Daniel Cubas suelta doce palomas narrativas de su palomar(*)
En la foto: Walter Lingán, Víctor Hugo Alvítez y Maynor Freyre, en Sala de los Embajadores del Congreso de la República, minutos antes de iniciarse la presentación del libro "Sueños de palomas" de Daniel Cubas, el último viernes 9 del pte. Pisadiablo
En la foto: Walter Lingán, Víctor Hugo Alvítez y Maynor Freyre, en Sala de los Embajadores del Congreso de la República, minutos antes de iniciarse la presentación del libro "Sueños de palomas" de Daniel Cubas, el último viernes 9 del pte. Pisadiablo
Han tenido que transcurrir 21 años para que Daniel Cubas Romero se anime
a soltar sus doce relatos reunidos en Sueños
de palomas, pues los primeros fueron publicados en 1981 en el los diarios
El Comercio de Lima y La Industria de Trujillo, no sabemos si ya desechados o
con títulos que han cambiado con el
correr de los años. Arquitecto por la Universidad de Belgrano de Buenos Aires,
ingeniero civil por la Universidad Nacional Federico Villarreal de Lima, es
además artista plástico por afición, habiendo expuesto en La Habana –donde hay
dos cuadros suyos en sendas galerías— y en Viena, razón por la cual ha sido
profesor de arte en dos colegios y de Diseño escenográfico y Perspectiva en la
Escuela Nacional de Arte Dramático.
Daniel Cubas ha soltado estas doce palomas mensajeras de su palomar
creativo literario para hacerse, con merecimiento, de un nuevo oficio: el de
escritor. Se trata de una docena de cuentos variopintos, donde del realismo
narrativo, pasa a al relato fantástico y a valerse de mitos y leyendas andinos
y amazónicos. Pero como se anota en el colofón de la contraportada del libro
con acierto, el cordón umbilical del libro radica en “la visualización plástica
y lírica que el autor hace de los escenarios donde ubica sus cuentos”. Su
lenguaje trasunta una vena poética envidiable, y donde podría haber caído en la
retórica fácil o en el circunloquio inadecuado, vadea los torrentes para darnos
una historia entretenida y en ocasiones subyugante.
Opino que bastarían los dos últimos relatos: “Los hombres de la
niebla” y “El sueño de una tarde en San
Miguel”, para poder asegurar que ha surgido en nuestro medio un talentoso
narrador. El primero es un cuento de amor y locura que transcurre entre una tribu amazónica y se
basa en una leyenda romántica maravillosa. En el segundo, al estilo del
uruguayo Horacio Quiroga y de nuestro compatriota José María Arguedas, la
naturaleza toma vida para convertirse en personajes capaces de enamorarse y
amar con envidiable pasión.
El libro abre sus páginas con La
apuesta final que transcurre en Buenos Aires, donde dos amigos que viven
precariamente mientras estudian se ven separados por cuestiones vocacionales, y
una sui generis apuesta dominical para
combatir el hambre nos llevará a un doloroso aunque tierno desenlace.
“La gran cena” en seguida nos enfrenta a un imaginativo
arquitecto-ingeniero que nos sugiere: “la casa de los balcones nos invita a
entrar por una puerta grande con sus dos hojas vidriadas, abiertas de par en
par. Un zaguán empedrado y en el centro una higuera con sus ramas largas de
maduros, o pisoteados cuando los duendes bajan prestos a llevarse a todos los
niños que se portan mal”. Luego vendrán el encuentro del familión con los niños
haciendo palomillada y media en medio de los conflictos que afloran entre los
mayores en tanto nacen nuevos afectos bajo la mesa entre la chiquillada.
En “La quinta de La Victoria”, una conocida tradición de Ricardo Palma
es volteada bajo otro punto de vista: el enfoque se dirige sobre la actitud de
los esclavos dentro de ese ambiente semi aristocrático que se viviera en la
casa de la esposa del presidente Rufino Echenique, doña Victoria Tristán.
Asistimos al maltrato sufrido por los negros de esta seudo nobleza supérstite y
de la burguesía emergente y de cómo los afroperuanos a casi veinte años de
declarada la independencia patria aún debían huir a los palenques para librarse
de los duros castigos que les infligían los mandones.
Luego llegamos a “La casona” cuando esta se encuentra en plena
destrucción, pero no a los ojos de quien la habitara antes de su
derrumbamiento, un viejo que vive la enajenación de dialogar con su querida
esposa haciendo remembranzas que pretenden mantener incólume la vieja casona,
con la cual se irán sus ensueños de revivir un tiempo pasado que
inexorablemente jamás habrá de retornar.
Salta entonces Cubas hacia un tema más ríspido con “Crispina”, una
pastorcita víctima de los abusos de su propia familia campesina: una madre
explotadora que ve en ella solo un brazo de trabajo y de su padre, en
apariencia su protector, pero que en el fondo la tratará aún peor que la mamá.
Toda la historia desemboca en una leyenda pueblerina donde la fantasía se
enarbola para reivindicar en el más allá a la niña vejada.
Pasamos al primer cuento amazónico “Inim romo (Aroma de serpiente)”, que
acaece en la tribu de los shipibos, pese a que en parte los acontecimientos
suceden en una universidad de la urbe, donde un joven proveniente de aquellos lares
no pierde su identidad. Algunas frases shipibas y parte de leyendas y
costumbres de estos aborígenes le prestan mayor encanto al relato.
Del mismo corte será el “El
zaguán”, aunque de trama verosímil, pues narra la triste experiencia de una sirvientita
prohibida de alternar con los “niños” en sus inocentes juegos, todo por la
conducta altanera del viejo abuelo terrateniente capaz de tratar como un pongo
a una inocente infante. En este como en el anterior cuento el corte social se
impone.
Arribamos de inmediato a un tema festivo “El lavatorio de Felico”, que
evidencia el machismo imperante en los pequeños pueblos del valle del Mantaro,
en este caso Cochas Grande, a causa de la muerte del maestro de escuela y de la
costumbre tradicional del lavado de ropa del difunto. Al llegar al lavado de
sus prendas íntimas surge un conato entre la viuda y una inesperadas amante del
difunto donde hasta los cantores-rezadores intervienen con letras alusivas al
hecho.
Pasa después al terrible “Mujumuyuy”, mundo de la brujería mezclada con
una leyenda tétrica donde las desapariciones inesperadas de muchos pobladores
se entremezclan con los malignos poderes del brujo. Esto se evidencia justo
cuando se realiza el “mujumuyuy” o la fiesta de los hitos, con banda de músicos
y todo lo demás. Aquí tenemos un manejo lingüístico del habla española de
quechua hablantes, la presencia de la tinya y el y el wajrapuco, de los platos típicos y de
una historia de amor frustrada. Termina por explicar el por qué el cóndor se convirtió
en un ave rapaz. El cuento se divide en tres capítulos.
Otro relato festivo es “Tejiendo el mañana”, basado en el matrimonio por
arreglo festejado de manera muy propia en un pueblecito serrano, donde este
acontecimiento se convierte en algo portentoso, pese a que el novio es diez
años menor que la novia. Los diferentes puntos de vista y la expectación de la
luna de miel que desvela a los pobladores, incluido el cura, nos harán reír de
buena gana. Otra narración de Cubas teñida de irónico humor.
Sobre los dos últimos cuentos ya se ha hecho referencia al comienzo de
esta reseña, por lo cual solo nos queda manifestar con convicción que nos
encontramos con un escritor que maneja con destreza diversas vertientes y
tópicos narrativos y que con toda seguridad nos deleitará con la lectura con
sus Sueños de palomas, cuyos zureos
nos han no solo de arrullar sino conmoverán nuestros corazones y mentes, a no
dudarlo.
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(*) Leído la noche del 9 de noviembre en el Hemiciclo
Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República, con motivo de la
presentación del libro Sueños de palomas,
de Daniel Cubas Romero.
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