Friday, February 12, 2010

CARNAVALES EN SAN MIGUEL

Víctor Hugo Alvítez Moncada


CARNAVALES EN SAN MIGUEL

Que bonito es San Miguel
con sus calles y avenidas,
con sus muchachas bonitas
y sus viejas juizgavidas.

El carnaval es una fiesta popular y del desenfreno que ensalza al Rey Momo o rey de la risa, el jolgorio, la burla, la diversión, la ironía y la alegría. Consiste en una celebración de disfraces, máscaras, bailes, reinas, unshas, juego con agua, talco y hasta pinturas. Está vinculado a las celebraciones religiosas, principalmente en el período de Cuaresma antes de Semana Santa del calendario cristiano.

San Miguel, tiene una larga costumbre con respecto a esta fiesta, con el entusiasmo de sus hijos y esperado año a año con fervor y emoción, resaltando la “llegada” de Ño Carnavalón y su séquito, desde la casa de don Próspero Gálvez en el Barrio Zaña, recorriendo las principales calles de la ciudad hasta hacer su ingreso triunfal en la Plaza de Armas, al son de “Carnaval, carnaval, alegría sin igual” o las clásicas coplas cajamarqunas y “matarinas” por una banda de músicos, luego instalarse en los balcones de la Municipalidad Provincial o el ex Club Unión Fraternal desde donde se leerá su esperado “Mensaje” encendido de humor y mil regalos.

Manuel Prado decretó
que no hubiese Carnaval,
San Miguel le contestó
cállate viejo animal.


Así, al acercarse Carnaval, el mes de febrero o marzo de cada año, se designa un Comité organizador por propia decisión y voluntad de la vecindad sanmiguelinos recayendo tantas veces en la figura insigne de Franco Augusto Romero Cruzado, quien contagiaba su espíritu entusiasta y alegría a la gente con quienes programaban la “llegada” de su majestad Ño Carnavalón, lleno de regalos para toda la multitud en especial las principales autoridades y personas notables, dentro de la ironía, la burla con el propósito de hacerles reflexionar y mejoren sus servicios o enmienden sus conductas. El Rey Momo ingresa el día Sábado de Carnaval, rodeado de un diablo que adelante corretea a los muchachos con su trenzado y un cortejo de múltiples personas disfrazadas con multicolores atuendos como guaripoleras, reinas, campesinos, policías, ancianos, etc.


Una vieja se orinó
en la gorra de un teniente,
el teniento lo tomó
creyendo que era aguardiente.
También el Comité estaba a cargo del reinado y baile social, los juegos con agua, las unshas; hasta el velorio y entierro del carnavalón, acompañado de cura y varias dolientes viudas como la representada por Manuel Carrascal Herrera, donde volvía a leerse el “testamento” dejando muchas cosas de valor pero en especial consejos para enderezar las conductas de los ciudadanos. en general, con amplia algarabía de los sones pegajosos de la banda de músicos de trajes mojados y rostros pintarrajeados también por el contagio de la fiesta y alegría impar.

Durante estos días, las damas no pueden salir de sus casas porque a la primera que la encuentran una mancha de muchachos ataviados de baldes llenos de agua le dan una bañada de cabeza a pies. Las mujeres desde sus ventanas o balcones sorprenden con buenos baldes de agua a los que pasan distraídos. Los muchachos con globos de agua ensayan la puntería hasta los balcones de las chicas prestas al juego. Otras mujeres se juntan al interior de la casa de una de ellas e invitan a ingresar a igual número de amigos y allí en pleno patio y a través del caño de agua, tinas y baldes llenos, se juega divertidamente hasta quedar totalmente mojados; luego vendrá la “negreada” de la cara, es decir una buena embetunada y algunas veces hasta con hollín mezclado de manteca era el final de esta baldeada carnestolendas. Sin embargo, en la actualidad, las chicas andan en grupos y pintarrajeadas listas para el juego, con baldes y globos haciendo correr a los muchachos, se enfrentan cara a cara en las baldeadas.


Antiguamente existían pilancones de agua en las esquinas de algunas calles, allí los hombres llenaban sus globos, otros portaban “jeringas” grandes de lata hechas por el tío Ananías Huerta que servían tanto para inflar los globos y lanzar el agua con fuerza hasta los balcones de las muchachas. Por las tardes y por la lluvia y el frío, no se jugaba con agua, los muchachos con las manos llenas de polvo o talco, echaban a los rostros sonrosados de las damitas dejándolas totalmente blancas; otros palomillas, llenaban con harina una media de nylon de mujer y con esa bola golpeaban a las mujeres a quienes aparte de banquearlas les causaba dolor por la fuerza y el peso del bulto blanco. Algunos llenaban los globos de agua y anilina, resultando más afectada a quien le caía.
En las calles la voz entusiasta y contagiante de Manuel Díaz Villate, nuestro querido “Soco” junto a Arcelio Sánchez; el saxofón de Julio Soberón, bandoleón de Manuel Cubas, las guitarras de Benjamín Malca y Glover Sanjinés, la mandolina de Rafael Tello y hasta el violín de Severo; entre otros músicos e intérpretes de las pícaras coplas, con la cara blanqueada de talco o ennegrecida, resaltando los dientes blancos, varias vueltas de serpentinas multicolores al cuello y unos buenos tragos de aguardiente, se dejaban escuchar:

Todas las mujeres tienen
dos limones en su pecho,
dos cuartitas más abajo
la cueva de los leones.

Y así continuaban por las principales calles del pueblo hasta hacer su ingreso a la Plaza de Armas de San Miguel, deteniéndose en la tienda de don Alberto Quiroz Burga que entre copla y copla de cariño, amistad, burla y gratitud, iban arrancando algunos tragos de licor en plena puerta de su establecimiento comercial, ante la multitud de personas que iban sumándose al canto y la tibieza de la fiesta carnestolendas. Se despedían con otras coplas prosiguiendo por Zaña y de paso visitar las tiendas de don Julio Vásquez, don Telmo Quiroz, don Domingo Bardales, don Nelson Serrano, entre otros

En San Miguel el carnaval es una fiesta tradicional, no se tiene un registro histórico pero la tradición da cuenta de su antigüedad cuando nuestros ancestros indican que cantaban algunas coplas que el tiempo ha desaparecido de sus anaqueles, como aquella que entonaba nuestra Encarnita:

Allá arriba en aquel cerro
hay un palo colorado
para amarrar a los borrachos
cuando vienen del mercado

Carnaval es ampliamente celebrado en Cajamarca y como tal en todas sus provincias de forma similar: “En este mes de febrero, es típico que en diversas ciudades del Perú se celebren los carnavales. Pero es en la ciudad de Cajamarca donde el Carnaval es una de las festividades más grandes y más importante celebrado en el país. Es por ello que Cajamarca fue llamada por ley del Congreso de la República como Capital del Carnaval Peruano… Los carnavales cajamarquinos son ricos en expresiones culturales y tradicionales como por ejemplo, el concurso entre los 5 barrios de Cajamarca, que se alistan todo el año para la contienda musical. Pero el punto culminante es la entrada del Ño Carnavalón. Este festivo personaje, que marca el final del carnaval, y baja a la ciudad acompañado de comparsas, patrullas, cabezones, llenando el espíritu de alegría, mprov, marineras y cashuas, junto con alguno que otro ritmo moderno… Luego, se realiza el entierro de Ño Carnavalón en los Baños del Inca. Allí, ante todo el pueblo cajamarquino, se lee el testamento de este personaje. En este documento deja picarescos y sarcásticos bienes a las autoridades y personajes del lugar, lo que causa la hilaridad total entre los presentes”.


Nos alegra saber que como en nuestra capital departamental o regional, el Carnaval de San Miguel logre día a día mayor prestancia, con el concurso de coplas, la participación de la reina sanmiguelina en el corso central de Cajamarca, entre otras novedades. Debemos decir que el “mensaje” y “testamento” de Ño Carnavalón, se maneje de la mejor manera como solía hacerse antes, sin llegar al insulto o afectar la dignidad y honor de las personas o sus familiares; es decir, la sátira o la broma con mucha altura y como siempre el respeto mutuo que caracteriza a los sanmiguelinos, perdure siempre. “Cajamarca, y su afamado Carnaval nos trae a la memoria su inconfundible melodía e ingeniosas y humorísticas letras. Sus coplas improvisadas y matarinas contienen también versos pícaros y amorosos, cantados a contrapunto”

Las campanas ya sonaron
dando las doce del día,
anda pronto a la cocina
que mi tripa está vacía.

Años atrás se llenaba el pozo de la pileta de la plaza de armas de San Miguel, y el domingo de carnaval era denominado “Carnaval macho” porque los muchachos se agarraban en una baldeada general. En los bailes, los hombres usaban unos chisguetes olorosos de éter que a distancia alcanzaba a alguna dama de su preferencia. Entre baile y baile se conquistaba a las bellas damas a través de los diferentes mensajes románticos escritos en las serpentinas que adornaban el cuello de hombres y mujeres en general. Nuestro pueblo todavía contaba con acequias en sus calles, en ellas se empozaba el agua y a baldazo limpio se jugaba con las amigas que aceptaban el reto. Se hacía elección de las reinas de belleza en base a venta de números entre dos o tres guapas postulantes al cetro; el domingo se las paseaba en un carro alegórico ante el aplauso y admiración del público y animación de la banda de músicos.
Víctor Hugo Alvítez, acompañando a su hermana Elina (reina de Carnaval, 1981) y Miguel Cubas (paje)

San Miguel goza a plenitud su carnaval, hasta el día Miércoles de ceniza, fecha en que fallece Ño Carnavalón, para el juego con agua. Ese día es velado en un cajón frente a la municipalidad –al estilo velorio y entierro de verdad-, le colocan velas, coronas de distintos colores y tarjetas con mensajes chistosos aparentemente enviados por alguno de sus “deudos”. Por la tarde, y antes de partir el cortejo fúnebre hasta el panteón volverá a leerse su “testamento” donde deja todos sus aparentes pertenencias y bienes a autoridades, viudas y público; y rodeado de muchas y dolientes “viudas” vestidas completamente de trajes negros y que son hombres palomillas quienes a través de su recorrido van desmayándose una tras otra y alguna de ellas, cayéndose varias veces cerca de las mujeres jóvenes acompañantes de dicho entierro. Delante del féretro va un “cura” quien en cada esquina se detiene para hacer un responso e incluso alcanzar a los vecinos algunas frases de amistad o burla. Una vez que llega al panteón o cementerio general de San Miguel, las viudas aumentan su dolor y desmayo tras desmayo le piden a su “difunto marido” vele por ellas y por sus criaturas que se quedan en la orfandad. Luego, tras el cementerio será quemado Ño Carnavalón, aquel gran muñeco confeccionado en base a ropas viejas, máscara y relleno de viruta. Así volverá la calma al pueblo sanmiguelino para continuar la diversión con las unshas.
En mi tierra nuay trabajo
mi siquiera de albañil,
antes que me digan vago
me voy de Guardia Civil.

En las principales calles o barrios, se pararán las unshas que son árboles de aliso vestido con juguetes, frutas u otros artículos de plástico como embudos, tinas, etc. También abanicos, banderas y serpentinas. Cómo olvidar aquellas unshas de doña Delma Romero. Los vecinos y amigos, alrededor de la unsha cantan cogiéndose de las manos, uno a uno van dando un hachazo o machetazo al árbol hasta que poco a poco van adelgazando el corte, cayendo pesadamente el árbol. La gente se lanza a coger los regalos, de los balcones cercanos llegan algunos baldazos de agua. La fiesta y el baile continúan hasta altas horas de la noche y últimas consecuencias.
La fiesta sigue con las unshas durante esa semana. El siguiente domingo, aparecerán otros disfrazados celebrando el denominado “Día de las viejas” fecha impulsada por el entusiasmo de don Víctor Bardales y vecinos del Barrio Zaña. Luego vendrá el llamado “Huarco” que se celebraba en la casa de don Santos Malca Ramírez a través de doña Conshe y familia. El baile, la diversión y los ofrecimientos iban poco a poco extinguiéndose y con ellos la fiesta del Carnaval de dicho año y con tristeza esperar el año siguiente.
Esta noche no más canto
y mañana todo el día,
pasau mañana se acaba
de mi pecho la alegría.
Las fotografías corresponden al Carnaval de San Miguel de 1997. Archivo: Foto@rte Pisadiablo

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