Thursday, February 01, 2018

VESTIMENTA TÍPICA DE LA MUJER SANMIGUELINA / Víctor Hugo Alvítez Moncada

Víctor Hugo Alvítez Moncada


VESTIMENTA TÍPICA DE LA MUJER SANMIGUELINA CAMPESINA


Cultural Pis@diablo.- dedica el presente a Diana Vásquez, candidata a Señorita Integración Cajamarca, 2018, quien tiene el alto honor representar e imponer la belleza de la mujer sanmiguelina y riqueza natural y cultural de nuestra provincia San Miguel en el contexto regional. Ella no solamente encantará, sino resplandecerá por todo lo alto su inmaculada hermosura, luciendo el arte textil pronto a convertirse en Patrimonio Cultural de la Nación,  exhibiendo y revalorando el traje típico sanmiguelino; augurando alcanzará tan preciada corona el día 06 de febrero, cubriendo de gloria sus sienes por suficientes virtudes, distinción, gracia y decoro.
Es muy característica la vestimenta típica de la mujer sanmiguelina campesina, especialmente el fiestero o “dominguero” que elegantemente engalana con su presencia nuestro bendito territorio de Pisadiablos y ennoblece nuestra identidad. Es que los colores y contrastes de sus prendas fueron extraídos de los más vivos colores de la naturaleza, impar paisaje, flores silvestres, belleza y bondad natural de la dama que con brillante y coqueta sonrisa está dispuesta conquistar la amistad, hospitalidad, integración, el universo, y en especial el corazón de propios y extraños.



La vestimenta está compuesta siempre de un vestido entero de encendido y brilloso color y mangas largas o cortas, resaltando los rosados, fucsias, verdes limón, azulinos, lilas, amarillos, rojos, ciclames o mordorés -como ellas llaman- e incluso negros; con amplios y redondeados cuellos terminados en aplicaciones de blondas bordadas anchas de color blanco. Llevan botones o broches en el pecho y en ambos lados adornos de la misma blonda. A la altura de la cintura continúa a manera de falda plizada amplia o vueluda hasta las rodillas que le permita realizar sus diarias y habituales labores e incluso montar a caballo, debajo de éste puede apreciarse sobresalir la enagua blanca de filos bordados o adornada de blondas, en símbolo de pureza y castidad; o el “fondo” del diario, tejido por sus propias manos en lana de ovino teñido con tintes naturales, rematando ribetes celeste, verde, rojo u otro discordante, cocido en tela playa. Es que la belleza y atuendo de nuestras paisanas deben divisarse de banda a banda entre altos cercos de pencas de sinuosos caminos, o dentro de cebadales, trigales y maizales; relumbrantes, armoniosos, amorosos.



La indumentaria es complementada con chompa abierta, igualmente de vivos tonos y contraste con el vestido y sobre ella un chal o pullo a rayas de colores para protegerse del frío y la lluvia, cargar a sus niños o productos adquiridos. También una fina y elegante alforja que ella misma ha tejido con heredadas técnicas ancestrales, constituyendo elemento infaltable de su atuendo. Sobresale un fino sombrero blanco de palma –símbolo de paz y amistad- confeccionado por expertos padres, esposos o hijos como en las comunidades de Sayamud y Santa Rosa, o simplemente de junco para el diario y la lluvia. Luce en su caballera filas de vistosos ganchos metálicos de fantasía y una gruesa trenza que se desliza sobre su espalda aparentando la Cordillera de los Andes de su procedencia –o hasta dos trenzas- amarradas con cintas elásticas, ganchos o una ancha peineta. También un par de artísticos aretes o colgantes de plata u otro metal o perlas suspendidos –cuales campanillas- en pabellones de sus orejas conjugando su sonrisa. Sus pies están cubiertos de delicadas sandalias de jebe (a manera de llanques) adornadas la parte superior de colorida florcita de igual material, que antes de ingresar al pueblo, pasan por alguna acequia o quebrada con la finalidad de mantenerlas siempre limpias y brillantes, incluso sobarlas con una piedrecilla. A veces luce descalza y algunas ocasiones con zapatos planos.

La mujer sanmiguelina es artesana por excelencia, destacada y reconocida por el arte textil, noble hija o madre, como tal, nunca le faltará su “rueca” atada a la cintura que descarmenando la lana alegremente en su largo caminar o donde se encuentre pastando ovejas, cuidando vacas o conversando, irá engordando ovillos a través del dominio del “huso” para convertirlos luego en finas colchas, frazadas, manteles, alforjas, chals, servilletas, pashminas y tantos utilitarios que le han dado renombre a su labor y belleza.



He aquí, la mujer sanmiguelina desplazándose con garbo y pundonor, acicalada de rostro sonrosado -criatura de Dios puesta sobre la tierra-, de bellos e indescifrables ojos, inapagable sonrisa angelical y especial talle escultural, con sus cadenciosas caderas deslizándose y luciendo su tradicional atuendo al ritmo del golpetear de las “kallwas”,  “putijs” y “cungallpos” sobre artístico tejido sin horizontes que mañana será porvenir, desarrollo y grandeza del pueblo y provincia de San Miguel.


¡Así sea!


Chimbote, 31 enero 2018

pisadiablo100@hotmail.com
Fotosarte Pis@diablo

 



 
 















 

































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