Tuesday, December 26, 2017

Una feria en San Miguel de Cajamarca / Ricardo Ayllón



Una feria en San Miguel de Cajamarca

Ricardo Ayllón


Cajamarca, junio 2010

 

Víctor Hugo Alvítez, Walter Lingán, Ricardo Ayllón, Antonio Goicochea, Guillermo Ruiz (Cajamarca), Jorge Medina y Elmer Rodas Cubas.

Colinas de Oro es el nombre de la empresa de combis que me lleva de la histórica Cajamarca al distrito de San Miguel, capital de la provincia del mismo nombre, y no hay forma de negar que la empresa no pudo estar mejor bautizada: verdaderamente el horizonte en este viaje agreste pero incomparable se viste de valles cuyas colinas refulgen por sus tonalidades doradas, por campiñas que juegan entre el verde ambarino y un crema intenso luchando por originar en el espectador la idea de que su color inicial fue el oro.

Sin embargo, sé que el nombre de esta empresa de transportes no va por el lado de los matices de la superficie cajamarquina, sino más bien por lo que esta región lleva en su vientre: la riqueza aurífera que aquí se explota incansablemente. Para llegar a San Miguel por esta ruta, hay que pasar junto al vertiginoso asiento minero de Yanacocha, y uno no tarda en pensar que el italiano Raimondi no hablaba de forma figurada al referirse al mendigo sentado en un banco de oro, sino que lo hacía literalmente, maravillado por las inagotables vetas que no cesan de aparecer en esta parte del país.

Pero yo no voy a San Miguel detrás de ninguna cantera aurífera, sino en busca de un banco en el que he pretendido mantenerme sentado casi toda la vida, el de la literatura: voy a presentar un par de libros en una feria bibliográfica organizada con motivo de las Bodas de Oro del colegio que lleva el mismo nombre del pueblo, a donde está llegando también el narrador Walter Lingán, paisano de estas tierras que arriba desde Colonia, en Alemania, junto a una delegación de escritores cajamarquinos.


Apenas desciendo de la combi, me recibe en la misma plaza de San Miguel el poeta Víctor Hugo Alvítez, quien me brinda un lugar en su casa y luego me anima a dar una vuelta por el pueblo. Otra vez en la plaza, me pasa la voz Lingán (a quien conocí el año pasado) como si nos hubiéramos visto un día antes, y, rápidamente, me cuenta que acaba de llegar de Jaén invitado por el escritor Ulises Gamonal, mientras va presentándome a la gran comitiva que lo acompaña compuesta por su madre, su hermana, su novia y la bella familia de esta. Con algo de azoro saludo a todos y, sin perder más tiempo, le pregunto a Lingán si está listo para cumplir con el programa que nos espera. Pero él se limita a responder con una ironía dibujada en la sonrisa que no logro entender.

Las horas pasan rápido (es un programa de tres días en San Miguel) y entonces caigo en la cuenta de que aquella sonrisa era justificada: nada se cumple como estaba planteado en el programa de fiestas por las Bodas de Oro del colegio. Se trata del centro de estudios tradicional de la provincia, y toda la población, junto al resto de distritos y caseríos del lugar, se ha sumado a las celebraciones.

Tardes deportivas, kermeses, bailes nocturnos, presentaciones de danzas y, principalmente, un emotivo reencuentro de ex alumnos sanmiguelinos (llegados de todos los puntos del país) es lo que casi se cumple a pie juntillas; pero nuestra feria de libros se ha postergado y es todavía un día después del acordado cuando la inauguramos en las instalaciones del colegio entre viandas de comida típica, camarillas de ex-alumnos brindando con cerveza, un partido de fulbito entre profesores y el acompañamiento musical de la banda de la Municipalidad de Cajamarca.

Ya hasta este momento ha terminado de llegar el resto de escritores de la zona: los poetas Antonio Goicochea, Guillermo Torres, Tito Pérez Quiroz, y el joven Elmer Rodas Cubas. No nos podemos quejar de la atención, es de lo mejor. El profesor Mario Alvítez, en quien ha recaído casi toda la responsabilidad de la organización, busca la mejor forma de hacernos sentir en casa: no descuida nuestra alimentación, nos apoya en la instalación de la gran pancarta para la feria, trae unas botellas de cerveza y nos pregunta a cada momento si necesitamos “alguna cosa más”. Y lo que necesitamos en verdad son compradores. 


Distraídos en el resto de actividades, los sanmiguelinos se acercan con gran recelo a nuestra enorme mesa de libros. Si no fuera por el poeta Goicochea (tan conocido en San Miguel, quien recibe incesantemente el saludo de sus paisanos) quizá nadie se interesaría en nuestros títulos. De pronto surge una luz: el presidente de la APAFA del colegio viene a nuestra mesa algo mareadito pero con gran entusiasmo y nos pide que hagamos un paquete con todos los títulos que exponemos, pues serán adquiridos con mucho gusto por su asociación. Esta noticia nos alegra y nos tranquiliza: al menos el colegio San Miguel tendrá en su biblioteca parte de nuestra producción.

Un día después, luego de un largo y exitoso desfile de ex alumnos en la plaza de armas (bajo un candente pero hermoso sol cajamarquino), se lleva a cabo la presentación de publicaciones en el auditorio de la Municipalidad con presencia del alcalde, las reinas de belleza elegidas para estos días de fiesta y algunas autoridades. Es el turno de hablar de literatura, y lo hacemos con gran cariño, intentando inocular entre el público el mismo interés y amor que los escritores les brindamos a los libros.

Hasta este momento, y en solo dos días, he podido leer a toda velocidad las novelas que me tocaba comentar: El espanto enmudeció los sueños, de Lingán, e Islita serrana, de Rodas Cubas. Se trata de dos libros con contenidos diferentes pero con un denominador común: sus autores son hijos del lugar. Y esto anima a los presentes; todos escuchan con atención el argumento y virtudes técnicas de ambas historias, y se alegran de tener como paisanos a creadores que saben alimentar el patrimonio literario de su querida tierra. 


Ya pronto llega la hora de dejar San Miguel y, pese a los inconvenientes en el cumplimiento del programa oficial, parto feliz de haber hecho nuevos e inolvidables amigos: los inmejorables hermanos y hermanas de mi anfitrión Víctor Hugo Alvítez, un viejo bibliotecario jubilado de la Municipalidad del Callao que, con espíritu juvenil se encuentra ahora al frente de la biblioteca del Instituto Pedagógico de San Miguel, y la bella familia de Lingán que no dudó en hacerme parte de su comitiva. En fin, dejo con nostalgia la tierra del gran Alfonso Barrantes Lingán y del excelente poeta Demetrio Quiroz Malca (cuyas casas natales funcionan ahora como restaurantes), mientras silbo para mis adentros el ritmo de una pegajosa marinera que Víctor Hugo Alvítez ha compuesto para su colegio.

 
Bibliotecarios de Chimbote junto a Octavio Lara Cruzado, bibliotecario ISP "Alfonso Barrantes Lingán"
 
Allá queda San Miguel de Pallaques, yo retorno a Cajamarca dando tumbos por este camino de herradura acompañado de los poetas Antonio Goicochea y Guillermo Torres. La tarde cae con nostalgia y se posa en las paredes de los apacibles pueblos de Llapa y San Silvestre de Cochán. Por aquí pasamos acometidos por un cansancio que nos hace soñar en las aventuras que nos tiene guardadas la literatura, empresas difíciles pero únicas, dignas de una novela cuyo empedernido autor se niega a encontrarle un final.

Tomado de:
Ayllón, Ricardo. Viajar con libros. Fondo editorial de Nuevo Chimbote, 2017. Págs. 31 – 33.

 Escritor - editor Ricardo Ayllón y Dr. Fernando Merino Moya de Universidad Nacional del Santa - Chimbote, entnces Jefe Oficna de Admisión UNS.

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