Saturday, December 19, 2009

NAVIDAD EN SAN MIGUEL


Víctor Hugo Alvítez Moncada
NAVIDAD EN SAN MIGUEL

Niño Manuelito
que te puedo dar,
rosas y claveles
para deshojar.

Navidad en San Miguel, 1985. En la foto: niños Oscar Alvítez Domínguez, Ronald Goicochea y Prof. Mario Alvítez. (Archivo Mario Alvítez)

Navidad inicia en San Miguel con mucha esperanza y una serie de preparativos por los regalos y saludos que llegarán; las niñas ensayan canciones junto a coreografías que ofrecerán al Niño Jesús, entre tanto la iglesia matriz y casas familiares construyen las “peñas” o nacimientos hechas en base a plantas del lugar como lanche, musgos y otros.

Constituye toda una festividad de fe y alegría en nuestra tierra. No había necesidad de todo este mundo comercial actual. Verdadera fiesta de amor, paz y fraternidad entre familias sanmiguelinas y sus creencias. Trato de recordar aquellos años de las décadas 60 al 80 pasadas aproximadamente cuando la niñez y/o juventud afloraban a raudales. Debo dejar constancia que las canciones aquí expuestas han sido guardadas por mis hermanas Elina y Sara como en la memoria colectiva y tradición oral, a quienes renuevo mi gratitud con la esperanza de continuar recuperándolas para la identidad e historia de nuestro pueblo.


Las fotos corresponden a una representación o recreación de las "Pallas", con ocasión del aniversario del Colegio Nacional Mixto "San Miguel" (2007)

Era notorio el movimiento de gente en torno a la festividad que redime el nacimiento del Salvador del mundo. Las niñas iban y venían de la casa de doña Mirita Rojas, muy cerca entonces del puesto de la Guardia Civil –hoy Policía Nacional del Perú, en la segunda cuadra del Jr. Miguel Grau- quien vivía en compañía de su nieto Rodrigo Malca, sí el mismo cantor de la dulce y melodiosa voz que dejaba entonar “Cariñito” y otros sabrosos valses; amén de himnos románticos al amor en noches de serenatas.

Doña Mirita era una persona muy cariñosa, religiosa y no muy anciana, quien asistía siempre a la iglesia a escuchar misa, ataviada de mantilla negra que cubría su cabellera cana como solían hacerlo las damas mayores de la vecindad sanmiguelina caracterizada de ferviente devoción católica. Ella, era la encargada voluntaria de ensayar a las “pallas” o niñas pastoras en el patio de su casa y con atuendos característicos de campesinas danzaban y cantaban alrededor del Niño Jesús al ritmo de tonadas navideñas en la iglesia, en Noche Buena o Misa del Gallo del 24, procesión del 25 de diciembre por Navidad y luego por Bajada de Reyes el 6 de enero. Las alegres canciones estaban escritas en un cuaderno antiguo, haciéndonos pensar que muchas de ellas son herencia, creación o adaptación de dicha inspiración colectiva.

Desde lejos vengo
oyendo una voz,
con mi sonajita
y mi buen tambor.


Anteriormente habían cumplido esta misión las señoritas Encarnita y Agustina Lara, generosas damas que hasta impulsaron en su época una escuelita vacacional para enseñar a leer y escribir a niños menores en su domicilio del Jr. Castilla; pudiendo deducir que dicha tradición fue enrumbándose de generación en generación por la arraigada fe religiosa del pueblo de San Miguel. La abnegada labor de doña Mirita fue seguida por nuestras vecinas señoras Victoria Quiroz Goicochea y Glenda Malca Cubas, hasta donde tenemos conocimiento y tal vez el tiempo y la modernidad no puedan desplazar o reemplazar tan hermoso tiempo pasado:

Vamos pastorcitos
vamos adorar,
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.


Las pallas o pastorcitas lucían un atuendo característico conformado por: anaco o falda negra larga, blusa blanca, un paño o pañal de Castilla para cubrir hombros y espalda atando las puntas un imperdible al cuello; más una “rucha” o bincha de cinta ancha encarrujada para el pelo, trenzas con cintas de colores; aretes grandes, collares, pañuelo de seda y sandalias. Las prendas y demás adornos eran otorgados y cubiertos por las propias familias de las entusiastas niñas.


Por otro lado, acercándose la festividad, los jóvenes en especial, se trasladaban al Antivo u otros alrededores del pueblo en búsqueda de “lanche” aquel arbusto de ramas flexibles y hojas pequeñas enverdecidas, “shapra” o musgo, tuyus, helechos o tululas, con la finalidad de armar la “peña” pesebre o recinto donde nacerá y se velará el niño Jesús durante los días festivos y la Noche Buena en compañía de la familia.

Entre peña y peña
he visto una cruz.
camita y almohada
del Niño Jesús.


En la Iglesia Matriz, se confeccionaba una inmensa “peña” con los mismos materiales nativos del lugar y el lanche apropiado para darle forma arqueada y cóncava o hueca . Se colocaban grandes imágenes de San José y María, los Reyes Magos y quedaba listo el pesebre para el nacimiento del Niño el día 24 en plena Noche Buena . Al lado iban un burro y una vaca de igual tamaño. La peña lucía su esplendor con la Estrella de Belén en lo alto y otros adornos a un costado del altar mayor,

Niño Manuelito
no traigo nada
porque la helada
me ha dejado sin nada.

Bien ensayadas y ataviadas de sus coloridos atuendos, las pallas, ingresaban a la iglesia entonando cánticos y bailando en filas de dos, cogiendo el pañuelo de seda de ambas puntas y girando su cuerpo de un lado a otro, caracterizando alegría al continuar coreando:

San José pidió posada
para su esposas María,
desde adentro respondieron
que no había posada.

María salió llorando
lágrimas que le corrían,
San José la consolaba
calla María no llores.


La Noche Buena iniciaba con la Misa del Gallo a las 10:00 p.m. Algunas familias esperaban en la iglesia desde tempranas horas o al terminar la misa de las 7:00; es decir no retornaban a sus domicilios por falta de alumbrado público, el frío o la lluvia. Toda una celebración eucarística inolvidable, muchas familias asistían a la iglesia para ser testigos del Nacimiento del Niño Jesús. El padre o sacerdote al intermedio de la misa, mandaba apagar las luces o guardar por un momento en la sacristía las velas y lámparas Petromax. En esos momentos de oscuridad se escuchaba desde la peña el canto de un gallo y el balido de una oveja (a los que se les hincaba con una aguja, dicen para que reaccionen), anunciando así el nacimiento del Redentor del Mundo, entonces el Niño Jesús aparecía reluciente en su pesebre al lado de sus padres María y José, los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar y los animales, Las campanas repicaban continuamente, las luces volvían a su lugar, la multitud alegre se abrazaba y celebraba tal acontecimiento; pasaba a adorar al Niño y se retiraban felices a sus casas en compañía de familiares y vecinos a continuar celebrando junto a sus propios nacimientos. Las pallas frente al altar continuaban incansables:

Negrito corrió a la iglesia
avisar al sacristán
que repiquen las campanas
que ha nacido el Redentor.

Repiquen, repiquen
por el Redentor
que la virgen pura
dio a luz sin dolor.

El día de la Navidad, 25 de diciembre, los niños y niñas se despertaban muy temprano a la espera del ansiado juguete, otros colocaban sus zapatos en ventanas o balcones esperando a Papá Noel cumpla con dejar algo de su inmenso costal cargado de regalos; entonces el bullicio y felicidad irradiaba de los rostros inocentes de la niñez que se divertían mostrando sus juguetes flamantes y compartiendo entre todos. La gente tomaba su desayuno acompañado de rosquitas, bizcochos y queso preparados especialmente para la ocasión; otros mandaban comprar los clásicos pasteles preparados por doña Natividad Serrano. A las 10 de la mañana salía el Niño en procesión, delante iban las pallas igualmente vestidas de atuendos danzando al compás de sus cánticos contagiantes por las principales y acostumbradas calles procesionales sanmiguelinas y donde alguna vez Carlos Malca Cubas, precedió a las pallas tocando un tamborcito cual niño pastor:

Por esta calle nos vamos
por la otra damos la vuelta,
a ver a la mayordoma
si deja la puerta abierta.

Señora Sana Ana
porque llora el Niño,
por una manzana
que se le ha perdido.

No llore por una
yo le daré dos,
una para el niño
y otra para vos.


Los mayordomos de la fiesta navideña llevaban al grupo de pallas a sus casas a invitarles desayuno luego de la procesión con bizcochuelo, rosquitas, panecitos y bizcocho con queso; acompañadas de la banda de músicos de la municipalidad, como se recuerda a las mayordomas señora Julia Torres y señoritas hijas Rosa y Rosario, por ejemplo.

Es inolvidable acordarse y resaltar que en las peñas, prendidas a las ramas se exhibían adornos, juguetes, hasta pequeños pañales, hechos de una tela blanca con filo rojo llamada Bombasí, emulando aquellos tiempos en que no conocimos los descartables de hoy. Había concursos de Nacimientos donde un jurado integrado por autoridades o personas notables, recorrían de casa en casa calificando las mejores peñas: Aún recuerdo alguna vez, junto a otro chiquillo acompañamos al jurado y fue impresionante admirar los nacimientos confeccionados por Juan Mendoza Rojas, pasando por varios domicilios como de doña Rosa Barrantes de Bravo donde Martín se lucía con su arte, don Feliciano Alcántara, doña Shona o doña Nelly Pinto, entre otros, donde en cada una servían una copita de aquellos desaparecidos vinos: Bermouth, Gancia o Cinzano; luego café, chocolate con pan, bizcocho y queso, finalizando la comisión con un bailecito con las generosas familias anfitrionas. Entonces al darnos cuenta de lo avanzado de la noche, quisimos retornar a nuestros domicilios, pero la oscuridad y el temor nos hicieron retroceder decidiendo continuar acompañando al jurado hasta rayar la aurora.

En casa, mi hermana Elina aún pequeña, recortaba las siluetas de las imágenes de José, María y el Niño de las tarjetas navideñas, arreglaba un pequeño nacimiento con ramas de lanche y colocaba una velita. Al notar esto fue muy grande el gesto de nuestro querido tío “Josheque” José Manuel Quiroz Barrantes, quien llevó a Elina a la tienda de don Alberto Quiroz, haciéndola escoger las imágenes que desearía, las obsequió y bendijeron en la iglesia, luego mamá Gloria mandó confeccionar la camita de cedro en don Javier Lingán y mamá Encarnita trajo desde Lima los Reyes Magos, iniciando así a celebrar todos los años como hasta ahora en casa la Navidad luego de más de cuarenta años consecutivos con el latente recuerdo de nuestros familiares.

El día 6 de enero está destinada a la “Bajada de Reyes” donde reaparecían las pallas cantando y bailando nuevamente y luego de la misa pasaban a casa del señor Casiano Castañeda, allí rendían tributo religioso al “Niño de la Palisada”, adoraban y luego de ser homenajeadas con similar desayuno, concluía la celebración, como en todas las casas y la iglesia donde se procedía a desarmar los nacimientos y guardarlos en sus doseles o altares hasta el próximo año. Aunque hoy sin pallas y a ritmo de toda laya de villancicos desde CDs., DVDs. u otros soportes de algún equipo moderno de música electrónica, San Miguel no ha olvidado la tradición que anida y pervive gozosa en nuestros corazones lleno de felicidad, amor y paz.

Vuela, vuela blanca paloma
sigue más allá,
lleva a todos la buena nueva
que hoy es Navidad.
Esta noche a media noche
Jesús nacerá.


¡Feliz Navidad para todos!

Foto@rte Pisadiablo

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