Julio 1882(*)
“Entre tanto, el general Iglesias –prosigue el mismo contemporáneo- que se encontraba en Chota, había tomado disposiciones ordenando buscar al enemigo y batirlo donde quiera que se le encontrase. El general, dejando en Chota la 1ª. División al mando del coronel don Lorenzo Iglesias, se constituyó en esta ciudad donde fue recibido con júbilo y entusiasmo que rayaba en delirio; jóvenes, ancianos y niños le pedían que lave con sangre la afrenta que habían inferido los chilenos al pueblo cajamarquino. El respetabilísimo caballero, don Mariano Castro Saldívar, empuñando una bandera peruana seguido de numeroso pueblo al acorde bandas de músicos, y al repique de las campanas que tocaban arrebato, recorría las calles juntando a los bravos que tenían ansiedad por volar al combate”.
“Aparte de que a las fuerzas que había traido el general Iglesias –advierte el mismo actor de los sucesos- se unieron muchos ciudadanos, se formó el escuadrón “Vencedores de Cajamarca” compuesto de lo más selecto de nuestra juventud. Tomó el mando de dicho cuerpo el señor Castro Saldívar, siendo capitanes los señores Mariano Castro Iglesias y Jacinto Sotomarino”.
El vocal de la Corte Superior de Loreto Julián Maradiegue escribiría en “El Oriente” de Iquitos a 13 de julio de 1907: “Cajamarca sintiese herida en su decoro, en su altivecen su entereza tradicional. Irguióse potente y llamó en la forma irresistible de las insinuaciones íntimas al Jefe Superior para que preparase el desquite”.
Obelisco en el campo de batalla en San Pablo
Don Vicente Pita en su “Anuario” relató los acontecimientos de esos días. El día 3 de julio reunidos en su casa los enardecidos grupos de los barrios, que no pudieron realizar el ataque a los chilenos en la noche del 29 de junio, y bajo un directorio compuesto de distinguidos y patriotas jóvenes, se acordó unánimemente atacar al enemigo en su cuartel de San Pablo; organizar el batallón “Vengadores de Cajamarca” y llamar para el ataque a las fuerzas peruanas acantonadas en Chota, despachándose el mismo día un expreso al Jefe Político y Militar del Norte. Se nombraron a los capitanes que debían proceder inmediatamente al alistamiento de voluntarios en sus respectivas compañías y todos henchidos de entusiasmo salieron resueltos a la lucha.
La noche de la llegada del mencionado Jefe Superior el Sr. Pita hizo quemar cohetecillos y repicar las campanas lo que alarmó a Prefecto coronel Callirgos Quiroga, quien colocó los cañones en la plaza, pero aclarado el asunto visitaron al general Iglesias que se encontraba indispuesto y se decidió realizar un mitin el día 10. Congregados este día los ciudadanos en la plaza de la Recoleta con la banda de músicos y muchas banderas y cohetes se inició el desfile por la calle Junín para bajar al puente Independencia, donde en el mismo sitio se levantaría el Arco conmemorativo al 13 de julio de 1882. El joven Santiago Rojas dirigió al pueblo un patriótico discurso, manifestando que había llegado el momento de castigar al invasor. Se continuó luego hasta la puerta de la jefatura donde se solicitó la presencia del Jefe Superior. Salió en su representación el Prefecto para manifestar que el Jefe estaba indispuesto y que aplaudía el patriotismo del pueblo de Cajamarca. Don Vicente hizo ver el objeto del pueblo y solicitó al Prefecto presidiera el comicio, quien los acompañó a la Plaza. El Dr. José A. Arteaga después de un elocuentísimo discurso fue designado para redactar el acta respectiva y a medida que ésta se firmaba organizábase en la casa que sirvió de cuartel a los chilenos el batallón “Vengadores de Cajamarca”, en el que estaban representados todos los gremios sociales: del foro los señores Indalecio Arce, José A. Arteaga y Julián V. Maradiegui; militares Soriano Pozo y otros; de la juventud Ricardo Bernal, los Sousa, Sotomarino, Justiniano Guerrero y muchísimos estudiantes; de los obreros todos los del batallón militarizado, como todo cajamarquino, tan ardorosos patriotas como el memorable Cuesta, que supo inmortalizar su nombre en la primera acción del 13 de julio. Desfiló después en correcta formación por compañías al compás de una marcha bélica, con atronadoras vivas al Perú, dirigiéndonos a la Jefatura Superior, donde entregué el acta que contenía el solemne juramento de venganza hecho por el pueblo cajamarquino, concluyendo por pedir armas e inmediata movilización sobre San Pablo. El Jefe Superior manifestó que le era muy sensible no satisfacer los deseos del pueblo por la falta absoluta de armamento, ofreciendo llamarnos tan pronto como lo consiguiera.
Completamente decepcionados regresamos a lal plaza donde se pronunciaron varios discursos rebosantes de patriotismo e indignación y después de una viva al Perú unísono e imponente, lanzado por todo el pueblo quedó disuelto el batallón que estaba llamado a dar a la patria una gloria mayor que la que le dio la columna del mismo nombre.
Al frenético entusiasmo de Cajamarca, sucedió un silencio sepulcral en la ciudad, como señal de muerte.
Eran las cinco de la tarde y atravesando la desierta plaza, encontré en la esquina del baratillo a don Mariano Castro Zaldívar, quien me manifestó el sentimiento que le había causado ver que la falta de armas privara al Perú del valioso contingente que le ofrecían los cajamarquinos sus paisanos, pero que estaba haciendo todos los esfuerzos para conseguir más armas de las pocas que ya tenía y que reuniera a los jóvenes para reorganizar “Vengadores”, cuyo nombre la había agradado mucho; concluyó con ofrecerme su casa, que estaba desocupada, citándome para el efecto, a una del siguiente día.
Concurrí a la cita, con un grupo de los principales jóvenes, como Maradiegue, Bernal, etc. y encontramos al Sr. Castro que estaba organizando una compañía a órdenes de su hijo Mariano con algunas armas. Pasamos a la casa inmediata de Bernal, donde tomamos los últimos acuerdos, hice traer mi caballo y dejándolo a mi amigo Dr. Carlos Montoya mi sombrero y bastón y dándole un abrazo que yo creía el último marchamos todos entusiastas al cuartel, quedando formada la columna “Vengadores” contra compañía al mando de Justiniano Guerrero.
Toda la noche pasamos requisando bestias en compañía del entusiasta joven comandante Haza, y aunque recorrimos todas las casas de los hacendados, desde la de don Catalino Miranda, no conseguimos sino un caballo en la del Sr. Agustín Pérez García, lo que nos valió la fortuna de que su dueño decidiera acompañarnos.
El comando de este cuerpo de voluntarios lo asumió el Coronel Manuel Hurtado y Haza.
La conmoción en la ciudad de Cajamarca, debió ser grande durante esas semanas, porque en los libros parroquiales solo se registran bautizos hasta el 24 de junio para apuntarse nuevamente a partir del 28 de julio; matrimonios hay 2 el 10 y uno el 19 de julio.
El alistamiento de los alumnos del Colegio Nacional San Ramón es objeto de una emotiva narración del Dr. Horacio H. Arteaga, que es preferible reproducir, lo mismo que la sentimental despedida de la casa materna.
Los estudiantes del juramento fueron Gregorio Pita, blanco, bautizado el 2 de octubre de 1861, de 17 días por el Pbro. Mateo Guerra, hijo natural de Francisco Pita y Mercedes García, siendo los padrinos don José Larrea con poder del Sr. Dr. Valentín Quesada; José Manuel Quiros, bautizado el 28 de abril de 1867, americano, hijo natural de Pedro Quirós y Manuela Goicochea, de nueve días, por el Pbro. Miguel Mariano Narro, padrinos Juan Quirós y Manuela Goicochea (¡sic!) Enrique Villanueva, del que no he encontrado la partida bautismal. El teniente Benigno Manso, era natural de Ascope, mestizo, a los 24 años “muerto de una herida de bala en La Chota” según se lee en el libro de defunciones de Santa Catalina, el 1º de julio de 1883.
El teniente Néstor Batanero, alumno de San Ramón, era limeño, según testimonio del coronel César A. Bazo, y hermano del también limeño sacerdote Narciso Batanero, Vicario castrense del Estado Mayor de la Jefatura Superior del Norte. El Pbro. Batanero estuvo en la Batalla de San Pablo, obsequió años más tarde un retablo a la iglesia de San Francisco, y falleció de canónigo de la Catedral de Lima. Según la partida de bautismo del seminarista Narciso sus padres fueron don Ramón Alberto Batanero y doña Rosa Infante y era “niño español” (parroquia de San Sebastián de Lima fjs. 69 v., n.217,3.12 1852).
Desde su hacienda Pauca, el 6 de julio, José M. Puga ofrece enrolarse, junto con algunos amigos, en “los últimos puestos de soldados” al saber que “un reducido número del ejército chileno arrió la bandera patria en el suelo de la libertad, como es reputado el que guarda la tumba de Atahualpa”. No se conoce la respuesta de Iglesias.
El día 11 el Jefe Superior lanzó una vibrante proclama, para incitar a los cajamarquinos a unirse a las fuerzas que combatirían al enemigo.
“A las seis de la mañana del día 12 de julio de 1882, en la Plaza de Armas formaban las fuerzas que debían marchar a San Pablo. Desde ese momento “Vengadores de Cajamarca” perfectamente montados en caballos de propiedad particular de cada uno de sus soldados tomó la vanguardia del ejército”, narra un testigo presencial. Vicente Pita escribió que ese día salió “un grupo de los ‘Vengadores’ del diminuto batallón Trujillo con otro grupito de artilleros y entre todos solo ascendían a poco más de cien hombres, con el risible nombre de 2º división”.
Durante la permanencia de Iglesias en Chota, incitó éste a que se formaran grupos de voluntarios para ayudar al ejército. La “Columna Chota” integrada por 69 hombres bajo el mando del Coronel de Guardia Nacional Manuel Antonio Sánchez; la “Columna Bambamarca” con 58 y jefe el sargento mayor Domingo Mejía; la “Columna Hualgayoc” con 28 y comandada por don Tomás Tejada; la “Columna San Miguel” con 25 dirigida por don Jacinto Barrantes; y la ·”Columna Llapa” con 22 bajo las órdenes de don Tiburcio I. Barrantes, respondieron a esa invitación.
Siguiendo las indicaciones del General en Jefe el día 6 salieron de Chota por el camino que conducía a la hacienda “Capellanía” las tropas acantonadas en esa población, legando a Bambamarca, el 7 pasaron a Hualgayoc, y el 8 en tránsito por Quilcate recibieron un expreso enviado por el Gobernador de San Miguel, comunicando que, parte de las fuerzas chilenas acampadas en ese pueblo se habían reconcentrado en San Pablo; el 9 llegaron a San Miguel e informado de la situación enemiga y del escaso número de combatientes peruanos frente a la superioridad del enemigo envió un expreso a Cajamarca.
Además “la situación de estas tropas era por demás lamentable: carecían de armamento y uniforme; utilizaban rifles de diversos sistemas…; los soldados ofrecían el más abigarrado de los aspectos semejando a nuestras colecticias montoneras de antaño, en donde se agrupaba un paisaje armado de rifles, escopetas y rejones” refiere el Dr. Urteaga.
Al llegar el parte oficial a manos de Iglesias, éste dispuso que la “Columna de Honor” compuesta de oficiales subalternos en número de 68 hombres, reforzada con 30 individuos de tropa del Batallón “Trujillo” Nº 1 y a órdenes del coronel Eudocio Ravines, saliera en el acto para San Pablo el día 11; al día siguiente lo seguiría el resto de los soldados.
(*) EL SIGLO. El primer semanario de Cajamarca. Año I, N° 20. Cajamarca, 12 al 19 de julio de 1982. Director: Luciano Escobar Díaz. Págs. 7 y 8.
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