Saturday, October 22, 2016

Memorias del Teatro Sanmiguelino. COMPACTADO CON EL DIABLO / PPgalvez



Memorias del Teatro Sanmiguelino

COMPACTADO CON EL DIABLO

PPgalvez
Chicago Setiembre 2013

JUAN DE DIOS MENDOZA ROJAS
Dramaturgo, director teatral y actor sanmiguelino

 Fotoarte Pis@diablo

En los años 50's del Siglo pasado, el pueblo de San Miguel no tenía servicios de agua potable ni alcantarillado y lo que hacía las veces de estos servicios eran las "acequias" para el desagüe y las "pilas" para dotar de agua limpia a sus habitantes.

Las acequias normalmente corrían al centro de la calle entre las aceras. Y las pilas, se ubicaban en algunas esquinas de los principales jirones de la ciudad.

Entre las pilas más destacadas se encontraban: El Chorro ,  El Pilancón, la Pila de la Plaza y Luliquis.  En todas hubo siempre agua corriente, en unas más que en otras y si alguna vez faltó agua en ellas, en la que nunca faltó fue en la de Luliquis.

A estas pilas acudían las personas, por lo general hijos de familia, de todas las edades, que acarreaban agua en baldes para las labores de la casa, no faltaban niños que lo hacían en un tarrito y jóvenes que usando un palo de escoba con unos ganchos de fierro en los extremos, llevaban dos baldes, haciendo contrapeso sobre sus hombros.

En las casas habían grandes recipientes,  en algunos casos, cilindros forrados con cemento (por dentro) en donde se almacenaba el agua para el día.

Todo esto les cuento para que tengan una idea de cómo era la vida en aquellos tiempos y como esto, dio lugar a que una vez el Juan Plancho, mandado por su Encarnita  a las once y media de la noche, fuera hasta Luliquis a traer el agua que no había en El Chorro y él nos contó una noche en la puerta de la Iglesia diciendo:

"Así fue que  estaba en mi tercer viaje, caminando y todo estaba en silencio..., no había nadie en las calles y solo la penumbra de una luna en cuarto creciente, hacía que más o menos viera por donde caminaba.  Pasé la casa del "Chupe Hermilio", avancé por la vereda de don Moisés Ramírez y cuando ya iba a cruzar hacia Luliquis, lo veo a uno de los Machitos, que mirando pa' uno y pa' otro lado, caminaba por la bajadita de Luliquis.

Yo me asusté y me ashuturé, pensando que con alguien se encontraría o que de repente su estómago ya le ganaba, así que me quedeé quieto y casi sin respiración y en eso lo veo que se agacha rapidito como queriendo agarrar algo que se le habría caído; pero agachao como estaba se movía pa’ uno y pa’ otro lado, como si recogiera  algo  y, si, ahí que me levanto un poquito y veo que  estaba recogiendo un ovillo de oro, lo metió en su bolsillo y trató de agarrar otros pero solo pudo agarrar uno más. Y me pregunte, ¿quién tiraba esos ovillos?..., no se veía y mis ojos me ardían de miedo.  
Rapidito y con los dos ovillos de oro se puso en la vereda y caminó ligerito pa’ su casa sin mirar pa' ningun lao.

A mí se me habían adormecido las piernas, las tenía como de corcho y no podía levantarme hasta que me encontraron, serian como las dos de la mañana, cuando mi Mercedes  me decía: ¡levántate muchacho de miercoles, que te estamos esperando!... ¿Y el agua?...

Miré para los baldes y la miré a ella y le conté lo que había visto y ella se  echó a reír diciendo... “Que ovillos de oro ni que Machito, sonsonazo te has quedao dormido y has soñado lo que anoche  estábamos hablando con las comadres: de los duendes, de los aparecidos  y de los compactados con el diablo... ¡Jajaja!… se volvió a reír.

Todos estábamos callados, le mirábamos con cara de curiosidad por saber que más pasaba, hasta que él, muy presuroso nos dijo: "vamos ya pa’ nuestras casas que ahorita sale "el cura sin cabeza" y dicen que  sale por esta puerta  derechito, cruza la plaza y al que lo agarra, se lo lleva hasta el pozo que está puallábajo por el chalet de los Chilenos...

Juan Mendoza, más conocido como "Juan Plancho", era un jovencito que tenía mucho interés en la literatura, era un excelente promotor de un teatro popular, buscaba cualquier pretexto para "poner en escena" diferentes temas o situaciones y con su entusiasmo convocaba a los jovencitos y niños para “realizar las Obras” en cualquier patio de cualquier casa.

Lamentablemente se enfrascó en una idea errónea que lo llevó a considerarse un desposeído que no tendría oportunidades y por tanto renegaba de su "infortunio". Sin embargo, manejaba muy bien el idioma y tenía facilidad para hacer cuentos y poesías y de no ser por la depresión en la que se había metido, creo que hubiera tenido mejores rumbos su agitada vida.

Años más tarde y cuando visitaba San Miguel, fui a saludar al aludido en el cuento,  le conté brevemente lo que acabo de relatarles, y él con su sonrisa característica y tirando la cabeza para atrás me dijo:

"No hijo, esos son cuentos que saca la gente, alguno de nuestros paisanos por envidiosito y otros por alguna otra razón; le llaman diablo al trabajo y le tienen miedo; pero si estoy compactado, es con el trabajo, a mí me gusta lo que hago y trato de hacerlo bien. Por otro lado de cuando acá se ha visto que el diablo es tan bueno que regala ovillos de oro?

Jajajaja… siguió riendo y seguimos conversando...

 

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