Sunday, December 14, 2014

LA TEJA AL BORDE DE DOS ALEROS / Danilo Sánchez Lihón


CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina

ESTAMPA DEL MES DE DICIEMBRE

FOLIOS DE LA UTOPÍA
  
LA TEJA AL BORDE DE DOS ALEROS

Danilo Sánchez Lihón
 
…bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
César Vallejo
  
1. Y en donde quedan

¡Qué destino el de la teja que le ha tocado la ventura o desventura de estar en el vértice.
En el punto de unión de dos aguas, o vientos o destinos. Entre dos maneras de ver y mirar la vida al borde de los aleros! Son ellas las que pueden observar hacia arriba los cielos abiertos o cerrados por los nubarrones.
Como otear los horizonte lejanos por donde se reparten los caminos que van a unos y otros lugares y pueblos, cada cual con sus fiestas y pesares.
Su lugar queda en lo abisal, en el ángulo extremo, en lo insondable. En la punta de lanza, en lo abismal y profundo.
Queda en donde limita lo que está dentro y lo que está afuera definitivamente.
Puede también esta teja al borde de los aleros contemplar hacia abajo la senda por donde pasa la vida. Y en donde quedan entretejidos unos con otros los destinos de la gente en la calle estupefacta.

2. Que la vida prosiga

Es aquella teja precisa y exacta sin un grumo que sobresalga ni se adentre.
Entre aquellas tejas de los dos aleros que se juntan es la que se ubica en la esquina.
Justo donde el techo da la vuelta con toda su aparente galanura y su aire ceremonial pero más con honda resignación.
Esta teja entre todas es aquella a la que más conmueve todo lo que ocurre. Su ubicación y de lo que le está asignado. Su postura que tiene un designio en la frente.
Sobre esta teja arrecian todos los vientos y todas las tempestades. Todos los soles dulces o inclementes.
Porque el ser de los techos es sobrellevar todo el peso del mundo, todo lo que duele y hace padecer.
Y todo lo que hay que afrontar para que la vida prosiga.
Sea que se trate de un techo humilde o sea que se trate del techo de una casa señorial.

3. Se hunde o se encumbra

En todos, seguramente por el hecho indubitable de estar mirando hacia lo alto y a lo lejos.
Tanto los designios del cielo como las consignas escritas en los horizontes abiertos de la tierra.
Es por eso que pronto se arquean en la viga cumbrera. Se cimbran en los tirantes y cornapuntas. Se encorvan en los puntales y mojinetes.
La teja singular es aquella que se ubica al final de la limatesa entre las dos tejas canales adyacentes en que terminan los techos laterales cuando dos aleros corridos se juntan.
Es aquella que cubre a las dos tejas hembras.
Esa teja tiene lo cóncavo para mirar hacia abajo. Y junta a las dos tejas canales que ponen hacia arriba su concavidad.
Hendidura en donde siente, piensa y se estremece acerca del mundo interior y exterior que se hunde o se encumbra.

4. Ilusa o dolorida

Pero, aparte de aquel resquicio tiene otras rejillas que se abren hacia abajo entre carrizo y carrizo para tener el suficiente campo de visión a fin de mirar la calle y en ella la vida que transcurre.
  Así no se pierde nada de lo que sucede sobre el empedrado de la vereda y sobre lo apisonado de la calzada.
Sea la procesión del Corpus Christi, sea el desfile de las comparsas que ingresan al pueblo por este lado.
Sea el paseo del Ño Carnavalón, sus bandas de músicos y sus comparsas con vestimentas multicolores.
Sea el paseo de antorchas con farolas que representan barcos, aviones o simplemente lámparas o farolas que nos alumbran el camino de la vida.
O bien, y sobre todo, ver la vida dolorida o ilusa, ingenua o intencionada de  cada persona que pasa.

5. Y se va

¡Ah! Pero esa teja también soporta toda la metafísica de vivir expuesta a la contemplación del ámbito sideral.
Y ser el punto final de lo terreno en su encuentro con lo astral y etéreo.
Es frente a ella que ocurre el revolverse de las nubes en el cielo invernal y el deambular de las estrellas.
El zigzag de los relámpagos, el compás lento o vertiginoso de los meteoritos, la elipsis de los arco iris, o la parábola de un cometa fugaz.
No solo soporta ser testigo del acontecer cotidiano, el mismo que transcurre hacia abajo y a sus pies, sino el de la bóveda constelada que opone al instante fugaz la eternidad ensimismada.
Es a esa teja a donde viene y se posa el zorzal como ave del tiempo propicio o aciago. Mira alrededor el paisaje y otea el horizonte con intención inescrutable.
Y emite hacia la eternidad su trino límpido, hondo, que hace que lo fugaz y efímero se torne eterno. Y se va.
 

6. Ya no regresará

Es también la teja que todos avizoran, contemplan y admiran cuando vuelven los ojos para reparar acerca de un detalle que ocurre en aquel vórtice se casas.
Es el alfil, el pararrayos y la atalaya que da la cara a la vida que discurre y desaparece; y al misterio que siempre está aquí y nunca se acaba ni aclara.
Es esta teja la que empuja a las otras hacia atrás, cuando la casa quiere tirarse de miedo o de pena hacia abajo.
Sea por un malentendido, sea por un resentimiento o una pena, sea el esposo que se  ha ido o la madre que aún no ha vuelto.
Sea por pugnas entre hermanos, desavenencias de familia, desatinos de uno que otro morador del vecindario. 
Sea por alguien que está ahora, sea por alguien que se ha ido, tarda en volver o ya no regresará nunca.
Casa de la familia Lingán Celis, donde nació el Dr. Alfonso Barrantes Lingán, cuyo deber nuestro será recuperar para convertir en Casa Museo "Alfonso Barrantes Lingán" en San Miguel.

7. En la misma herida

Ella es la que contiene más que todas de lo visible y lo que se oculta a nuestros ojos.
Lo que ella sabe y calla es síntesis de haber mirado mucho, alegrías como quebrantos. ¡Y de haber vivido tanto!
Es el faro que ilumina radiante en la alborada, la vigilante que se enfrenta más que ninguna a la noche tenebrosa.
¡Qué destino supremo el de la teja que junta en una sola esquina el borde de los dos aleros y de dos o más destinos!
Aquel de la izquierda y el otro de la derecha hacia un centro inconcebible. El mundo creyente y el que de todo lo duda, lo niega y lo descree.
De lo que pende hacia abajo y de lo que se eleva hacia arriba a lo alto, de lo que es minúsculo y de lo que es imponente, de lo fugaz y de lo eterno, como la de dos almas coincidiendo en la misma herida.

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