ABRIL: "MES DE LAS LETRAS" / SAN MIGUEL
DEMETRIO QUIROZ MALCA
DIOS DE LA NOSTALGIA
Angel Lavalle Dios Poeta DEMETRIO QUIROZ MALCA, acuarela del artista nacional Arturo Corcuera, se conservaba en la Biblioteca Municipal "Octavio Lingán Célis" de San Miguel. Foto@rte Pisadaiblo
Angel Lavalle Dios Poeta DEMETRIO QUIROZ MALCA, acuarela del artista nacional Arturo Corcuera, se conservaba en la Biblioteca Municipal "Octavio Lingán Célis" de San Miguel. Foto@rte Pisadaiblo
Dos hitos temporoespaciales antípodas, me acercaron al poeta Demetrio Quiroz Malca, sanmiguelino cajacho: uno, en 1965, en Trujillo, en mis aurorales años de bisoño estudiante universitario, cuando apareció y leí su libro de poemas “JUDAS”; otro, en 1992, en Chimbote, durante las postrimerías de mis afanes laborales como docente universitario, gracias a la nostálgica entereza de su paisano el poeta Víctor Hugo Alvitez Moncada, afincado en la tierra de la siderurgia y la anchoveta. Fue a propósito del deceso de Demetrio y del encuentro casual de Víctor Hugo, con la que fue la última obra poética de aquél: “DEL MUNDO EN QUE VIVIMOS” (Concytec 1990).
Entonces la necesidad de una acercamiento más atento hacia las profundas intimidades artísticas y humanas de Quiroz Malca, paisano del fino Dios de la Nostalgia, empapado de lluvia y de terruño, de amor filial y pannaturalista, de tradiciones y habitantes de su natal San Miguel de Pallaques; pero, asimismo, hondamente preocupado por el ser y el deber ser del hombre y de la humanidad.
Intimo, coloquial, sincero, uno más entre nosotros, humano habitante, conciente y concientizándonos sobre las precariedades maravillosas de la vida nuestra, y sobre la necesidad de asumirla a plenitud y con optimismo. Y con las preocupaciones pedestres, la elevada altura del verbo: épico, pletórico de mundo y vida, peregrino aventurero, embelesado soñador. Tal íntegro poeta, total y cósmico contra la muerte que ya veía venir, cual “yedra implacable, repentino/ alud, latido enervante que crucifica/ el sueño, la palabra .../ por decir lo menos o decir lo más...” Todo, hábil, diestramente esbozado, con todos los recursos técnico poéticos, a manera de grandes y largas tiradas de platicante y lacerada ternura, que habita el corazón porque su origen es la vida que está cerca, en y delante de nosotros: “... y lo estará por mucho en sabiendo/ que en las puertas del horno....;/ en sabiendo que las guerras cultivadas/ por el odio, el miedo, el terrorismo/ y sus más diversos como satánicos rostros/ sigan fermentando/ ostentando hoy como ayer sus letales fórmulas;/ sus catapultas, sus hordas, sus flechas,/ sus espadas/ sus metrallas, sus misiles, sus hiroshimas,/ sus ojeras...”
Pero contra toda esta noche, mar oscuro y proceloso, una tabla con íntimos acordes, la voz de la vida: “Pero tal como ayer, la Música, la etérea/ diosa que amanece perla y encanto/ en los labios sedientos de la vida/ (y en los deslumbrados pero fríos páramos/ de la muerte)/ es la misma voz, dulce y embriagadora Voz..”
Así, Demetrio Quiroz Malca (1926), norteño y rural como nosotros, es, en gran parte, el poeta de “élite” que define el Maestro Luis Alberto Sánchez, por la altura formales de su lírico verbo y por la consistencia y humanidad de su mensaje. Pero diríamos, complementando o completando, una rara “élite”, es decir, nueva élite del arte que busca la verdad y se sotierra, enraizando, para crecer fortalecida sobre el corazón del hombre y el alma del terruño, fuente de la auténtica imagen del ser ecuménico: “Y lo hago, no sin antes/ echar una mirada a mi lejana infancia/ cuando era yo/ -me imagino por el color/ de mi sueño-/ el hermoso girasol que besaba/ con pasión el viento/ y alimentaba de inefables alas/ el rocío./ Cuanta luz debí beber/ de sus castas fuentes, allá en mi pueblo/ donde mi madre se vestía/ de rubias mañanitas para tejer/-con el candor de su inocencia/ y adorable sencillez-/ el mantel largo para la Fiesta Grande/ o para el Pan del Pobre./ Cuanta luz debió colmar el cielo/ y las alegres farolas del amado mundo/ que tengo en mi corazón:/ San Miguel de Pallaques, donde/ aprendí a escribir amor en La Cantora.../ al tiempo que el destino empezaba/ a arrancar, uno a uno, los pétalos/ del entonces girasol que fui./ Cuanta luz, evidentemente debió / encandilar los despreocupados/ y hasta inconscientes días de mi infancia,/ en donde sí fulguran, perdurables y grandiosos: Mi madre/ Mi pueblo/ Mi primer Amor:/ Dejo el mundo/ paso a paso.” Pero en tu caso, Demetrio, para vivir eternamente con nosotros.
Trujillo, lunes 18 Enero 1993.
Entonces la necesidad de una acercamiento más atento hacia las profundas intimidades artísticas y humanas de Quiroz Malca, paisano del fino Dios de la Nostalgia, empapado de lluvia y de terruño, de amor filial y pannaturalista, de tradiciones y habitantes de su natal San Miguel de Pallaques; pero, asimismo, hondamente preocupado por el ser y el deber ser del hombre y de la humanidad.
Intimo, coloquial, sincero, uno más entre nosotros, humano habitante, conciente y concientizándonos sobre las precariedades maravillosas de la vida nuestra, y sobre la necesidad de asumirla a plenitud y con optimismo. Y con las preocupaciones pedestres, la elevada altura del verbo: épico, pletórico de mundo y vida, peregrino aventurero, embelesado soñador. Tal íntegro poeta, total y cósmico contra la muerte que ya veía venir, cual “yedra implacable, repentino/ alud, latido enervante que crucifica/ el sueño, la palabra .../ por decir lo menos o decir lo más...” Todo, hábil, diestramente esbozado, con todos los recursos técnico poéticos, a manera de grandes y largas tiradas de platicante y lacerada ternura, que habita el corazón porque su origen es la vida que está cerca, en y delante de nosotros: “... y lo estará por mucho en sabiendo/ que en las puertas del horno....;/ en sabiendo que las guerras cultivadas/ por el odio, el miedo, el terrorismo/ y sus más diversos como satánicos rostros/ sigan fermentando/ ostentando hoy como ayer sus letales fórmulas;/ sus catapultas, sus hordas, sus flechas,/ sus espadas/ sus metrallas, sus misiles, sus hiroshimas,/ sus ojeras...”
Pero contra toda esta noche, mar oscuro y proceloso, una tabla con íntimos acordes, la voz de la vida: “Pero tal como ayer, la Música, la etérea/ diosa que amanece perla y encanto/ en los labios sedientos de la vida/ (y en los deslumbrados pero fríos páramos/ de la muerte)/ es la misma voz, dulce y embriagadora Voz..”
Así, Demetrio Quiroz Malca (1926), norteño y rural como nosotros, es, en gran parte, el poeta de “élite” que define el Maestro Luis Alberto Sánchez, por la altura formales de su lírico verbo y por la consistencia y humanidad de su mensaje. Pero diríamos, complementando o completando, una rara “élite”, es decir, nueva élite del arte que busca la verdad y se sotierra, enraizando, para crecer fortalecida sobre el corazón del hombre y el alma del terruño, fuente de la auténtica imagen del ser ecuménico: “Y lo hago, no sin antes/ echar una mirada a mi lejana infancia/ cuando era yo/ -me imagino por el color/ de mi sueño-/ el hermoso girasol que besaba/ con pasión el viento/ y alimentaba de inefables alas/ el rocío./ Cuanta luz debí beber/ de sus castas fuentes, allá en mi pueblo/ donde mi madre se vestía/ de rubias mañanitas para tejer/-con el candor de su inocencia/ y adorable sencillez-/ el mantel largo para la Fiesta Grande/ o para el Pan del Pobre./ Cuanta luz debió colmar el cielo/ y las alegres farolas del amado mundo/ que tengo en mi corazón:/ San Miguel de Pallaques, donde/ aprendí a escribir amor en La Cantora.../ al tiempo que el destino empezaba/ a arrancar, uno a uno, los pétalos/ del entonces girasol que fui./ Cuanta luz, evidentemente debió / encandilar los despreocupados/ y hasta inconscientes días de mi infancia,/ en donde sí fulguran, perdurables y grandiosos: Mi madre/ Mi pueblo/ Mi primer Amor:/ Dejo el mundo/ paso a paso.” Pero en tu caso, Demetrio, para vivir eternamente con nosotros.
Trujillo, lunes 18 Enero 1993.
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