Friday, March 13, 2015

MANIFIESTO EN TORNO A LAS PUERTAS / Danilo Sánchez Lihón



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE LA VIDA Y DEL PLANETA TIERRA

28 DE FEBRERO
  
MANIFIESTO EN TORNO A LAS PUERTAS

FOLIOS DE LA UTOPÍA

ELLAS NOS VIERON PARTIR

Danilo Sánchez Lihón
  
1. Oh, las puertas
tan ingenuas

 

Así como los tejados de los pueblos andinos debemos defenderlos, así también las puertas de sus casas hechas de madera de aliso, cedro o eucalipto, que se abren en dos hojas y se estrechan como en un abrazo. Con jambas que se acoplan y juntan lo paneles y que llevan arriba un dintel y abajo un umbral, pintadas de colores como el verde esmeralda y el añil cielo que destacan sobre el enjalbegado de las paredes blancas.
Como igualmente salvaguardemos los portones que son más altos, anchos y gruesos, en uno de cuyos costados se abre una puerta pequeña de uso doméstico, y las dos hojas grandes únicamente cuando van a ingresar las acémilas o en las grandes fastos que acontecen en todo hogar y familia, confeccionados en las carpinterías que se extienden por los cuatro barrios de la ciudad.
¡Oh, las puertas tan ingenuas e inocentes y a la vez tan hondas y solemnes! De ellas se ha dicho algo muy grave: que nada es puerta hasta que un muerto no salga por ella. Pero en el fondo este decir no quiere expresar que alguien tiene que morir para que sea puerta, sino que hay que verlas seriamente como ellas en verdad lo son.

2. Velan
insomnes


Porque, ¿qué es una puerta? Por su puesto que no es solo algo por donde se entra o se sale. En ese caso mejor sería que no hubiera puerta sino solo vano, hueco, o vacío. Por eso, ella es mucho más.
Porque puerta no es por donde uno pasa sino donde uno se queda parado y llama hasta siempre y por siempre, con lo que queremos significar que toda puerta se erige contra el vacío. No es en realidad una divisoria entre lo de adentro y lo de afuera sino entre el ser y la nada.
De allí que haya la puerta cerrada y la puerta abierta, la puerta que se recuerda y la puerta que olvida, en donde una corona de espinas o de azahares son sus armellas y aldabas.
Y es también la puerta el lugar desde donde nos hemos despedido. De allí que las puertas tienen rostro, ojos, palabras. Lo único que les falta es lengua, por eso no hablan y solo callan y permanecen en silencio.
En realidad son madres, padres, abuelos y abuelas siempre de pie esperando el regreso. Son guardianas que velan insomnes.

3. Llegar
siempre


Las puertas están de pie, soportando los adobes que se tuercen, ladean y resbalan en los muros que se dejan vencer casi siempre de pena. Las puertas resisten más porque de ellas sí nos despedimos, aunque desde entonces permanezcan desportilladas y ojerosas.
Puertas de la noche y del día que amanece; porque todo amanecer recae en las puertas, como todo atardecer es en sus maderos que reposa dicha inmolación, naufragio y holocausto.
Ellas nos ven padecer, tienen ojos y memoria que se alivia con el recuerdo del follaje y el rumor del viento cuando fueron árboles enraizados o bien en una cumbre, en la ladera de una colina o en una profunda cañada.
Es en las puertas donde se muere, porque no se fenece en una cama ni sobre una mesa sino ante una puerta, porque es de ella de donde no quisimos irnos nunca. O es hasta ella a donde queremos llegar siempre.

4. Abiertas
al paisaje infinito

 

Conservemos nuestras puertas de madera. y no las cambiemos por puertas, ventanas y balcones de fierro, soldadura y lata.
¡Seamos sensatos! No reemplacemos la puerta que da a la calle, por otra de rejas, barrotes y vidrio, igual que en las barriadas de las ciudades costeñas.
Tampoco reemplacemos los viejos portones por puertas enrollables  de calamina corrugada.
Seguramente cuestan menos. Aunque frente a este argumento, hay que preguntarnos: ¿Se puede vender nuestro espíritu? ¿Se puede vender nuestra razón de ser en el universo?
Conservemos nuestras ventanas de dos o más hojas abiertas al paisaje infinito.
Y los balcones de antepecho hacia los cuales se dicen las serenatas, que por ser de madera resuenan mejor con el acorde de las guitarras y hacen del nuestro un pueblo idílico y conmovedor.

5. Pueblo bello,
tierno y glorioso

 

Que el mundo que leguemos a nuestros hijos sea el mismo mundo cálido, acogedor e íntimo que recibimos nosotros.
No claudiquemos llevando puertas ensambladas en Trujillo o en Chimbote, con vitroven y ranuras metálicas. ¡Qué traición a lo nuestro!
Así, ¿podrán sostenerse las carpinterías aldeanas con el aroma de los maderos fragantes?
¿Y traídos de los bosques de Paibal, Aguiñuay o La Colpa?
Que cada día las casas no se asemejen más y más a cárceles y tumbas, por ser frías y desalmadas.
Si no, ¿dónde encontraremos el temblor de las manos de la gente que se ha ido?
Santiago de Chuco debe conservar su identidad de pueblo bello, tierno y glorioso.

6. Una lágrima
escondida


Conservemos aquella identidad que nos liga tanto a la poesía de César Vallejo, cuando dice:
Pena un frágil aroma de aguacero.
Están todas las puertas muy ancianas,
y se hastía en su habano carcomido
una insomne piedad de mil ojeras.
Yo las dejé lozanas;
y hoy las telarañas han zurcido
hasta en el corazón de sus maderas,
coágulos de sombra oliendo a olvido.
La del camino, el día
que me miró llegar, trémula y triste,
mientras que sus dos brazos entreabría,
chilló como en un llanto de alegría.
Que en toda fibra existe
para el ojo que ama, una dormida
novia perla, una lágrima escondida.

7. Identidad
de pueblo andino

 

Y valoremos lo que es cultura. Porque por nuestra cultura es que valemos en el mundo.
Y no solo porque es sugestiva, sino fundamental para solucionar los problemas pendientes en el desarrollo de nuestro pueblo.
Porque en la medida en que seamos un pueblo con niveles avanzados de cultura y asunción de valores, seremos una comunidad más protegida y mejor alimentada.
Con cultura tendremos actitudes más dispuestas para acceder a la ciencia y a la tecnología, a fin de solucionar nuestros problemas y ser capaces de utilizar el inmenso potencial físico y biológico existente entre nosotros.
Y en esta perspectiva, lo primero que tenemos que cuidar y salvaguardar es nuestra identidad de pueblo andino.
Y porque es mil veces preferible tener un mundo propio aunque ignorado a tener una intimidad enajenada.

*****
 

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