Friday, March 14, 2014

DEFENSA DE LOS TEJADOS / Danilo Sánchez Lihón


CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

N. de R. Difundimos el presente artículo por su belleza, interés  y compromiso de nuestra tierra conservar sur tejados, más aún cuando contamos con Declaratoria del Distrito de San Miguel, como AMBIENTE URBANO MONUMENTAL, a la fecha letra muerta por nuestras autoridades y Dirección Desconcentrada de Cultura de Cajamarca. Invocamos su puesta en valor.
Las fotografías insertas corresponden a recepción de estudiantes sanmiguelinos a I Encuentro de Escritores y Artistas “Demetrio Quiroz-Malca” – 2013. Fotosarte Pisadiablo

 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR

MARZO, MES DEL AGUA, DE LA MUJER
LA POESÍA, EL TEATRO Y EL NACIMIENTO
DEL POETA UNIVERSAL CÉSAR VALLEJO

13 DE MARZO
  
DEFENSA
DE LOS
TEJADOS

PETICIÓN HUMILDE
PARA DECLARAR INTANGIBLES
LOS TEJADOS DE LA TIERRA DE VALLEJO
  
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

CADA TEJA
ES UN ESCUDO
Y UNA BANDERA
  
Danilo Sánchez Lihón

1. El agua
a la luz

Aquí están extendidas las vigas y extasiados los travesaños absortos sobre los adobes en trance, alucinados.
Y sobre estos el techo dando sombra amena y afable a las casas; dando amparo y protección, sea ante la calma y el asombro, sea ante la tormenta y los cielos que se desploman.
Los techos se alinean en base a tejas canales que intentan ser rectilíneas pero que la vida las ha torcido sabiamente.
Tal y como curva a una madre un hijo. O tan y cómo cimbra a un amante el ser amado, aún más cuando está lejos o distante.
O tal y cómo arquea el agua a la luz en el arco iris.
Techos que han absorbido aquello que la tierra quiere ofrecernos con adhesión, ternura y diligencia silenciosa.
Y también aquello que el limbo en su arrebato o en su tempestad contiene, para que se vea que no todo en él es traslúcido.
2. Y una teja
basta

He aquí los tejados, que los hay de dos o tres aguas y rematan en una cumbrera de tejas airosas expuestas al firmamento.
Su textura, su color, su aroma y su sombra amartelada combinan con las nubes blancas y los cielos azulados.
Combinan encariñadas con las horas del día: sea los amaneceres, las tardes o los mediodías cautivos.
Combina con el reverberar del sol en la amanecida, con el estallido del relámpago, como con la agonía muriente de los atardeceres encaprichados.
 Armoniza con el silencio de los pilares añosos que los sostienen, sobre todo con el recuerdo de lo que ha sido y ya no existe.
Conmueve ver a los tejados a la distancia indoblegables bajo el furor de las tormentas en las jalcas, o impertérritos ante los abandonos y los adioses en los valles profundos.
¡Y en estas vastedades una teja basta como escudo de este plumaje legendario que es un tejado para protegernos del destino más aciago!
 
3. Como ha sido
siempre

Por los tejados se escapa el humo de las cocinas desde el alba hasta el ángelus en que se reza y se encamina el alma hacia el absoluto.
Por entre sus carrizos, extraídos de los temples, se enreda también la neblina blanca. Entre ellos se persiguen y después acurrucan en el techo, porque carrizo y neblina han morado y escuchado juntos el canto del zorzal en la hondonada.
En los tejados están los puquios y manantiales contenidos en lianas y bejucos que amarran el carrizo al travesaño. Y en ellos la bóveda de abajo reflejada, y los vacíos de arriba anubarrados.
¡En los tejados alternan tanto la vida y la muerte que hasta de repente son enamorados! Donde los carrizos son del color del oro bueno, del oro que no se mide por quilates sino por corazonadas.
Porque sirve solo para la adoración y el culto de lo sagrado, como ha sido siempre en esta y la otra morada.
 
4. Y allí
está

Otra divinidad de los campos sostiene a los tejados y es el maguey inhiesto, hierático y sacrificado. Este árbol antes guardián de los caminos ha venido a tenderse de largo en los techos como soporte ante tanto pasmo, delirio e infinito.
Que por crecer en los senderos y atajos por donde se va y se viene, sabe cómo resistir lo inconmensurable que hay detrás de las risas y las fiestas. Como también absorber y nutrirse del coraje que hay detrás de los lamentos y quejidos de la gente que pasa.
Esta deidad de figura alambicada aquí yace tiesa pero alerta a la maravilla que pasa, igual que cuando en lo alto y al borde del camino arroja la voluta de sus ramas hacia uno y otro horizonte y como un candelabro capta lo innombrable.
Semidiós que en su tronco semeja un río serpenteante de idas y vueltas para rematar estallando en un afloramiento de estambres y pistilos hacia arriba, siendo una espiga de flores de color intenso por la vida que ha visto y que contiene.
La mano de un ser supremo estuvo siempre en el racimo apasionado del maguey, y así está detrás de él amparando debajo del tejado cara al misterio y al enigma que lo es todo.
 
5. La hebra
del destino

De cada hombre y mujer juntos está su pulso y latido en estas alas a lo etéreo, como es todo tejado. Y en la totalidad de los tejados su corazón sangra.
Aquí está la mano como el alma y el corazón de todos aquellos que han soñado, elevados hacia lo alto, cara al sol, a la lluvia clemente o despiadada.
Y cara a las estrellas diminutas e inconmensurables.
Porque cada teja se ha modelado con el tacto y la ilusión de quienes la amoldaron mano a mano o paso a paso.
Y de aquellos que han posado sus miradas y sus manos en sus contornos, hallando en ellos la hebra de su destino.
De allí que cada una de ellas es irregular, tiene porosidades y arrugas en la frente.
Algunas tienen los dedos de quienes las han llevado al horno o las han sacado de él, apenas entibiadas.
6. Clarines
que en el alba

Yo mismo he alcanzado teja por teja para una techada con cuidado desmedido para que no se rompan, subiendo por una escalera que es como colgarse sobre un abismo.
Por eso sé que las tejas tienen un sonido de campana en su eje y médula, que lo escuchamos ocultamente cuando las cargamos al hombro y pegamos nuestros oídos a sus entrañas.
Y si el hablar o el silencio no son sinceros dejan de escucharse por siempre el badajo de esos sones, y ellas se rompen allí donde quedaron, como bomba que estalla.
Y a la inversa, si todo es cabal tintinean como cascabeles aunque aparenten estar calladas. Porque cada teja en realidad es una campana, una quena, un violín oculto bajo las estrellas.
Hay razones supremas entonces para hacer silencio y escuchar su música encantada y al final los clarines que en el alba entonan las tejas hacia lo eterno.
7. En donde
rezuma

Cada teja son las cuerdas y el diapasón de unas guitarras que entonan melodías y endechas allí donde están puestas.
Pero es más, y esto muchos lo saben y es la razón por la cual aquí lo dejo grabado: son preciosas doncellas que se han cubierto el rostro hermoso que tienen.
Son muchachas arrobadas, colmadas de misterio, inmóviles pero que por dentro tiemblan y se estremecen.
Por eso apenas les vemos los hombros, porque están vueltas de lado por timidez y recato. Y porque en el fondo también están enamoradas de nosotros.
Ya cesaron al pie de ellas las serenatas. Ya los nardos y las azucenas de las huertas pasan por el muro a lo alto del cielo sereno.
Porque los tejados serán siempre en donde rezuma la más plena y total poesía y esperanza.

*****

El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
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Teléfonos: 420-3343 y 602-3988

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