CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
N. de R. Difundimos el presente artículo por su
belleza, interés y compromiso de nuestra
tierra conservar sur tejados, más aún cuando contamos con Declaratoria del
Distrito de San Miguel, como AMBIENTE URBANO MONUMENTAL, a la fecha
letra muerta por nuestras autoridades y Dirección Desconcentrada de Cultura de
Cajamarca. Invocamos su puesta en valor.
Las fotografías insertas corresponden a
recepción de estudiantes sanmiguelinos a I Encuentro de Escritores y Artistas “Demetrio
Quiroz-Malca” – 2013. Fotosarte Pisadiablo
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
MARZO, MES DEL AGUA, DE LA MUJER
LA POESÍA, EL TEATRO Y EL NACIMIENTO
DEL POETA UNIVERSAL CÉSAR VALLEJO
13 DE MARZO
DEFENSA
DE LOS
TEJADOS
PETICIÓN HUMILDE
PARA DECLARAR INTANGIBLES
LOS TEJADOS DE LA TIERRA DE VALLEJO
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
CADA TEJA
ES UN ESCUDO
Y UNA BANDERA
Danilo Sánchez Lihón
1. El agua
a la luz
Aquí
están extendidas las vigas y extasiados los travesaños absortos sobre los
adobes en trance, alucinados.
Y sobre
estos el techo dando sombra amena y afable a las casas; dando amparo y
protección, sea ante la calma y el asombro, sea ante la tormenta y los cielos
que se desploman.
Los
techos se alinean en base a tejas canales que intentan ser rectilíneas pero que
la vida las ha torcido sabiamente.
Tal y
como curva a una madre un hijo. O tan y cómo cimbra a un amante el ser amado,
aún más cuando está lejos o distante.
O tal y
cómo arquea el agua a la luz en el arco iris.
Techos
que han absorbido aquello que la tierra quiere ofrecernos con adhesión, ternura
y diligencia silenciosa.
Y también
aquello que el limbo en su arrebato o en su tempestad contiene, para que se vea
que no todo en él es traslúcido.
2. Y una teja
basta
He aquí
los tejados, que los hay de dos o tres aguas y rematan en una cumbrera de tejas
airosas expuestas al firmamento.
Su
textura, su color, su aroma y su sombra amartelada combinan con las nubes
blancas y los cielos azulados.
Combinan
encariñadas con las horas del día: sea los amaneceres, las tardes o los
mediodías cautivos.
Combina
con el reverberar del sol en la amanecida, con el estallido del relámpago, como
con la agonía muriente de los atardeceres encaprichados.
Armoniza
con el silencio de los pilares añosos que los sostienen, sobre todo con el
recuerdo de lo que ha sido y ya no existe.
Conmueve
ver a los tejados a la distancia indoblegables bajo el furor de las tormentas
en las jalcas, o impertérritos ante los abandonos y los adioses en los valles
profundos.
¡Y en
estas vastedades una teja basta como escudo de este plumaje legendario que es
un tejado para protegernos del destino más aciago!
3. Como ha sido
siempre
Por los
tejados se escapa el humo de las cocinas desde el alba hasta el ángelus en que
se reza y se encamina el alma hacia el absoluto.
Por entre
sus carrizos, extraídos de los temples, se enreda también la neblina blanca.
Entre ellos se persiguen y después acurrucan en el techo, porque carrizo y
neblina han morado y escuchado juntos el canto del zorzal en la hondonada.
En los
tejados están los puquios y manantiales contenidos en lianas y bejucos que
amarran el carrizo al travesaño. Y en ellos la bóveda de abajo reflejada, y los
vacíos de arriba anubarrados.
¡En los
tejados alternan tanto la vida y la muerte que hasta de repente son enamorados!
Donde los carrizos son del color del oro bueno, del oro que no se mide por
quilates sino por corazonadas.
Porque
sirve solo para la adoración y el culto de lo sagrado, como ha sido siempre en
esta y la otra morada.
4. Y allí
está
Otra
divinidad de los campos sostiene a los tejados y es el maguey inhiesto,
hierático y sacrificado. Este árbol antes guardián de los caminos ha venido a
tenderse de largo en los techos como soporte ante tanto pasmo, delirio e
infinito.
Que por
crecer en los senderos y atajos por donde se va y se viene, sabe cómo resistir
lo inconmensurable que hay detrás de las risas y las fiestas. Como también
absorber y nutrirse del coraje que hay detrás de los lamentos y quejidos de la
gente que pasa.
Esta
deidad de figura alambicada aquí yace tiesa pero alerta a la maravilla que
pasa, igual que cuando en lo alto y al borde del camino arroja la voluta de sus
ramas hacia uno y otro horizonte y como un candelabro capta lo innombrable.
Semidiós
que en su tronco semeja un río serpenteante de idas y vueltas para rematar
estallando en un afloramiento de estambres y pistilos hacia arriba, siendo una
espiga de flores de color intenso por la vida que ha visto y que contiene.
La mano
de un ser supremo estuvo siempre en el racimo apasionado del maguey, y así está
detrás de él amparando debajo del tejado cara al misterio y al enigma que lo es
todo.
5. La hebra
del destino
De cada
hombre y mujer juntos está su pulso y latido en estas alas a lo etéreo, como es
todo tejado. Y en la totalidad de los tejados su corazón sangra.
Aquí está
la mano como el alma y el corazón de todos aquellos que han soñado, elevados
hacia lo alto, cara al sol, a la lluvia clemente o despiadada.
Y cara a
las estrellas diminutas e inconmensurables.
Porque
cada teja se ha modelado con el tacto y la ilusión de quienes la amoldaron mano
a mano o paso a paso.
Y de
aquellos que han posado sus miradas y sus manos en sus contornos, hallando en
ellos la hebra de su destino.
De allí
que cada una de ellas es irregular, tiene porosidades y arrugas en la frente.
Algunas
tienen los dedos de quienes las han llevado al horno o las han sacado de él,
apenas entibiadas.
6. Clarines
que en el alba
Yo mismo
he alcanzado teja por teja para una techada con cuidado desmedido para que no
se rompan, subiendo por una escalera que es como colgarse sobre un abismo.
Por eso
sé que las tejas tienen un sonido de campana en su eje y médula, que lo
escuchamos ocultamente cuando las cargamos al hombro y pegamos nuestros oídos a
sus entrañas.
Y si el
hablar o el silencio no son sinceros dejan de escucharse por siempre el badajo
de esos sones, y ellas se rompen allí donde quedaron, como bomba que estalla.
Y a la
inversa, si todo es cabal tintinean como cascabeles aunque aparenten estar
calladas. Porque cada teja en realidad es una campana, una quena, un violín
oculto bajo las estrellas.
Hay
razones supremas entonces para hacer silencio y escuchar su música encantada y
al final los clarines que en el alba entonan las tejas hacia lo eterno.
7. En donde
rezuma
Cada teja
son las cuerdas y el diapasón de unas guitarras que entonan melodías y endechas
allí donde están puestas.
Pero es
más, y esto muchos lo saben y es la razón por la cual aquí lo dejo grabado: son
preciosas doncellas que se han cubierto el rostro hermoso que tienen.
Son
muchachas arrobadas, colmadas de misterio, inmóviles pero que por dentro
tiemblan y se estremecen.
Por eso
apenas les vemos los hombros, porque están vueltas de lado por timidez y
recato. Y porque en el fondo también están enamoradas de nosotros.
Ya
cesaron al pie de ellas las serenatas. Ya los nardos y las azucenas de las
huertas pasan por el muro a lo alto del cielo sereno.
Porque
los tejados serán siempre en donde rezuma la más plena y total poesía y
esperanza.
*****
El texto anterior puede ser
reproducido, publicado y difundido
citando autor y fuente
Teléfonos: 420-3343 y 602-3988
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
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