Aquella mañana le conté a
mamá que iba a desfilar, me preparó un buen desayuno, me peinó y la apuré
porque o si no llegaba tarde y al profesor Linares le encantaba la
puntualidad. Cuando entramos a la Plaza de Armas hice mi propia fila era
el del uniforme gris, el más chiquito pero el que mejor marchó ese 28 de
Julio. Todos nos aplaudieron y vi a mamá emocionada secando sus
lágrimas.
Daniel Cubas Romero
Textos: Daniel Cubas Romero
Fotos: Víctor Hugo Alvítez
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