Aun
se siente el olor a leña entre esas paredes cálidas de adobe, sentarse
en esa banca y contemplar la chacra, la hierba crecida, los niños que
juegan, mientras bandadas de palomas dibujan en el cielo la bella
libertad.
Y
las tardes llegan con hambre y se cobijan en la cocina, llegan con su
capa gris trayendo el frio y con él nos sentamos a tomar un café pasado
que nos sirve la Abuela Carmen. La gata Betusha se sube a nuestras
piernas y ronronea cerrando sus ojos cada
vez que le rasco las orejas. Las tardes en San Miguel son espléndidas
porque el tiempo se mece por las copas de los árboles, por las vigas, por la caña con barro a escuchar nuestras conversaciones.
Daniel Cubas Romero
Textos: Daniel Cubas Romero
Fotos: Víctor Hugo Alvítez
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