Sunday, August 11, 2013

ELEGÍA A ROSA ELENA / Antonio Goicochea Cruzado

ELEGÍA A ROSA ELENA


Elenita:
trajo el obituario
tu rostro augusto,
hermoso y sereno
y
con el anuncio
de tu viaje temprano
la turbación nubló conciencias,
la incredulidad fue la primera respuesta,
¡no puede ser!
si  todavía tenías proyectos,
si todavía avizorabas un futuro promisor
y tenías misiones que cumplir.

Hoy se llora tu prematura partida,
se solloza,
 se suspira,
se hace memoria,
se silencia,
se postula a imposibles:
Cómo pudiéramos retrotraer el tiempo
y empezar de nuevo.
Mas cuan lejos vamos
más cerca vivimos
la realidad balbuciendo las horas.

Gris el tiempo
nos golpea inexorable,
nos vapulea inmisericorde,
¿si pudiéramos ignorar la tristeza?
pero vuelves en mentes…

¡Cúan triste doblaron
hoy las campanas!
y diciendo su dolor
nos recordaban el nuestro.

En los lares que trajinaste
cuelgan de los recuerdos
tu sonrisa,
tu mirar preciso
tus palabras generosas
tus ademanes
tus decires: ¡sírvase el cafecito compañero!
tus quehaceres de hormiguita
tus laborados tejidos
tus cortes de costurera
tus consejos de madre
tus comprensiones de esposa
tus atenciones de funcionaria
tus engreimientos de abuela
tus comprensiones de suegra.
Te prodigaste como esposa,
te regalaste como madre,
Walter, Claudia y Renán lo testimonian,
tus compartires de vecina
tus reciprocidades de pisadiabla,
devota ferviente y amiga confidente,
te pintan toda.

Si jugáramos a los dados la vida,
al ganar o perder
¿qué trabajo dejaríamos a Láquesis,
la que hoy
con sus tijeras de oro
cortó tan rauda el hilo?

Al embarcarte en ese viaje sin retorno,
aún con equipaje ligero
te llevas un poquito de nosotros.

No te preguntes si nos acordaremos de ti,
mira cuánto aprecio en la pantalla
cuántas consolaciones  para la familia
no te preguntes por nuestras desazones,
en cambio,
 sí,
hoy que has dejado
estos valles de sollozos
 y trajinas por las lindes celestiales
acuérdate de nosotros
como nosotros nos acordamos de ti.

Pero te digo, muy a mi pesar:
¡Cómo, las formas, nos han cambiado!
antes a grito abierto se despedía
a los que iniciaban
el viaje sin retorno,
se lloraba yupacundo,
hoy solapamos nuestros sollozos.
¡Cómo nos han cambiado!
Pero, permítenos llorar,
derramar lágrimas,
que ellas sean los cristalinos
recipientes de nuestras penas.

Hoy, Elena, te lloramos

Pequeño árbol,
de coposo ramaje,
te ganaste a raudales
el cariño de quienes a tu entorno
sombrearon; y,
hoy te lloran
¡qué digo! ¡te lloramos!

Gracias.

Antonio Goicochea Cruzado


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