Casita
inclinada, adormecida de sus recuerdos. La anciana sale todas las
mañanas a contemplar los días desde el largo balcón, en espera del hijo
que hace muchos años se partió. Le lava las prendas olvidadas y las pone a
secar al sol. Siempre pensando: mi muchacho
tenga que ponerse. Cuando la tarde se va despidiendo ella recoge las
prendas olvidadas y las guarda dobladitas porque aún perdura el olorcito
de muchacho travieso, ella queda dormida abrazando su nostalgia y cuando
ladran los perros corre al balcón... Y se sienta a
contemplar la noche y conversa con lejanas estrellas, la soledad se
sienta frente a ella, mirando el camino quieto y son las mismas
huellas...
Daniel Cubas Romero
Textos: Daniel Cubas Romero
Fotos: Víctor Hugo Alvítez
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