LA INVENCIÓN DE LA DESAFORADA
REALIDAD
Walter Lingán
Walter Lingán
Estimados
paisanos y amigos, escritores y artistas que asisten al II Encuentro de Escritores
y Artistas Sanmiguelinos “Miguel Nicolás Sarabia Quiroz y José Santos Malca
Ramírez”, cuyas imágenes, realizadas por el artista plástico pisadiablo Ever
Arrascue, engalanan los carteles que anuncian los días fecundos de la palabra,
la invención de la desaforada realidad y la alegría.
En mi
memoria llevo a cuestas al pueblo de mi chiquititud, de mi infancia. Una ciudad
tranquila habitada de casitas con paredes pintadas con caliche, techo de tejas
a dos aguas, sus calles empedradas surcada por una acequia, el llamado “parque
de los haraganes” donde don Abelardo Diaz, el famoso vendedor de las máquinas de
coser Singer, acostumbraba sentarse en una de las bancas, a veces solo, otras
veces en animadas tertulias con algunos vecinos. También El Chimbalcao
Santos Malca descansaba horas y horas, agotado por alguna temprana borrachera.
En una oportunidad le avisaron a su madre que su Chimbalcao andaba arando por la plaza de armas, a lo que la anciana
respondió: “¿Y qué estará pues sembrando ese hijo de puta, si ni semilla
tiene?” A don Nicolás Sarabia lo recuerdo frente a la puerta de su casa,
implecablemente trajeado, mirando en silencio los cerros y las nubes que
anunciaban prontas tormentas. En los recuerdos viven la primera escuela y luego
la ex Escuela de Varones Nro. 73. Los amigos y los aguerridos partidos de
fútbol en el atrio de la iglesia, en la pampa frente al cementerio antiguo. Las
fiestas de Jangalá, Calquis, Santa Rosa. Los carnavales en Sayamud. Los amores
platónico-infantiles. Los días en que soñaba convertirme en un gran chofer como
don Vitalicio Yeckle, el Shingo bravo Marco Guzmán o el Champa
Mario. En suma, a San Miguel lo guardo en la palma de mi mano a pesar de la
distancia y el tiempo pasado.
En mi
casa, hasta mi época de estudiante sanmarquino, la pobreza rondaba sin
misericordia. Fue en esos tiempos cuando junto a unos amigos fundamos en
Collique, una barriada de Comas (Lima), el periódico “El Obrero” y más tarde
publicamos la revista “Opinión barrial”. Por denunciar los abusos de SINAMOS
nos acusaron de terroristas, nos apresaron y el comandante Reátegui nos amenazó
de muerte. Es que estábamos malogrando sus negociados. Inventaba empresas. Usaba
gratuitamente la maquinaria del ejército y la mano de obra de los soldados en
los trabajos de infrastructura en las barriadas del Cono Norte. A cambio de
ello recibía millonarias sumas que dejaban más miserables a los pobladores que
soñaban con la casa propia, luz eléctrica, pistas, agua y desagüe. Mi madre,
agotada después de lavar montones de ropa ajena o abrumadoras jornadas de venta
ambulatoria, siempre me decía: “Estudia, hijo, aprende a leer y escribir para
que tengas otra vida, para que el Perú cambie”. Por suerte, ingresé a la
Universidad de San Marcos. Aquí conocí a muchos intelectuales y artistas que me
instaron a leer a José Carlos Mariáteguie, César Vallejo, José María Arguedas,
Ciro Alegría, Martín Adán, entre muchos otros. Descubrí a los llamados
escritores malditos y empecé a garabatear cuartillas que más tarde se
convirtirían en libros. Así fue como empecé a inventar la realidad que me
gustaba. “¿Por qué la originalidad que se
nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de
suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué
pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en
sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con métodos
distintos en condiciones diferentes? No: la violencia y el dolor desmesurados
de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin
cuento, y no una confabulación urdida a tres mil leguas de nuestra casa”,
escribió Gabriel García Márquez cuando recibió el Premio Nobel de Literatura
1992.
En
1982 emprendí una de las aventuras más grandes e inimaginables de mi vida.
Acepté viajar a Colonia para estudiar en la facultad de medicina, pero el virus
de la literatura se me había metido ya hasta las células más profundas. La
culpa lo tiene, digo yo, Hermann Hesse con su libro “El lobo estepario”. Así que metido entre libros de medicina, leí a
los grandes de la literatura universal y robé sus técnicas y estilos. Entonces
me propuse escribir cosas hermosas, que conmuevan y llamen a la reflexión. Por
eso escribo el pasado a través de mi mirada actual, de mis nuevas experiencias,
incluyo un lado fantasioso, con mucha imaginación, eso sí, ejerciendo mi
compromiso de lucha contra la humillación y la miseria. Porque amo a mi país lo
quiero libre, hermoso, derecho, con la mirada de frente al futuro, sin
explotados ni explotadores, sin vacilaciones me adhiero al socialismo y
suscribo lo que afirma César Hildebrandt: “Quiero
ser aguafiestas, pirómano, anarquista, melancólico, maldito, asesino serial de
mitos, hereje, vagabundo, gozador, enólogo, idiota, escribidor mediterráneo,
pero no coleguita de quienes hoy creen que cortan el jamón. Para seguir siendo
lo que soy requiero ser inoportuno, malévolo, afilado, crispado, en ristre,
incrédulo, réprobo, quejoso, escéptico, odioso, maltrajeado, bronquial, hirsuto
y alejado. No quiero la paz del cementerio intelectual donde reposan quienes
antes vivieron expresando su insatisfacción. No quiero el acomodo. No quiero
ser coleguita de tanta sabandija. No quiero la salud de los adaptados. Prefiero
el malestar de los impropios”. Ahora más que nunca en que los gobiernos
amparados en leyes hechas por las sabandijas que ocupan el congreso, están
subastando al país a empresas extractivas internacionales que poco a poco
acabarán con la vida. Entonces, podrán acusarme de todo, menos de solidario. Y
el amor también es subversivo cuando de amar la belleza y la justicia se trata.
Actualmente
vivo en la ciudad alemana de Colonia. Hablo, escribo y amo en español y alemán.
Habito un departamento con ciertos lujos donde conservo libros, fotos, CDs,
casetes, recortes de periódicos y mis papeles. El pueblo chiquito donde nací,
aquella choza en Collique de mi juventud y la clase de vida de mis años pasados
perviven en mi memoria con intensa nitidez. Estoy lejos de la realidad
cotidiana donde las mayorías de mi país hacen lo imposible por vivir mejor, por
lo menos, decentemente. A pesar de la distancia, mi relación con ese mi
adolorido Perú es como un matrimonio católico, es decir, estamos separados pero
no podemos divorciarnos. Gracias a la magia del internet hoy me siento más
cerca de la cultura popular y su gente, mientras que a muchos este desarrollo y
progreso los ha alejado. Sin dudas, cada época de nuestra vida en una ciudad o
en un país tiene un valor o un encanto especial. Pero al ver la crueldad de
quienes nos gobiernan y sus secuaces, esa tira de sátrapas y corruptos de todos
los pelajes, de sólo pensar en aquella gavilla de asesinos y genocidas, “por momentos, me dan ganas de
nacionalizarme culebra, o palosangre, o piedra de quebrada, cualquier cosa”,
como escribiera César Calvo en “Las tres
mitades de Ino Moxo y otros brujos de la Amazonía”.
Desde
Colonia me siento unido a esos locos soñadores, camino bajo su sombra y sigo
con admiración los pasos de Víctor Hugo Alvítez Moncada, de Antonio Goicochea
Cruzado, del Negro Antonio Correa
Malca y de todos aquellos que hicieron posible el Primer Encuentro de
Escritores y Artistas sanmiguelinos y ahora continúan con la segunda versión empeñados
en rescatar la memoria y la cultura de la provincia sanmiguelina con la
finalidad de afianzar nuestra identidad local y regional proyectada al país y
al mundo. He leído con devoción los libros y plaquetas que ellos han publicado,
así mismo los libros de Daniel Cubas Romero, Pocho Elmer Rodas Cubas, Pocha
Alfonsina Becerra Alvarado, en todos ellos hay un afanoso vuelco a nuestras
raíces, el fecundo hogar donde se fundan el presente y el futuro, sabedores que
un pueblo sin cultura y sin identidad es un pueblo muerto. Mientras transcurra
este II Encuentro, yo estaré en Gran Canaria invitado al VIII Encuentro Internacional de Literatura 3 Orillas que se
desarrollará desde el 20 de noviembre al 15 diciembre del 2014. Participaré en
este evento en representación del Gremio de Escritores del Perú y de APESAM,
seré portador de vuestros mensajes y desde allá les deseo éxitos en este
segundo encuentro, más libros y más cultura para nuestro pueblo. Entonces,
brindemos con el gran poeta guatemalteco, Luis Cardoza y Aragón, quien ha sentenciado
que la única prueba concreta de la existencia del hombre es la poesía.
Colonia, noviembre, 2014.
Antonio Goicochea, Walter Lingán y Víctor Hugo Alvítez
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