DEMETRIO
QUIROZ MALCA
DIOS DE LA NOSTALGIA
Angel Lavalle Dios
Dos hitos temporo espaciales antípodas, me acercaron al poeta Demetrio
Quiroz Malca, sanmiguelino cajacho: uno, en 1965, en Trujillo, en mis aurorales
años de bisoño estudiante universitario, cuando apareció y leí su libro de
poemas “JUDAS”; otro, en 1992, en Chimbote, durante las postrimerías de mis
afanes laborales como docente universitario, gracias a la nostálgica entereza
de su paisano el poeta Víctor Hugo Alvitez Moncada, afincado en la tierra de la
siderurgia y la anchoveta. Fue a propósito del deceso de Demetrio y del
encuentro casual de Víctor Hugo, con la que fue la última obra poética de
aquél: “DEL MUNDO EN QUE VIVIMOS” (Concytec 1990).
Entonces la
necesidad de una acercamiento más atento hacia las profundas intimidades
artísticas y humanas de Quiroz Malca, paisano del fino Dios de la Nostalgia, empapado de
lluvia y de terruño, de amor filial y pannaturalista, de tradiciones y
habitantes de su natal San Miguel de Pallaques; pero, asimismo, hondamente
preocupado por el ser y el deber ser del hombre y de la humanidad.
Intimo,
coloquial, sincero, uno más entre nosotros, humano habitante, conciente y
concientizándonos sobre las precariedades maravillosas de la vida nuestra, y
sobre la necesidad de asumirla a plenitud y con optimismo. Y con las
preocupaciones pedestres, la elevada altura del verbo: épico, pletórico de
mundo y vida, peregrino aventurero, embelesado soñador. Tal íntegro poeta,
total y cósmico contra la muerte que ya veía venir, cual “yedra implacable,
repentino/ alud, latido enervante que crucifica/ el sueño, la palabra .../ por
decir lo menos o decir lo más...” Todo, hábil, diestramente esbozado, con
todos los recursos técnico poéticos, a manera de grandes y largas tiradas de
platicante y lacerada ternura, que habita el corazón porque su origen es la
vida que está cerca, en y delante de nosotros: “... y lo estará por mucho en
sabiendo/ que en las puertas del horno....;/ en sabiendo que las guerras cultivadas/
por el odio, el miedo, el terrorismo/ y sus más diversos como satánicos
rostros/ sigan fermentando/ ostentando hoy como ayer sus letales fórmulas;/ sus
catapultas, sus hordas, sus flechas,/ sus espadas/ sus metrallas, sus misiles,
sus hiroshimas,/ sus ojeras...”
Pero contra toda
esta noche, mar oscuro y proceloso, una
tabla con íntimos acordes, la voz de la vida: “Pero tal como ayer, la Música, la etérea/ diosa
que amanece perla y encanto/ en los labios sedientos de la vida/ (y en los
deslumbrados pero fríos páramos/ de la muerte)/ es la misma voz, dulce y
embriagadora Voz..”
Así, Demetrio
Quiroz Malca (1926), norteño y rural como nosotros, es, en gran parte, el poeta
de “élite” que define el Maestro Luis Alberto Sánchez, por la altura formales
de su lírico verbo y por la consistencia y humanidad de su mensaje. Pero
diríamos, complementando o completando, una rara “élite”, es decir, nueva élite
del arte que busca la verdad y se sotierra, enraizando, para crecer fortalecida
sobre el corazón del hombre y el alma del terruño, fuente de la auténtica
imagen del ser ecuménico: “Y lo hago, no sin antes/ echar una mirada a mi
lejana infancia/ cuando era yo/ -me imagino por el color/ de mi sueño-/ el
hermoso girasol que besaba/ con pasión el viento/ y alimentaba de inefables
alas/ el rocío./ Cuanta luz debí beber/ de sus castas fuentes, allá en mi
pueblo/ donde mi madre se vestía/ de rubias mañanitas para tejer/-con el candor
de su inocencia/ y adorable sencillez-/ el mantel largo para la Fiesta Grande/ o
para el Pan del Pobre./ Cuanta luz debió colmar el cielo/ y las alegres farolas
del amado mundo/ que tengo en mi corazón:/ San Miguel de Pallaques, donde/
aprendí a escribir amor en La
Cantora.../ al tiempo que el destino empezaba/ a arrancar,
uno a uno, los pétalos/ del entonces girasol que fui./ Cuanta luz,
evidentemente debió / encandilar los despreocupados/ y hasta inconscientes días
de mi infancia,/ en donde sí fulguran, perdurables y grandiosos: Mi madre/ Mi
pueblo/ Mi primer Amor:/ Dejo el mundo/ paso a paso.” Pero en tu caso,
Demetrio, para vivir eternamente con nosotros.
Trujillo,
lunes 18 Enero 1993.
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