Mi hermano Luis
Walter
Lingán (Colonia, Alemania)
(A modo de agradecimiento a todos los amigos, organizaciones,
instituciones, familiares, es grande la lista para nombrarlos a todos, mis
disculpas por la omisión involuntaria de alguien)
El sonido de un mensaje en el celular me despertó de mi perezosa siesta.
Era José Galdós, el Chino, que desde Lima me enviaba un link sobre la noticia
del accidente de un obrero peruano en el estadio del Atlético Madrid. “A lo
mejor Lucho lo conoce”, me preguntaba. La noticia decía que se había caído de
las escaleras y lo habían ingresado muy grave al hospital “12 de octubre” de “Madrid
te quiero un huevo”. Aún somnoliento “guasapeo” la noticia a Lucho, pero no
hay respuesta, hago lo mismo con mi sobrina Urpi. Al rato ella me responde: “Es
él, mi padre”. Le contesto al Chino José, “se trata de mi hermano”. Me parece
oír su respirar. “¿Qué? ¡No puede ser, puta madre!” es su respuesta y la
pantalla del celular enmudece, se oscurece, se apaga. No sé qué hacer, doy
vueltas como léon encerrado. Eran las seis de la tarde y el accidente se había
producido a las 09:45 de la mañana del 11 de mayo.
Desde la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital Urpi, mi
sobrina, me conecta con el médico de turno. Me detalla el estado clínico y
antes de que la llamada se corte, logra balbucear: “No podemos hacer nada”. La
reanimación “in situ” había sido demasiado tarde. El paro cardiorespiratorio
había producido una hipoxia cerebral cuyo daño era irreperable y el traumatismo
craneal condujo a un hematoma cerebral agudo. Al día seguiente estoy de guardia
en el hospital donde trabajo y en constante contacto con mi sobrina y algunos
amigos de Madrid te quiero un huevo. Carlos Benites, médico peruano y compañero
del grupo de sikuris, me confirma el crítico diagnóstico. Busco el primer vuelo
que me lleve a la capital española. El sábado 13 de mayo llegué al hospital
madrileño a las 23.30 de la noche y logro conversar con el médico de turno. Me
invita a la sala para encontrarme con mi hermano y mientras tanto me habla de
la situación clínica y de los exámenes hechos, no se puede hacer nada, tanto
adelanto tecnológico y no poder hacer nada por la vida. No somos nada en el
grandiosidad del universo. Un punto insignificante y nada más.
Frente a mí está mi hermano Luis, parece dormir plácidamente, su
respiración es tranquila, los aparatos que le ayudan a respirar me hablan, me
dicen sobre su estado, un tanto hipertenso, afiebrado, la glucosa elevada. Le
tomo la mano a modo de saludo primigenio. Me quedo callado mirándolo. Le paso
mi mano izquierda por su mejilla. Su imagen me hace recordar a la imagen del
Ché Guevara tendido en su lecho de La Higuerilla (Bolivia) y parece decirme:
“Ya pe, doctorcito, estás frente a un hombre, a un jilata, a un sikuri”. Mis
recuerdos vuelan, se encharcan, se encabritan, se rebelan y me revelan el
pasado como en una película aunque desordenados y tumultuosos.
Oye, Lucho, ya pe levántate, no te hagas el loco, desconecta esos cables
y levántate, vamos a la casa de las tías en Sayamud para hartarnos con la
espuma de la leche recién ordeñada, vamos al panteón con nuestros zancos. Te
doy mi trompo, el que tiene la punta bien afiladita, pero levántate, o te hago
un run-run bien bacancito con las chapitas de cerveza Cristal. Déjate de vainas
y deja esa incómoda cama hospitalaria y vamos a la casa de la tía Francisca a
cuidar a la ovejas del “jorro grandajo” que amenaza devorarse a uno de los
corderitos. No seas tan flojo y mueve tus brazos, abre tus ojos y mírame, mira
que he traído un helado D`Onofrio, está rico. Te voy a peinar, con un poquito
de saliva, que ya es hora de ir a la escuela, tenemos que llegar temprano para
que la maestra no se enoje; en el chorro, a la entrada del pueblo, lavaremos
nuestros pies. Pasamos luego por la cantina del chilposo a lo mejor el papá
está ahí bebiendo con sus amigos.
Muévete, hombre, que el camión que nos lleva a Bagua ya está por
arrancar. Así, como ahora, sin camisa íbamos al río Utcubamba para refrescarnos
del tremendo calor selvático. ¿Recuerdas cómo aprendimos a nadar? Los “yanasos”
nos arrojaron desde un montecito a la corriente del río y como perros
manoteamos el agua y salimos salvos aunque la panza llena de agua. ¿Recuerdas
cuándo William desapareció en Bagua Grande a donde fueron a vender los
periódicos del fin de semana? Estabas asustado, ¡ja ja ja ja ja! Al día
siguiente lo trajo un amigo de papá. Déjate de vainas y levántate, debes llegar
temprano al concurso de matemáticas que organiza el ministerio de educación. Campeón
de matemáticas de la región de Amazonas te toca ir a Chiclayo para el concurso
nacional pero no pudimos conseguir el dinero para el pasaje, te emperraste y te
subiste a la camioneta del director de la escuela sin un cristo en tu bolsillo,
sin tu talega, sin más ropa que tu uniforme. Ganaste y regresaste todo un
campeón. Ya ves que hay tantas cosas que celebrar. Levántate hermanito, hazme
ese favor, y dime con cachita: “Ves, doctorcito, en mayo también hay milagros”.
Déjate ya de bromas y despierta. Italo te espera para cavar la zanja de
la casa propia en Collique, hay que hacer la mezcla, remojar los ladrillos. Yo
me quito, mejor me voy a la universidad, al fin y al cabo, me dirán que soy un
vago, lo mismo que William. A propósito de William ¿dónde andará ese zamarro?
Seguro está jugando fútbol en la Quinta Zona. En un descuido le robaremos sus
zapatillas para ir a jugar nosotros también. Con todos esos muchachos podemos
organizar un club de fútbol. Claro, dijiste, pero hay que meterles pelotas y cultura.
Y fundamos el Club Deportivo Cultural Belgrado. Y la política nos fue ganando y
adolescentes empezamos a soñar que un Perú diferente y para todos es posible y
nos enrolamos en el Partido Comunista del Perú. Felices. “Ah, pero esto no es
un juego, hacer la revolución es cosa seria, no es un vacilón”, me dijiste. Y
en Collique nos cerraban las puertas de las fiestas de las quinceañeras por
comunistas, pero tú te zampabas pues en la invitación decía: “Doris Lingán y
familia”. Incluso jalabas a otros patas, hasta un negro entraba en la lista
familiar: “Sabe usted, que en la puerta del horno se nos quema el pan” y el
negro entró a bailar, a comer el escabeche de pescado y bailar a medianoche con
la quinceañera. Hay que ser solidario con los hambrientos y pedías que comparta
el segundo pan que me tocaba en el desayuno racionado. Ok, hermanito, te presto
mis zapatos para que vayas con tu novia al cine porque los tuyos tienen huecos
en la zuela: “Está bien que seamos pobres pero no hay que dejar que se note”. Pero
¡levántate!
Soñabas ser ingeniero para construir con todos un Perú nuevo y te
preparaste gratis en la César Vallejo siendo el mejor alumno cada mes. Nos
dijeron que para los pobres no se habían hecho las universidades y nos mandaban
a trabajar. Aprendiste a coser pantalones en el taller de Ítalo. Ay, hermanito,
quién me acompañará ahora que los tiempos se ponen negros y la persecución
obliga a la clandestinidad. Déjate de bromas y vamos al local del partido por
volantes y periódicos. El paro nacional se viene y hay mucho trabajo, hay que
hacer pintas y organizarnos para garantizar que ningún microbús circule por la
Túpac Amaru. Corre, corre Pepe, tu nombre adoptado en el partido, que viene la
policía, puta madre, callejón si salida al doblar una calle en Año Nuevo, me jalas
y nos metemos a un tanque de agua. La policía desilusionada se va y nosotros
salimos mojados, tiritando de frío, son las tres de la mañana. Risa y más risa
llegamos a casa a cambiarnos. Y la policía te cree demasiado niño como para ser
estudiante universitario y político y ordenan tu libertad, pero a mí no me
dejan libre. Sales sonriendo. Siempre estás sonriendo, ahora mismo pareces
sonreír. Por tu compromiso en el partido dejaste a tu primera novia, llegado el
momento hice lo mismo, hasta que tuve que salir al extranjero. Y el partido
empezó a jugar mal según tu parecer y también te jugó mal, muy mal, malísimo.
Ay, bandido, ya sabemos que te gustan las matemáticas y te conviertes en
docente en la Universidad Villarreal. Las matemáticas entran con música y tus
alumnos también tenían que aprender a tocar las zampoñas o sikuris o algún otro
instrumento. Vamos a Huancayo, y con tus alumnos del colegio fuimos al Festival
Nacional de Sikuris.
He perdido casi todo, me dices, y quieres venir a Alemania. Aprender el
idioma te cuesta y decides ir a Madrid. Haces de todo para sobrevivir en los
madriles. Te “proletarizas” y aunque sin militar en ningún partido sigues con
tus ideas de cambiar el mundo. Impartes cursos de matemáticas a quienes lo
necesitan y trabajas duro en la construcción civil. Tus diplomas académicos no
sirven para nada, todo lo que hiciste tratando de conseguir el reconocimiento y
nada, nada de nada. La desocupación como consecuencia de la crisis española te
afecta y a duras penas sobrevives. Todo por tus hijas, hermanito, por ellas no
tiraste la toalla. Por eso ahora no entiendo esa tu terquedad para no
despertar, para no levantarte. Mamá está en camino y no permitas que te vea
así, levántate y vamos a Mejorada del Campo, preparemos la bienvenida, viene
también Marleny, así como Guillermo y William. Que sea el preencuentro de
septiembre. Doris quiere hablarte, Hilda todos los días escribe desde Lima y
quiere venir. Italo está preparando el almuerzo, el cuy, como él lo llama. Ya
pe Poluchito deja las bromas a un lado y ponte la camisa, vamos a la casa de
Mónica y Javier, también está Mery. Karen viene desde Berlín y Pilar desde
Viena. La tía Elisa y la abuela Mery han preparado olluquito y hay humitas. Han
comprado cerveza y tu vaso con hueco te espera. Todo lo que te pierdes por
estar haraganeando en esta cama de la UCI. Levánte, hermano. Tus alumnos y ex
alumnos, los amigos que hiciste en esta ciudad también quieren verte riendo.
Los sikuris y los bombos no dejan de cantarle al cielo. En Sabores del Mundo
nos espera un cebichito, ven, apúrate, que se enfría el lomo saltado. ¿Qué
quieres que te dé? ¿Quieres mi vida? Te la doy sin condiciones, pero levántate
y vamos a casa como cuando salíamos juntos de la prisión allá en la caótica
Lima para ir riendo a la casa de Collique y seguir planeando la revolución. Ven
hermanito que están aqui conmigo Anja, Sayri y todos los amigos que te quieren.
Apúrate. ¡Levántate, hermano! Te pido por favor, te ruego, te ordeno.
La mañana del 16 de mayo del 2017 el médico nos da la fatídica noticia.
Todo está consumado. Poluchito, Luis, Pepe, hasta aquí llegamos. Seis días de
lucha y la vida se torna ya insoportable. ¿Qué pasará ahora? Ya no estarás
esperándome en el aeropuerto de “Madrid te quiero un huevo”. Tampoco podré
alojarme en tu casa. No me hiciste caso y te fuiste dejándonos huérfanos de
hermano. Adelantaste el encuentro de toda la mancha planeado para septiembre.
¿Y qué es de la navidad que queríamos pasarla en Mejorada del Campo? El vaso
sin hueco se queda solo, las fiestas se quedan sin tu baile contagioso y
alegre, tus patas de los sikuris se quedan solos en este mundo horrible y a
todo color. Cada mañana despertaré pensando en hablarte por WhatsApp. Me cuesta
creer que ya no estás y yo con un problema de luz en el baño. Tú sabes que
estás en nuestros corazones y nosotros estamos en el tuyo, así de simple. A lo
mejor se te ocurre escaparte desde donde estás y un día te apareces en mi casa,
o nos vemos en junio en el Festival de las Culturas en Frankfurt o München, o
en tu cumpleaños volvemos a bailar y tomarnos unos pisquitos, te prometo que
esta vez me tomaré uno o dos o todos los que quieras. Hermano, mientras
escribo, estoy llorando a moco tendido, lloro a mares, y he decidido atarte al
pulgar izquierdo de mi corazón. Lucho, Pepe,
has muerto para seguir viviendo.
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