Tuesday, September 08, 2015

LA PRIMERA COMUNIÓN / Pepe Gálvez


Víctor Hugo:

Al empezar el mes Sanmiguelino, adjunto te remito un cronicuento, que además de destacar la fe, la devoción y el amor a San Miguel, refleja, un poco, el espíritu de superación que siempre animo a nuestros paisanos

Con el aprecio de siempre te abraza

PPgalvez

N. de R.- Una gran lección sanmiguelina. Esperamos los testimonios y recuerdos de nuestros paisanos. Engrandece nuestra identidad. Gracias Pepe.

LA PRIMERA COMUNIÓN

                                    
“... y en medio de esta dicha
me atormenta la nostalgia
del pueblo en que dejé 
mi corazon..."

Juan S. Prieto
Laureano Martinez S.

 

Era un niño de 10 años que después del horario escolar, ayudaba al cura del pueblo en los quehaceres de la Iglesia. Tocaba las campanas, ayudaba en la Misa, en las actividades de limpieza de los altares y las áreas internas del templo.

Oscar, que así es el nombre de nuestro protagonista, muy temprano había quedado huérfano de padre, y en el pueblo donde vivía no había mucha actividad, las madres que quedaban viudas, no tenían mayores oportunidades para llevar adelante a una familia; máxime si eran cuatro niños a su cargo.

Por su ayuda en la Misa, Osar recibía veinte centavos; pero cuando era misa de difunto (de cuerpo presente), generosamente le daban cincuenta centavos. Por tanto Osquitar, que no se alegraba con la muerte de alguien, si, le agradecía a Dios que por lo menos una vez al mes se celebre una misa de difunto.

Un sábado por la tarde en las reuniones del Catecismo que conducían dos distinguidas señoritas, se anunció que el 8 de Diciembre los niños que quisieran podían hacer su Primera Comunión, ellas coordinarían con los profesores de la escuela y los niños se entusiasmaron con la idea, y juntos, las Catequistas. El señor Cura, los profesores, los alumnos y los padres de familia hicieron los preparativos para el gran Dia.

Las catequistas, Elvira Rivasplata y Blanca Gálvez, sobrinas de las señoritas Quiroz, dignísimas damas de la sociedad sanmiguelina, en coordinación con don Miguelito Cruzado Castañeda el sacristán mayor, hicieron un trabajo de lo más didáctico como amoroso. Juntos se dieron tiempo para enseñar el acto de contrición, la oración del Yo Pecador, hablaron de los requisitos y las condiciones con las que uno debe llegar para hacer la Primera Comunión. Explicaron en que consistía el Examen de conciencia, el Dolor de Corazón, el Propósito de Enmienda, la Confesión de Boca, y la Satisfacción de Obra. En pocas palabras prepararon a los niños para ser buenos cristianos y puedan recibir de la mejor forma a nuestro Salvador.

Algunos padres de familia encargaron los trajes y atuendos de sus hijos en los grandes establecimientos de Chepén, Trujillo y en Lima; pero Osquitar con la dedicación a su trabajo, las tareas de la escuela y la asistencia al Catecismo, se olvidó de contarle a su Mama la necesidad que tenía de una ropa como la de sus compañeritos para ese día y solamente trato de conservar su ropita, la misma que tenía siempre limpia y ordenada.

El 8 de Diciembre, once fueron los niños que lucían pulcros, limpios y ordenados; tres de ellos con terno azul marino, uno con terno blanco, Osquitar con el atuendo de sacristán y los demás con el uniforme de la escuela. La misa se celebró con solemnidad y los niños contritos y ordenados, uno a uno recibieron por primera vez el "Cuerpo de Cristo en la Hostia"

Al finalizar la Santa Misa, los padres se acercaron a felicitar a sus hijos y los familiares les rodeaban para abrazarles y celebrar el acto que les acercaba más a Dios.

Osquitar era felicitado por las catequistas y una de ellas le dijo que ya habían hablado con el señor Cura allí presente, para que el agasajo por su primera comunión sea en la casa de ellas. Osquitar miró al señor cura y éste con un gesto medio cómplice asintió lo dicho.

Desde ese momento y en todo el trayecto, desde la puerta de la Iglesia hasta la casa de las señoritas Quiroz, Osquitar pensaba en el patio interior, los peldaños de la escalera, los balaustres y las versallescas habitaciones de la gran casona donde iría a desayunar y no se equivocaba, la casa era una de las grandes mansiones del pueblo, y no solo el lujo, sino también el buen gusto de sus propietarias, hacían de la casona, un palacete bien ornamentado y pulcro como el mas.

 

Pasaron el portón, cruzaron el patio y subieron por unas escaleras, amplias y generosamente adornadas con grandes maceteros en el descanso.

Cuando llegaron al comedor, ubicaron a Osquitar en la cabecera de una mesa muy grande, vestida con un mantel blanco bellísimo y unas servilletas que hacían juego con el mantel. Aparecieron dos damas mayores elegantes, a las que la señorita Elvirita les dijo: Él es Osquitar, de quien les hemos hablado, es nuestro mejor discípulo en el catecismo, muy diligente, es acolito y es hijo de Zenaida a quien ustedes conocen.

Osquitar se puso de pie, saludó y las señoritas le dijeron que tenían mucho gusto de conocerle, ya que sus sobrinas les habían contado de lo buen niño que era.

En ese momento llegó la empleada de la casa, muy sonriente,  con una panera que contenía rosquitas, tres basas (bizcochuelo) y panes de yema, las dejó sobre la mesa y casi corriendo salió para volver con un azafate que contenía una tetera con leche, una azucarera, una taza con su platito del mismo juego y un queso en un plato con un cuchillo al costado.

La señorita Elvirita dijo, ahora si Osquitar nosotras nos retiramos para que tú te sientas más cómodo y disfrutes de tu desayuno, todo esto es para ti.

Osquitar miró hacia todos lados y vio desaparecer a las damas con la empleada, entonces tomó el cuchillo cortó un pedazo de queso lo puso en medio de la servilleta, luego tomó una basa, cuatro rosquitas y un par de panes de yema, los puso junto al queso y cogiendo las puntas de la servilleta hizo un nudo y lo guardó dentro de su camisa. En ese momento se acordó del señor Torres su profesor, que les había enseñado los mandamientos del quechua ancestral Ama Shua, Ama Quella, Ama Llulla y los mandamientos de la Ley de Dios y que uno de ellos decía no robar... Pero luego se dijo para sí... "Pero ellas me dijeron que todo era para mí, entonces... no estoy robando".

Se sirvió ocho rosquitas y dos bizcochuelos con una buena porción de queso, terminó el café con leche y se quedó sentado mirando las cosas lindas del comedor, agradeciendo a Dios haber conocido a las catequistas y haber podido tomar tan opíparo desayuno.

En ese momento aparecieron las anfitrionas con la empleada quien traía una canasta que contenía 5 basas de bizcochuelo, 20 rosquitas, 10 panes de yema y un queso y al taparla con una servilleta le entregaban diciéndole, llévale esto a tu mamacita.

Rojo de vergüenza, sacando el "quipe" que había puesto dentro de su camisa, Osquitar les dijo: yo le estaba llevando esto... A lo que ellas dijeron: si, está bien eso es de tu parte; pero esto le estamos mandando nosotras...

Se puso de pie y mirando a cada una de las hospitalarias señoras les dijo: "Muchas gracias y que Dios se lo pague".

Pasaron los años, se convirtió en un eficiente trabajador y próspero comerciante, nunca abandonó los buenos modales, siempre atento, cortes y amable. Formó su hogar y con su esposa criaron a sus hijos dentro de los valores cristianos, el amor y el respeto a los demás.

Un día, en familia, al revisar las fotografías de la Primera Comunión del hijo menor, uno de ellos preguntó:  ¿Y tú Papá, hiciste la Primera Comunion? Espérense dijo Oscar, fue al dormitorio rápido regresó y orgulloso mostrando una fotografía que le había tomado el señor Alcántara (fotógrafo del pueblo) les dijo: si, aquí está la prueba.

Las niñas se alegraron y le dijeron... ¡Qué buenmozo eras papá!...; pero el niño más pícaro acotó: ¡pero estabas sin zapatos!...

Oscar les dijo..."Si tenía y eran linchitos de cabritilla, lo que pasa que el Bonachón quería que refuerce a su equipo en un partidito y yo no iba a estropearlos".

 

Yolandita, la esposa y sus hijos abrazaron a Oscar y le pidieron poner la foto en un marco, para colgarla en la pared de su sala... Para recordar la fecha en que afianzó su fe en Cristo nuestro Señor.

Los amigos que visitan ese hogar pueden dar fe que Oscar, siguió al pie de la letra las enseñanzas de sus maestros y catequistas, ya que en su cotidiano vivir observa  el código ancestral de los Incas y los Diez Mandamientos de la Ley de Dios que los aprendió en la Iglesia de su San Miguel querido, donde hizo la Primera Comunión y  donde este año 2015 cumplirá 50 años ininterrumpidos de acudir a sacar a hombros el anda que lleva la imagen del Arcángel en sus Fiestas Patronales.

PPgalvez
Chicago, 1 de Setiembre del 2015.

 

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