Las Canillas del muerto
Texto de Antonio Goicochea Cruzado
Imagen: Educarte
Al paso de transeúntes, todas las noches se abría una de las ventanas de
una respetada casa de la calle Bolívar, entre las calles Cajamarca y Sucre; y,
esta noche otra vez se abrió y quien esperando estaba esto es lo que vio.
De la calle del cementerio, cuesta arriba, caminaban en dos columnas
unas mujeres todas vestidas de negro en solemne procesión, rezando
acompasadamente fúnebres, en un idioma no entendible.
Se dirigían a la iglesia y cuando terminaban de
pasar por la ventana en referencia, la última de las acompañantes, le dijo a la
expectante:
-Abre tus puertas, queremos
dejarte unas velitas para tus oraciones.
La
beatita chismosa se estremeció de pavor. Quedó petrificada; y no pudiendo
hablar tampoco contestó a tal solicitud.
Sin
embargo, sin saber cómo, junto a ella apareció una de las procesionantes, la
que le entregó dos velitas encendidas pero tan frías como el hielo, con este
mensaje:
-Es para que eleves preces al cielo. Consérvalas
que mañana a esta
Al amanecer, sobre la mesita de noche, en vez de
las velitas encontró dos huesos de canillas de muerto.
Su primera reacción fue ir a la iglesia y
pedirle confesión al cura. Se sentía sinceramente arrepentida.
La penitencia que le dio el cura, se rumoreaba
que fue extremadamente pesada; y el consejo fue que se busque una criatura de
meses y espere el regreso de la tentación y en su presencia pellizque a la
niña.
Así lo hizo, la niña lloró yupacundo, a lo cual
la tentación, cuyo rostro no alcanzaba a ver, con voz cavernosa a la beata le
dijo: La inocencia de la criatura te ha salvado pero debes haber aprendido que
otra vez no te pongas a juzgar los altos juicios del señor.
Parece que la beatita se curó de tan mal hábito
social, porque cuentan los trasnochadores y serenatistas que ya no volvieron a
ver abierta la ventanita famosa.
Más allá de medianoche
y tras de las ventanitas
se pasaba todo el tiempo
chismea que te chismea.
Piadosa a todos los ojos
nadie pudo imaginar
que de día era beata,
y de noche era una gata.
Las almitas le dejaron
a esta mujer chismosa
dos encendidas velitas
que acompañaran sus rezos.
Del nuevo día a la aurora
sobre la mesa de noche
encontró que las velitas
eran dos huesos de muerto.
Con el susto recibido
y la receta del cura
la beata chismocilla
del chisme quedó curada.
Relato hecho sobre la base de
lo referido por la Sra. Carmen Pajares de De la Torre.
Yupacunto: triste, lastimero.
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