Prólogo
para:
MALÚ: TIERRA ADENTRO Y
TIERRA AFUERA
Cultural Pis@diablo.- Melacio Castro Mendoza (1946), engendrado, enraizado o
descendiente de nuestros verdes predios distritales de San Gregorio o mejor
para él: “Sangre gorio”: San Miguel - Cajamarca, fruto de padres andinos
quienes migraron aguas abajo orillando el bullanguero río Loco o Chamán hasta
encontrar sedientos desiertos, estancia o suelo firme con miras de hacerlo
florecer del entonces caserío Caín, o Cainmarka como prefiere sobrellamarlo o
rebautizarlo al humilde poblado perteneciente al distrito Pacanga, provincia Chepén
(La Libertad), en búsqueda de porvenir para la amplia prole.
Estudió Ciencias Sociales, Filosofía e Historia en la Universidad
Nacional de Trujillo –Perú, y en la Universitat Dufsburg y Essen (UDE) – Alemania.
Radica en Essen más de 40 años al lado de su esposa Annette y donde ha descollado
profesionalmente y como notorio escritor de novelas, cuentos y poesías,
inspirados en la realidad e imaginación, cargados de sublimes y atesorados recuerdos
y nostalgias por el solar y lar de nuestra tierra y generosa patria.
En el campo literario, destacan sus obras: La agonía súbita, Memorias
de M. Julca, El hombre de Rupak Tanta,
2015, Batallas y sueños de Uchku Pedro y Las buenas intenciones, 2016, entre otras, estas últimas publicadas
en libros físicos y Ebook por la acreditada Editorial Club Universitario (ECU)
de Alicante – España.
Una nueva razón para
sentir el orgullo de nuestros coterráneos afincados en el mundo, prestigiando
las letras peruanas, liberteñas o cajamarquinas.
¡Salud, por la nueva
criatura que vuelve enaltecer sentimientos, sueños, esperanzas!
Escritor Melacio Castro Mendoza
Melacio Castro Mendoza ha escrito Malú: tierra adentro y tierra afuera, poemario cuyo tema central es el amor de pareja en
formato de testimonio lírico, exhibiendo el más noble de los sentimientos. Es
el amor meditado y convicto de fe en el itinerario de todo hombre que vuelve a
la mujer, como los viajeros vuelven a revisar su visión y misión de vida.
La agradable aparición del amor es declarada en el poema inicial del
libro:
Cuando menos lo esperaba
insurgiste ante mí
como al encuentro de las sedientas
hierbas
insurge el agua desde las rocas.
«Emergencia».
Su poesía nace de las emociones que lo confronta con
la realidad y lo presenta en coloquial discurso. Son versos con su propia
dialéctica buscando siempre la estética. Considera que amar es una bendición:
¿Recuerdas, mi
Ludmila, la tarde
en que a
campo abierto, sobre la fresca
humedad
de
indecibles parajes, incondicional
y tierna me
brindaste tu inocencia?
A contraluz,
tu desnudez se confundió».
«Bendición».
La investigadora de antropología en Estados Unidos,
Helen Fisher, señala que «el impulso del amor está
profundamente imbricado en el cerebro humano. Por lo tanto, el amor es una
necesidad fisiológica, un instinto animal y también el resultado de un flujo
químico cerebral». Por ello, el hombre vuelve a ser expresión de
sentimiento, sin alejarse del hábitat que ocupa:
Junto a un río, entre la arena
y ciertas piedras
protegiéndonos del viento,
su exquisita estructura
me supo a
delicias.
Su pecho,
un bosque en
llamas dispuestas a apagarse
solo con la
humedad de mis besos,
sabía a pan
y a trigo».
«Junto a un río».
A pesar de que el aedo Castro Mendoza radica años en
Essen, Alemania, se siente allí como en su propia casa del valle de
Jequetepeque, lo cual nos permite catalogarlo como escritor andino, costeño y,
a veces, selvático. Siente y evoca el paisaje de nuestro telúrico Perú,
donde está su hogar, al cual no renuncia a pertenecer, porque está bajo
el mismo cielo:
Las largas
espinas de los cactus
nos servían
para a cuatro manos
pergeñar día
y noche
dorados
petates
que al
saberse depositarios
de nuestra
humanidad,
sabían a
ofrendas
de los
vientos».
«Bajo el cielo».
¿Es la amada, la vida? Por supuesto que
sí, es fuente de la existencia, porque todo se mueve desde su mirada en donde
empieza el horizonte vital de la natura en el jardín.
Solía
sorprenderla
cultivando a
dos manos mi jardín.
Su mirada,
en aquellos momentos,
albergaba
cien horizontes dispuestos
a ser
verdes.
Loando mis
orquídeas
declaraba:
“Tus besos son mi agua”.
Su voz y su
sonrisa sonaban a campana
y a delirio.
«Fuente de vida».
El amor o el amar, nacen del mar. En su volumen se
contiene a él mismo. El mar representa eternidad y movimiento, como la
emoción amorosa del habitante común. Ante ello, el poeta expresa:
Dos
galopes, dos corceles
mis pasos
acosan y mi vida alientan, Malú:
el mar, el
mar y tú.
Tu frente
acumula misterio de claveles
y tus
hombros, amor mío,
ante cuya
desnudez mi corazón desmaya,
sumen mi
alma en completo desvarío.
Para no
derrumbarme, me acuesto a la playa».
« El mar y tú».
Melacio Castro
Mendoza eleva su lirismo amatorio hasta la desnudez de la entrega inocente y
hermosa. Entonces, recordamos a Khalil Gibran cuando nos advierte: «Amaos el uno al
otro, pero no hagáis del amor una atadura; que sea, más bien, un mar movible
entre las costas de vuestras almas».
Junto a mi
oído tu voz
suena a
vaivén de sonata
sumada a una
rama de mimosa.
Tus manos, amor mío, son
dos
pétalos de innata
tierna rosa.
Mi boca
busca tu cuello. Entre tanto, tu garganta
me ensalza
con suspiros en forma de oleajes».
«Mi invariable cabotaje».
En Malú: tierra adentro y tierra afuera, los mejores poemas expresan breves remembranzas,
estampas de cariño y recuerdos, y cada palabra se convierte en vehículo
que traspasa las añoranzas, por lo cual habrán de subsistir en el tiempo y el
espacio para ser sentidos por los enamorados de hoy y siempre. Los poemas
tienen construcción sintáctica y presentan plasticidad en sus imágenes, por lo
cual resultan memorables con su sentimiento. A veces, entre lirismo, aborda
signos de erotismo, leamos:
De tu cintura
para arriba, mi luna.
De tu
vientre para abajo,
la hierba en
que me sé afortunado escarabajo
saboreando
la fortuna
de las aguas
de una laguna
dulce aún en
su más oscura brisa».
«Barco en seguro puerto».
El poeta capitaliza los significados de las palabras
que representan el ropaje de su expresión para su caudal sentimental, como en
los siguientes versos:
Dos
palabritas tuyas bastaron
para que,
acostados sobre una gran pradera,
abrazados tú
y yo por la luz de primavera,
mis tristes
aflicciones concluyeran.
Para el
vecino bosque y el follaje
que,
inquietos, lo atestiguaron,
aquella palabritas
eran
la luz, la
fuerza y el fulgor
que entonces
faltaban a su paisaje».
«Dos palabritas».
Siempre el mar ha sido y será elemento poético y
amatorio. En este, los poetas encuentran las connotaciones más representativas
para evidenciar sus sentimientos, anhelos y proyecciones. El mar es mudo
testigo de amores eternos y secretos. Leamos un poema que expresa, además de
amor, promesa juvenil.
En la playa,
sobre la arena,
como
jugando, con puño firme, escribiste:
«Que nunca me falte la espuma ni la sal
de tu boca».
Aunque las
olas y el tiempo borraron
lo que para
el viento
fue
solo una ingenua confesión,
mi corazón,
guardián de tus deliciosas travesuras
respondió y
reafirma:
«Bañada en brisa, la arena de la playa
suele
devolverme, cuando la beso,
la espuma y
la sal de tu inmortal boca».
El mar y yo
te esperamos.
«El mar y yo».
Octavio Paz escribió que el Romanticismo
«fue una reacción contra la Ilustración y, por tanto, estuvo determinado por
ella; fue uno de sus productos contradictorios. Tentativa de la imaginación
poética por poblar las almas que había despoblado la razón crítica, búsqueda de
un principio distinto al de las religiones y negación del tiempo fechado de las
revoluciones, el Romanticismo es la otra cara de la modernidad: sus
remordimientos, sus delirios, su nostalgia de una palabra encarnada». Y esto ocurre en algunos poemas de Melacio Castro
Mendoza, pues el desamor y el desencanto también tienen su oleaje en el
sentimiento amatorio. Leámoslo:
Si me faltas cuando me faltas como me faltas,
los días se
me convierten en aceradas cadenas
atadas a
indestructibles barras.
Las noches,
pesadas sombras y ogros
embrujados
me devuelven
tu imagen esquiva
a veces puesta de cabeza.
«Tu ausencia y mi rosa».
Sin embargo vuelven la fe y la esperanza, intrínsecos
en el amor de pareja. Por eso, la tolerancia y valoración renacen la llama
amorosa al ir amando. Cada historia de verdadero amor es también una
leyenda.
Si hay algo que al cambio de los siglos
idéntico
permanece a lo que es y fue,
Malú, es mi completo amor por ti.
[....]
Tierra
adentro y tierra afuera,
Malú, eres mi reserva de agua dispuesta».
«Leyenda».
Amor mío,
entre las
aguas de un río
hay una
piedra verde, de musgo cubierta.
Ajena a
cualquier presunción,
semejante a
silenciosa puerta,
afirma para
ti tener un corazón
que sumado
al mío,
aporta a su
río
ternura
y devoción.
«Tuyo».
Aunque existe redundancia en el poema «Incitación», nos parecen intensos los versos en los cuales el
ritmo interno conlleva celebración y festividad de amantes.
Me tientas, me besas, me incitas;
me buscas,
me pulsas, me encrespas;
me desnudas,
me palpas, me curvas,
me copas, me
divides, me ofuscas.
Me lames, me
avanzas, me turbas,
me
asciendes, me volteas, me moras;
me muerdes,
me fumas, me hieres,
me impulsas, me lanzas, me incendias».
«Incitación».
El árbol siempre ha sido y será un elemento vital para
las representaciones poéticas. Así ocurre en algunos poemas de Melacio Castro
Mendoza. Leamos:
Me ve el pino, triste y detenido
al alcance
de su sombra.
Alarmado, el
verde lenguaje de sus ramas
suplica al
arce fije en mí sus brujos ojos.
Obediente,
detecta este mi enrojecida testa
y comunica
al pino mi condición de resina
expuesta al aire, a punto de incendiarse».
«Incitación».
Como ocurre en las historias amorosas, todo tiene su final, nada dura
para siempre como cantaba Héctor Lavoe. Las separaciones se dan por
innumerables motivos que no necesariamente conllevan desamor, sino que también
pueden ser por cuestiones económicas, de estudios, de viajes, de trabajo, de
salud y hasta de volar al infinito. Entre ellas se prueba el amor verdadero, el
cual todo lo supera en su dimensión de eternidad. Cada uno puede seguir
viviendo el amor en cuerpo presente o a través de la relevación de emociones,
porque el hombre, al final, actúa de acuerdo a las circunstancias y a las
oportunidades. Cada uno con su destino y forma de conceptuar la vida. Melacio
Castro Mendoza jamás perdió la fe y el encanto de amar, lo cual evidencia en
sus versos del siguiente poema:
Lejos de ti, me lanzo a tu búsqueda.
Al hombro tus recuerdos labrados roca,
asciendo montañas de infinitos picos.
¡Tras tus pasos, jamás me agoto!
«Tierra adentro y tierra afuera».
En este libro de poemas el eje conductor es el amor
que supera los motivos de la desolación. Solo queda la eternidad más allá de
los límites existenciales. Es el enigma de lo finito lo que poetiza el poeta
Castro Mendoza, lo cual reconforta por cuanto se prueba que el sentimiento fue
sincero y que, por lo tanto, continuará en las otras dimensiones de
manifestación de vida, más allá del amor terrenal. La pregunta se convierte en
afirmación, como lo auguran los versos de a continuación:
Detrás de unas rocas de un esplendoroso fiordo,
una tarde
ella me abrazó y dijo: “Si algún día
me voy al
lugar del que jamás se vuelve,
vuelve tú a
este maravilloso paisaje
y durante un
amanecer,
con tus
brazos tendidos hacia el cielo
subraya
mis gracias
al padre sol
por haberte puesto él en mi camino”».
«Preguntas».
Bethoven
Medina Sánchez
Piura (Perú), 2017.
Poeta Bethoven Medina Sánchez
Melacio Castro Mendoza, acompañado de su esposa Annette (alemana), sobrina y Víctor Hugo Alvítez, en visita a Chimbote departiendo un sabroso cebiche.
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