que acarrean los excesos y las transgresiones.

Los que caminan por calles solitarias en las noches oscuras pueden encontrarse con almas en pena, con la minyula, con duendes, con el mismísimo diablo. O tal vez con nada de esto, pero el simple hecho de pensarlo corrobora nuestro imaginario y hace de esta posibilidad una experiencia fantástica, mágica.
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* Ana María Quiroz, nacida en San Miguel de Pallaques, es socióloga por la PUCP. Ha publicado un extenso estudio sobre el culto marginal a Sarita Colonia en el libro: “LOS NUEVOS LIMEÑOS. SUEÑOS, FERVORES Y CAMINOS EN EL MUNDO POPULAR” (Lima, Ed. SUR, 1993), editado por Gonzalo Portocarrero. Otros trabajos suyos sobre religiosidad popular i migración han aparecido en revistas de ciencias sociales. Radica en New Jersey (EE.UU), donde prepara un estudio sobre las lenguas del occidente cajamarquino.

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