EL CONCURSO
DE TEJEDORAS
Antonio Goicochea
Cruzado
(Texto y dibujos)
¿Quién será la ganadora?, era la pregunta entre la
multitud expectante. -Doña Rosita Romero, doña Isaura Correa Pérez, doña Jesusa
Cienfuegos, doña Vidalina Campos, doña Carmen Mendoza, son buenazas, pero doña Isolina
Romero Lingán termina un juego de servilletas en dos días y cuando está en
“apuros”, en día y medio; apuesto que ella ganará, decía el habladorazo Sata.
Los espectadores “limeños” y los “extranjeros”, en
pallaquino, los sanmiguelinos que viven en Lima o en las Europas y los Estates,
eran los más entusiastas. Se deshacían en galanterías, decían que esto es
revaloración cultural, que se debió haber hecho cada año, que el arte textil
sanmiguelino siempre fue reconocido aquí, allá y acullá, allende los mares,
como dice el simpático Bobachón. Es más, esta fiesta patronal había mayor
cantidad de visitantes, que otros años, decían, porque en el blog del
Pisadiablo Víctor Hugo y la página de internet cajamarca-sucesos.com de Juan
Paredes se había difundido la noticia. Hasta Elena Rivas y Laly Guerra
retornaron a recordar tiempos vividos. Toño Godoy nieto del Antucu, había
venido de Santiago de Chile y estrenaba su filmadora que le regalaron en
cumpleaños papá y mamá.
El jurado había pedido a Mamita Úrsula para que escogiera
el diseño de servilletas, que sería materia del concurso: servilletas de té con
motivos centrales de “dalias compuestas” enmarcadas por “coco empalmado”
utilizando hilo Alexander.
Cada concursante debería presentar ante el jurado una
servilleta confeccionada, incluyendo los tradicionales flecos amarrados en los cuatro lados.
El municipio había encargado a Milagritos Soberón,
presidenta de la Comisión de Educación y Cultura la organización de la
competencia, ella a su vez conformó una comisión de apoyo, la que contó con el
asesoramiento de la Doctora Haydée Quiroz Malca.
Se mandó confeccionar veinticuatro equipos de kungallpos,
calluas, hillahuaqueros, con el más “curioso” de los ebanistas: Don Juan
Alvítez, para que nadie tuviera la ventaja de usar sus propios instrumentos,
como fue la idea primigenia. Don Juan cumplió a satisfacción de las tejedoras y
comisión organizadora. Se invitó a concursar a las tejedoras, no a las
obrajeras, como que lo estipulaba las bases del concurso.
Mamita Úrsula, que no concursaría como tejedora, hizo el
“escogido” de los veinticuatro tejidos. Con la ayuda de su hija Carmen
Goicochea y su nieta Luz Victoria Quiroz, la víspera del concurso, entregó los
escogidos envueltos en sendos manteles blancos como las nubes de verano.
De cada uno de los ocho postes de luz de la plaza
principal del pueblo pendían tres tejidos numerados, del uno al veinticuatro.
En la parte central, en cambio, alrededor de la Pileta
que don Tirso Linares mandó confeccionar en Porcón, se exhibían añosos
amarradores, kungallpos, calluas, chambas, madejadores, hillahuaqueros, putics
y siquichas de doña Cristina Ríos, la iniciadora de los finos tejidos
sanmiguelinos, que don Jesús Rabanal Sarabia, Jelulito, los tenía
coleccionados.
Rosalino Quiroz hizo que las concursantes, de una
alforja, extrajeran sendas tarjetitas que guardaban sus números de concurso.
Las tejedoras buscaron su tejido y se colocaron enfrente de él, luciendo
sombreros sayamudinos de palma.
Después de escucharse las notas del Himno a San Miguel,
el Ing. Guillermo Espinoza Rodas, alcalde provincial, rodeado de su Concejo en
pleno, declaró iniciada la competencia. Los fla-shes de las camaritas digitales
de los turistas, iluminaron intermitentemente el ambiente y las tejedoras,
miraron a la iglesia y persignaron, luego, desenvolvieron con la mayor
reverencia los tejidos, se colocaron la siquicha y sobre mullida alfombra, otro
delicado detalle de la comisión, se sentaron e iniciaron el tejido. El
envoltorio traía consigo tijeritas e hilo mercerizado para el fleco.
La Banda de Músicos Santa Cecilia, de Moche, dejó
escuchar el “Jarro Verde” y doña Rosa Farro, que este año era la mayordoma del
día central de fiesta, había preparado una exquisita chicha de jora, que, aún
con su frescura, daba aliento a nuestras tejedoras. Manuel Díaz, el Soco, se
despachaba con una gruesa de bombardas.
¡Cómo pasaban el tramero por entre la urdimbre! ¡Cómo
bailaban esas delicadas manos sobre los hilos! ¡Qué atención en su trabajo!.
Rosita Castañeda con Pepe Rodríguez, alegrazos, se paseaban de poste en poste
estimulando a las concursantes, lo que más les gustaba era que haya cinco niñas
concursantes; Carla García y Jorge Lombardi del Instituto Nacional de Cultura,
comentaban que es así como se hace San Miguel, es así como se hace patria.
Decían que esto bien podía imitarse en Tacabamba y que teniendo como motivo los
sombreros, bien se replicaría en Celendín.
Transcurrida una hora de laboreo, afanes y piropos el
jurado, que era el Concejo en Pleno, con apoyo de Haydecita, empezó a recibir los trabajos. Por
la belleza lograda, aunque no por el menor tiempo, ganó doña Engracia Rodas, de
Sayamud,
El señor Alcalde entregó a doña Engracia, la constancia
de ganadora para ser canjeada por las escrituras de un stand, a propiedad, en
el Mercado de Artesanías del centro de Lima. La Banda Santa Cecilia se unió al
júbilo tocando una diana. El público, también, gritando hurras y vivas por San
Miguel.
-¡Viva San Miguel!, ¡viva!, ¡viva doña Engracia! De tanta
alegría el corazón se me salía del pecho, tanto y de qué manera habré gritado
que Ymelda, mi sempiterna y querida esposa, remeciéndome me decía: -¡Despierta
Antuco!, ¡despierta!, ¿qué otro de tus afanes habrás soñado, qué intensa
emoción habrás sentido que te agitó de esa manera? ¿¡Y a propósito, quién es
esa doña Engracia!?
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