Friday, August 27, 2010

COMENTARIO "EL ESPANTO..." / Luzmán Salas





por Luzmán Salas Salas

La obra de Walter Lingán, El espanto enmudeció los sueños, exhibe la zozobra de personajes envueltos en la vorágine de la convulsión social. La primera parte se refiere a la época del gobierno militar de Velasco, y luego la dictadura de Francisco Morales Bermúdez. Algún pasaje romántico del personaje narrador con Patricia otorga un matiz de ternura lírica a la novela. Seguidamente, el personaje revela su situación de prisionero y reafirma su amor a Patricia. El autor recurre a sus recursos literarios para plasmar una sensación de romanticismo erótico:

Lo único que sueño es volver a tener un lugarcito en tu alma. Sólo por ello vale la pena luchar y morir en el intento. Me veo tomando las armas de la ternura y, convertido en Cupido armado, avanzar palmo a palmo por los valles de tu cuerpo encendido. Establecer zonas liberadas en los territorios de tu cintura, en el fuego de tu vientre, tomar por asalto los contornos de tus senos, depositar mi arsenal voluptuoso entre tus piernas, enardecer el jugo de tu boca con el napalm de mis deseos, entrar triunfante en todas las esquinas de tu corazón, y, al final, establecer en tu pecho el gobierno del amor democrático-popular de nuevo tipo… Ay, ay, ay paloma me salió bacán esta declaración de amor comprometido, pero sólo son sueños, nada más que sueños locos, deseos inalcanzables, ilusiones imposibles de realizar porque tú ya estás a varios años luz de mi vida.


El tema de la obra se nucleariza en la situación social convulsa, represiva y corrupta durante el gobierno de Fujimori, llamado por el narrador “El forajido oriental”. El autor narra la huida de este siniestro personaje al Japón, su renuncia por fax, su retorno a Chile y su extradición al Perú. También desfilan en estas páginas personajes sombríos como Alan García “Alán Babá y sus cuarenta ladrones”, Keiko, “La estudiante de los millones”, el General Nicolás Hermosa Ríos “El general victorioso” y el Grupo Colina “El escuadrón pollada”.

La obra satiriza y ridiculiza despiadadamente a Fujimori. También se narra la captura y prisión de Abimael, la disolución del Congreso y el origen de Fujimori. A manera de una crónica periodística, en tono irónico, estilo directo, realista, contundente, usando el lenguaje popular, realiza una cruda denuncia y revelación de los actos de corrupción y rapiña de Fujimori. La sintaxis adopta a veces formas peculiares como ésta: El político más feo que el hambre Chirinos Soto se burlaba de ti diciendo decía no eras peruano de primera generación. (p. 36).


La técnica narrativa de esta obra radica en la estructuración de un supuesto diálogo –aunque más propiamente un monólogo- con Fujimori. Represiones y persecuciones indignantes aparecen en la obra. Armando, un muchacho de La Cantuta es involucrado injustamente como sospechoso de subversión. Su madre Raida defiende la inocencia de Armando, pero la policía lo lleva detenido

La prosa del narrador se eleva para ofrecernos este párrafo: Mariposas fúnebres quemaron sus alas en los débiles voltios de luz descuartizada, torturada. El rocío herido en los ojos de mamá Raida se deshizo en miles de estrellitas. Sus manos maternales se cerraron en puños violentos y gritó: ¡Militares malditos! No puedo comprender ¿por qué del seno de madres tan cariñosas nacen hijos tan, pero tan crueles? Nuevamente aparece el diálogo con Fujimori para recordarle la creación de grupos militares clandestinos que luchan contra “Los Paladines de la Cuarta Espada”. A veces la narración apela al lenguaje coloquial como éste: Tus generales bailaban en una pata. Y luego aparece el origen del título de la novela al referir el autor en la página 78: ...Y el espanto enmudeció los sueños; Albertito, los caballos del apocalipsis se desbocaron por las calles de la ciudad.

La represión se agudiza. Llegan los soldados en la madrugada a casa de doña Angélica Mendoza de Ascarza y sacan a su hijo de los pelos. Era su segundo hijo que llevaban; antes fue su hija quien no volvió más. Los soldados cometen atrocidades; se descubren fosas comunes; Alan García les ofreció esclarecer estas situaciones cuando llegue a ser Presidente. Nunca cumplió, y cometió el genocidio de El Frontón. Se responsabilizó a los militares. El Comando de Rodrigo Franco amenazó a los buscadores de los familiares, y la gente del “Pensamiento Gonzalo” es criticada por las injustas y generalizadas matanzas.

La obra es una tremenda ironía y una burla despiadada sobre la triste figura de Fujimori. Leamos lo que se refiere en la página 89:
Oye, Alberto, ¿qué sueñas cuando jateas? Cuenta nomás chinito, yo no le diré a nadie, ni a mamá. Ya sabes que de la cárcel me sacarán muerto, así es que todo lo que me cuentas se irá conmigo a la tumba. Albertito, ¿has soñado alguna vez con la muerte? Puta madre, chino de mierda, ya no sé cómo hacer para que hables. Al verte así callado, serio, pareces una piedra sin vida y me haces recordar esos versos de Pablo Neruda: Me gustas cuando callas porque estás como ausente/ y me oyes desde lejos y mi voz no te toca…

Y más adelante, en la p. 97, el diálogo recriminatorio y condenatorio se reitera: Cómo pues, Alberto, motejarme de terruco, como broma era bien pesada, pero como eras presidente, dictador, mandamás de la nación, había que seguirte la cuerda. Lo que no entiendo Alberto Fujimori es tu dureza en mi caso, no te pudieron conmover las lágrimas de mamá, de mi esposa y de mi hijo. Nada. Todo el mundo sabía que era inocente y seguiste en tus trece. Ni un paso atrás, bien mierda eres chino jijuna. Sigo cargando el estigma de terruco por tu culpa, te lo digo en tu propia cara, ahora que somos vecinos, ahora que somos presidiarios.


Los tenebrosos personajes a quienes alude el autor son calificados así:

Alberto Fujimori = El forajido oriental.
Montesinos = El espía imperfecto.
Los terroristas =
Paladines de la Cuarta Espada.
Nicolás Hermosa Ríos =
El General Victorioso.
Keiko Fujimori = La estudiante de los millones.
Panchito Tudela =
Canciller de la Vergüenza.
Alan García = Alan Babá y sus cuarenta ladrones.

Seguidamente el autor emplea los recursos lapidarios del discurso narrativo: Hoy quisiera despedirme con los versos del poeta Cesáreo Martínez: “No te preocupes por la historia, ella no te juzgará, porque dicen que la historia no se ocupa de la mierda”.

En la tercera parte, aflora la expresión poética: Madre, la prisión es algo más que el candor de tu carne dormida. Aparece la ternura poética, la añoranza y la nostalgia maternal por el hijo que está injustamente prisionero. Y no falta el reproche cargado de maldiciones contra el dictador, sus generales y el Pensamiento Gonzalo. Se intensifica el dramatismo. La madre, acompañada de su nieto, hijo del prisionero, visita la cárcel y se da con la sorpresa de que han matado a su hijo. Indultan a José Enrique Crousillat, el corrupto empresario de la pantalla.

El final es conmovedor, teniendo como epígrafe el texto de la canción del canta-autor argentino León Gieco: Sólo le pido a Dios, la madre del narrador exclama:
El luto se ha convertido en el símbolo de la incansable búsqueda de mi hijo y en todos mis sueños lo veo en El Barrio, atareado en publicar su periódico y rompiendo las únicas zapatillas en entusiastas partidos de fútbol con sus amigos.

Éste es el cuadro espeluznante y sombrío que ofrece el destacado novelista Walter Lingán en su obra El espanto enmudeció los sueños, cuyo tema central es la triste y funesta descomposición social y moral que ha vivido y sigue viviendo nuestro país.


De izq. a der. Walter Lingán y los escritores sanmiguelinos Antonio Goicochea y Elmer Rodas en el CIC-Yanacocha de Cajamarca.

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