Tuesday, November 25, 2014

LA INVENCIÓN DE LA DESAFORADA REALIDAD / Walter Lingán


LA INVENCIÓN DE LA DESAFORADA REALIDAD
Walter Lingán
 
Walter Lingán
Estimados paisanos y amigos, escritores y artistas que asisten al II Encuentro de Escritores y Artistas Sanmiguelinos “Miguel Nicolás Sarabia Quiroz y José Santos Malca Ramírez”, cuyas imágenes, realizadas por el artista plástico pisadiablo Ever Arrascue, engalanan los carteles que anuncian los días fecundos de la palabra, la invención de la desaforada realidad y la alegría.
En mi memoria llevo a cuestas al pueblo de mi chiquititud, de mi infancia. Una ciudad tranquila habitada de casitas con paredes pintadas con caliche, techo de tejas a dos aguas, sus calles empedradas surcada por una acequia, el llamado “parque de los haraganes” donde don Abelardo Diaz, el famoso vendedor de las máquinas de coser Singer, acostumbraba sentarse en una de las bancas, a veces solo, otras veces en animadas tertulias con algunos vecinos. También El Chimbalcao Santos Malca descansaba horas y horas, agotado por alguna temprana borrachera. En una oportunidad le avisaron a su madre que su Chimbalcao andaba arando por la plaza de armas, a lo que la anciana respondió: “¿Y qué estará pues sembrando ese hijo de puta, si ni semilla tiene?” A don Nicolás Sarabia lo recuerdo frente a la puerta de su casa, implecablemente trajeado, mirando en silencio los cerros y las nubes que anunciaban prontas tormentas. En los recuerdos viven la primera escuela y luego la ex Escuela de Varones Nro. 73. Los amigos y los aguerridos partidos de fútbol en el atrio de la iglesia, en la pampa frente al cementerio antiguo. Las fiestas de Jangalá, Calquis, Santa Rosa. Los carnavales en Sayamud. Los amores platónico-infantiles. Los días en que soñaba convertirme en un gran chofer como don Vitalicio Yeckle, el Shingo bravo Marco Guzmán o el Champa Mario. En suma, a San Miguel lo guardo en la palma de mi mano a pesar de la distancia y el tiempo pasado.
En mi casa, hasta mi época de estudiante sanmarquino, la pobreza rondaba sin misericordia. Fue en esos tiempos cuando junto a unos amigos fundamos en Collique, una barriada de Comas (Lima), el periódico “El Obrero” y más tarde publicamos la revista “Opinión barrial”. Por denunciar los abusos de SINAMOS nos acusaron de terroristas, nos apresaron y el comandante Reátegui nos amenazó de muerte. Es que estábamos malogrando sus negociados. Inventaba empresas. Usaba gratuitamente la maquinaria del ejército y la mano de obra de los soldados en los trabajos de infrastructura en las barriadas del Cono Norte. A cambio de ello recibía millonarias sumas que dejaban más miserables a los pobladores que soñaban con la casa propia, luz eléctrica, pistas, agua y desagüe. Mi madre, agotada después de lavar montones de ropa ajena o abrumadoras jornadas de venta ambulatoria, siempre me decía: “Estudia, hijo, aprende a leer y escribir para que tengas otra vida, para que el Perú cambie”. Por suerte, ingresé a la Universidad de San Marcos. Aquí conocí a muchos intelectuales y artistas que me instaron a leer a José Carlos Mariáteguie, César Vallejo, José María Arguedas, Ciro Alegría, Martín Adán, entre muchos otros. Descubrí a los llamados escritores malditos y empecé a garabatear cuartillas que más tarde se convirtirían en libros. Así fue como empecé a inventar la realidad que me gustaba. “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a tres mil leguas de nuestra casa”, escribió Gabriel García Márquez cuando recibió el Premio Nobel de Literatura 1992.
En 1982 emprendí una de las aventuras más grandes e inimaginables de mi vida. Acepté viajar a Colonia para estudiar en la facultad de medicina, pero el virus de la literatura se me había metido ya hasta las células más profundas. La culpa lo tiene, digo yo, Hermann Hesse con su libro “El lobo estepario”. Así que metido entre libros de medicina, leí a los grandes de la literatura universal y robé sus técnicas y estilos. Entonces me propuse escribir cosas hermosas, que conmuevan y llamen a la reflexión. Por eso escribo el pasado a través de mi mirada actual, de mis nuevas experiencias, incluyo un lado fantasioso, con mucha imaginación, eso sí, ejerciendo mi compromiso de lucha contra la humillación y la miseria. Porque amo a mi país lo quiero libre, hermoso, derecho, con la mirada de frente al futuro, sin explotados ni explotadores, sin vacilaciones me adhiero al socialismo y suscribo lo que afirma César Hildebrandt: “Quiero ser aguafiestas, pirómano, anarquista, melancólico, maldito, asesino serial de mitos, hereje, vagabundo, gozador, enólogo, idiota, escribidor mediterráneo, pero no coleguita de quienes hoy creen que cortan el jamón. Para seguir siendo lo que soy requiero ser inoportuno, malévolo, afilado, crispado, en ristre, incrédulo, réprobo, quejoso, escéptico, odioso, maltrajeado, bronquial, hirsuto y alejado. No quiero la paz del cementerio intelectual donde reposan quienes antes vivieron expresando su insatisfacción. No quiero el acomodo. No quiero ser coleguita de tanta sabandija. No quiero la salud de los adaptados. Prefiero el malestar de los impropios”. Ahora más que nunca en que los gobiernos amparados en leyes hechas por las sabandijas que ocupan el congreso, están subastando al país a empresas extractivas internacionales que poco a poco acabarán con la vida. Entonces, podrán acusarme de todo, menos de solidario. Y el amor también es subversivo cuando de amar la belleza y la justicia se trata.
Actualmente vivo en la ciudad alemana de Colonia. Hablo, escribo y amo en español y alemán. Habito un departamento con ciertos lujos donde conservo libros, fotos, CDs, casetes, recortes de periódicos y mis papeles. El pueblo chiquito donde nací, aquella choza en Collique de mi juventud y la clase de vida de mis años pasados perviven en mi memoria con intensa nitidez. Estoy lejos de la realidad cotidiana donde las mayorías de mi país hacen lo imposible por vivir mejor, por lo menos, decentemente. A pesar de la distancia, mi relación con ese mi adolorido Perú es como un matrimonio católico, es decir, estamos separados pero no podemos divorciarnos. Gracias a la magia del internet hoy me siento más cerca de la cultura popular y su gente, mientras que a muchos este desarrollo y progreso los ha alejado. Sin dudas, cada época de nuestra vida en una ciudad o en un país tiene un valor o un encanto especial. Pero al ver la crueldad de quienes nos gobiernan y sus secuaces, esa tira de sátrapas y corruptos de todos los pelajes, de sólo pensar en aquella gavilla de asesinos y genocidas, “por momentos, me dan ganas de nacionalizarme culebra, o palosangre, o piedra de quebrada, cualquier cosa”, como escribiera César Calvo en “Las tres mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía”.
Desde Colonia me siento unido a esos locos soñadores, camino bajo su sombra y sigo con admiración los pasos de Víctor Hugo Alvítez Moncada, de Antonio Goicochea Cruzado, del Negro Antonio Correa Malca y de todos aquellos que hicieron posible el Primer Encuentro de Escritores y Artistas sanmiguelinos y ahora continúan con la segunda versión empeñados en rescatar la memoria y la cultura de la provincia sanmiguelina con la finalidad de afianzar nuestra identidad local y regional proyectada al país y al mundo. He leído con devoción los libros y plaquetas que ellos han publicado, así mismo los libros de Daniel Cubas Romero, Pocho Elmer Rodas Cubas, Pocha Alfonsina Becerra Alvarado, en todos ellos hay un afanoso vuelco a nuestras raíces, el fecundo hogar donde se fundan el presente y el futuro, sabedores que un pueblo sin cultura y sin identidad es un pueblo muerto. Mientras transcurra este II Encuentro, yo estaré en Gran Canaria invitado al VIII Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas que se desarrollará desde el 20 de noviembre al 15 diciembre del 2014. Participaré en este evento en representación del Gremio de Escritores del Perú y de APESAM, seré portador de vuestros mensajes y desde allá les deseo éxitos en este segundo encuentro, más libros y más cultura para nuestro pueblo. Entonces, brindemos con el gran poeta guatemalteco, Luis Cardoza y Aragón, quien ha sentenciado que la única prueba concreta de la existencia del hombre es la poesía.
Colonia, noviembre, 2014.

Antonio Goicochea, Walter Lingán y Víctor Hugo Alvítez

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