Thursday, July 13, 2017

Prólogo para: MALÚ: TIERRA ADENTRO Y TIERRA AFUERA / Bethoven Medina Sánchez



Prólogo para:

MALÚ: TIERRA ADENTRO Y TIERRA AFUERA


Cultural Pis@diablo.- Melacio Castro Mendoza (1946), engendrado, enraizado o descendiente de nuestros verdes predios distritales de San Gregorio o mejor para él: “Sangre gorio”: San Miguel - Cajamarca, fruto de padres andinos quienes migraron aguas abajo orillando el bullanguero río Loco o Chamán hasta encontrar sedientos desiertos, estancia o suelo firme con miras de hacerlo florecer del entonces caserío Caín, o Cainmarka como prefiere sobrellamarlo o rebautizarlo al humilde poblado perteneciente al distrito Pacanga, provincia Chepén (La Libertad), en búsqueda de porvenir para la amplia prole.
Estudió Ciencias Sociales, Filosofía e Historia en la Universidad Nacional de Trujillo –Perú, y en la Universitat Dufsburg y Essen (UDE) – Alemania. Radica en Essen más de 40 años al lado de su esposa Annette y donde ha descollado profesionalmente y como notorio escritor de novelas, cuentos y poesías, inspirados en la realidad e imaginación, cargados de sublimes y atesorados recuerdos y nostalgias por el solar y lar de nuestra tierra y generosa patria.
En el campo literario, destacan sus obras: La agonía súbita, Memorias de M. Julca, El hombre de Rupak Tanta, 2015, Batallas y sueños de Uchku Pedro y Las buenas intenciones, 2016, entre otras, estas últimas publicadas en libros físicos y Ebook por la acreditada Editorial Club Universitario (ECU) de Alicante – España.
Una nueva razón para sentir el orgullo de nuestros coterráneos afincados en el mundo, prestigiando las letras peruanas, liberteñas o cajamarquinas.
¡Salud, por la nueva criatura que vuelve enaltecer sentimientos, sueños, esperanzas!

 
Escritor Melacio Castro Mendoza
 
Melacio Castro Mendoza ha escrito Malú: tierra adentro y tierra afuera, poemario cuyo tema central es el amor de pareja en formato de testimonio lírico, exhibiendo el más noble de los sentimientos. Es el amor meditado y convicto de fe en el itinerario de todo hombre que vuelve a la mujer, como los viajeros vuelven a revisar su visión y misión de vida.

La agradable aparición del amor es declarada en el poema inicial del libro:

Cuando menos lo esperaba
insurgiste ante mí
como al encuentro de las sedientas
hierbas
insurge el agua desde las rocas.
«Emergencia».

Su poesía nace de las emociones que lo confronta con la realidad y lo presenta en coloquial discurso. Son versos con su propia dialéctica buscando siempre la estética. Considera que amar es una bendición:

¿Recuerdas, mi Ludmila, la tarde
en que a campo abierto, sobre la fresca
humedad
de indecibles parajes, incondicional
y tierna me brindaste tu inocencia?

A contraluz, tu desnudez se confundió».
«Bendición».

La investigadora de antropología en Estados Unidos, Helen Fisher, señala que «el impulso del amor está profundamente imbricado en el cerebro humano. Por lo tanto, el amor es una necesidad fisiológica, un instinto animal y también el resultado de un flujo químico cerebral». Por ello, el hombre vuelve a ser expresión de sentimiento, sin alejarse del hábitat que ocupa:

Junto a un río, entre la arena
y ciertas piedras protegiéndonos del viento,
su exquisita estructura
me supo a delicias.
Su pecho,
un bosque en llamas dispuestas a apagarse
solo con la humedad de mis besos,
sabía a pan y a trigo».
«Junto a un río».

A pesar de que el aedo Castro Mendoza radica años en Essen, Alemania, se siente allí como en su propia casa del valle de Jequetepeque, lo cual nos permite catalogarlo como escritor andino, costeño y, a veces, selvático. Siente y evoca el paisaje  de nuestro telúrico Perú, donde está su hogar, al cual no renuncia  a pertenecer, porque está bajo el mismo cielo:

Las largas espinas de los cactus
nos servían para a cuatro manos
pergeñar día y noche
dorados
petates
que al saberse depositarios
de nuestra humanidad,
sabían a ofrendas
de los vientos».
«Bajo el cielo».

¿Es la amada, la vida? Por supuesto que sí, es fuente de la existencia, porque todo se mueve desde su mirada en donde empieza el horizonte vital de la natura en el jardín.

Solía sorprenderla
cultivando a dos manos mi jardín.
Su mirada, en aquellos momentos,
albergaba cien horizontes dispuestos
a ser verdes.
Loando mis orquídeas
declaraba: “Tus besos son mi agua”.
Su voz y su sonrisa sonaban a campana
y a delirio.
«Fuente de vida».

El amor o el amar, nacen del mar. En su volumen se contiene a él mismo. El mar  representa eternidad y movimiento, como la emoción amorosa del habitante común. Ante ello, el poeta expresa:

Dos  galopes, dos corceles
mis pasos acosan y mi vida alientan, Malú:
el mar, el mar y tú.

Tu frente acumula misterio de claveles
y tus hombros, amor mío,
ante cuya desnudez mi corazón desmaya,
sumen mi alma en completo desvarío.

Para no derrumbarme, me acuesto a la playa».
« El mar y tú».

Melacio Castro Mendoza eleva su lirismo amatorio hasta la desnudez de la entrega inocente y hermosa. Entonces, recordamos a Khalil Gibran cuando nos advierte: «Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura; que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas».

Junto a mi oído tu voz
suena a vaivén de sonata
sumada a una rama de mimosa.

Tus manos, amor mío, son dos
pétalos de innata
tierna rosa.

Mi boca busca tu cuello. Entre tanto, tu garganta
me ensalza con suspiros en forma de oleajes».
«Mi invariable cabotaje».

En Malú: tierra adentro y tierra afuera, los mejores poemas expresan breves remembranzas, estampas de cariño y recuerdos, y cada palabra se convierte en vehículo que traspasa las añoranzas, por lo cual habrán de subsistir en el tiempo y el espacio para ser sentidos por los enamorados de  hoy y siempre. Los poemas tienen construcción sintáctica y presentan plasticidad en sus imágenes, por lo cual resultan memorables con su sentimiento. A veces, entre lirismo, aborda signos de erotismo, leamos:

De tu cintura para arriba, mi luna.
De tu vientre para abajo,
la hierba en que me sé afortunado escarabajo
saboreando la fortuna
de las aguas de una laguna
dulce aún en su más oscura brisa».
«Barco en seguro puerto».

El poeta capitaliza los significados de las palabras que representan el ropaje de su expresión para su caudal sentimental, como en los siguientes versos:

Dos palabritas tuyas bastaron
para que, acostados sobre una gran pradera,
abrazados tú y yo por la luz de primavera,
mis tristes aflicciones concluyeran.

Para el vecino bosque y el follaje
que, inquietos, lo atestiguaron,
aquella palabritas eran
la luz, la fuerza y el fulgor
que entonces faltaban a su paisaje».
«Dos palabritas».

Siempre el mar ha sido y será elemento poético y amatorio. En este, los poetas encuentran las connotaciones más representativas para evidenciar sus sentimientos, anhelos y proyecciones. El mar es mudo testigo de amores eternos y secretos. Leamos un poema que expresa, además de amor, promesa juvenil.

En la playa, sobre la arena,
como jugando, con puño firme, escribiste:
«Que nunca me falte la espuma ni la sal
de tu boca».

Aunque las olas y el tiempo borraron
lo que para el viento
 fue solo una ingenua confesión,
mi corazón, guardián de tus deliciosas travesuras
respondió y reafirma:
«Bañada en brisa, la arena de la playa
suele devolverme, cuando la beso,
la espuma y la sal de tu inmortal boca».
El mar y yo te esperamos.
«El mar y yo».

Octavio Paz escribió que el Romanticismo «fue una reacción contra la Ilustración y, por tanto, estuvo determinado por ella; fue uno de sus productos contradictorios. Tentativa de la imaginación poética por poblar las almas que había despoblado la razón crítica, búsqueda de un principio distinto al de las religiones y negación del tiempo fechado de las revoluciones, el Romanticismo es la otra cara de la modernidad: sus remordimientos, sus delirios, su nostalgia de una palabra encarnada». Y esto ocurre en algunos poemas de Melacio Castro Mendoza, pues el desamor y el desencanto también tienen su oleaje en el sentimiento amatorio. Leámoslo:

Si me faltas cuando me faltas como me faltas,
los días se me convierten en aceradas cadenas
atadas a indestructibles barras.
Las noches, pesadas sombras y ogros
embrujados
me devuelven tu imagen esquiva
a veces puesta de cabeza.
«Tu ausencia y mi rosa».

Sin embargo vuelven la fe y la esperanza, intrínsecos en el amor de pareja. Por eso, la tolerancia y valoración renacen la llama amorosa al ir amando.  Cada historia de verdadero amor es también una leyenda.

Si hay algo que al cambio de los siglos
idéntico permanece a lo que es y fue,
Malú, es mi completo amor por ti.

[....]

Tierra adentro y tierra afuera,
Malú, eres mi reserva de agua dispuesta».
«Leyenda».

Amor mío,
entre las aguas de un río
hay una piedra verde, de musgo cubierta.
Ajena a cualquier presunción,
semejante a silenciosa puerta,
afirma para ti tener un corazón
que sumado al mío,
aporta a su río
ternura
y devoción.
«Tuyo».

Aunque existe redundancia en el poema «Incitación», nos parecen intensos los versos en los cuales el ritmo interno conlleva celebración y festividad de amantes.

Me tientas, me besas, me incitas;
me buscas, me pulsas, me encrespas;
me desnudas, me palpas, me curvas,
me copas, me divides, me ofuscas.

Me lames, me avanzas, me turbas,
me asciendes, me volteas, me moras;
me muerdes, me fumas, me hieres,
me impulsas, me lanzas, me incendias».
«Incitación».

El árbol siempre ha sido y será un elemento vital para las representaciones poéticas. Así ocurre en algunos poemas de Melacio Castro Mendoza. Leamos:

Me ve el pino, triste y detenido
al alcance de su sombra.
Alarmado, el verde lenguaje de sus ramas
suplica al arce fije en mí sus brujos ojos.
Obediente, detecta este mi enrojecida testa
y comunica al pino mi condición de resina
expuesta al aire, a punto de incendiarse».
«Incitación».

Como ocurre en las historias amorosas, todo tiene su final, nada dura para siempre como cantaba Héctor Lavoe. Las separaciones se dan por innumerables motivos que no necesariamente conllevan desamor, sino que también pueden ser por cuestiones económicas, de estudios, de viajes, de trabajo, de salud y hasta de volar al infinito. Entre ellas se prueba el amor verdadero, el cual todo lo supera en su dimensión de eternidad. Cada uno puede seguir viviendo el amor en cuerpo presente o a través de la relevación de emociones, porque el hombre, al final, actúa de acuerdo a las circunstancias y a las oportunidades. Cada uno con su destino y forma de conceptuar la vida. Melacio Castro Mendoza jamás perdió la fe y el encanto de amar, lo cual evidencia en sus versos del siguiente poema:

Lejos de ti, me lanzo a tu búsqueda.
Al hombro tus recuerdos labrados roca,
asciendo montañas de infinitos picos.
¡Tras tus pasos, jamás me agoto!
«Tierra adentro y tierra afuera».

En este libro de poemas el eje conductor es el amor que supera los motivos de la desolación. Solo queda la eternidad más allá de los límites existenciales. Es el enigma de lo finito lo que poetiza el poeta Castro Mendoza, lo cual reconforta por cuanto se prueba que el sentimiento fue sincero y que, por lo tanto, continuará en las otras dimensiones de manifestación de vida, más allá del amor terrenal. La pregunta se convierte en afirmación, como lo auguran los versos de a continuación:

Detrás de unas rocas de un esplendoroso fiordo,
una tarde ella me abrazó y dijo: “Si algún día
me voy al lugar del que jamás se vuelve,
vuelve tú a este maravilloso paisaje
y durante un amanecer,
con tus brazos tendidos hacia el cielo
subraya
mis gracias al padre sol
por haberte puesto él en mi camino”».
«Preguntas».

Bethoven Medina Sánchez

 Piura (Perú), 2017.

 
Poeta Bethoven Medina Sánchez 

 Melacio Castro Mendoza, acompañado de su esposa Annette (alemana), sobrina y Víctor Hugo Alvítez, en visita a Chimbote departiendo un sabroso cebiche.

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