Con motivo de la Semana Santa en San Miguel
Nuestro distinguido paisano Pepe Gálvez radicado en Chicago - EE.UU., nos llena de gratos recuerdos al testimoniar la Semanana Santa de San Miguel de los años cincuentitantos del pasado siglo. Esta tradición se mantiene incólume por la fe religiosa, solamente que el tiempo ha variado algunas de nuestras costumbres. Nos alegra conocer esta refrescante vivencia que trasladamos a todos ustedes con el ánimo y esperanza de que cada uno de nosotros digamos nuestras experiencias a favor de la identidad y preservación de nuestra historia. Gracias Pepe por tu gran ejemplo .
Viernes Santo en San Miguel. El Señor es Crucificado por antiguos Santo Varones. Foto archivo Pis@diabloA través del internet he reanudado una conversación con un entrañable amigo de la infancia y como decía Fray Luis de León, al reingresar a su cátedra, hemos dicho:
"Como decíamos ayer"...
Benjamín Quiroz, me decía. ¿Te acuerdas como era la Semana Santa?... ¿Cómo nuestras mamás nos vestían para esta época? y yo le contesto...
Evidentemente, han pasado muchos años y la señora Aurorita, la misma señora Aurorita de la Botica la Salud, mi mamá, todos los años nos compraba nuestros ternos en la tienda del Sr. Carrillo en Chepén, o en alguno de los almacenes de la gran Lima. Si, uno era para 28 de Julio, otro para la navidad y el azul marino oscuro para el Viernes Santo.
Con camisa blanca y corbata negra, totalmente de luto, teníamos que vestir para ir a los oficios de Viernes Santo. Las autoridades del pueblo, llámese alcalde, gobernador, jueces, notario etc. debían estar en primera fila y las señoras, muy contritas, con mantilla negra debían asistir además de elegantemente vestidas, con una solemnidad que parecía realmente que asistíamos a la misa de difuntos de lo más elegante y fastuosa.
Para los días anteriores, nuestra Tía Betsabé, nos preparaba los "cha chas" y junto a nuestros amiguitos asistíamos desde el Domingo de Ramos, muy diligentes a las ceremonias que el Dr. Edmundo R. Guevara, oficiaba para la feligresía.
No escapaba a nuestros ritos callejeros, ese Domingo que saliéramos en busca del mas diestro hacedor de "pitos", que para nuestro caso era el Nico (Nicolás Mendoza quien con el tiempo se convirtió en uno de los mejores sastres cortadores de Lima) él hacia los pitos de palma, mas grandes y de mejor sonoridad y en las noches que también habían rezos nos juntábamos con los más grandes y nos colocábamos en las últimas filas que en esos casos eran la décima o la doceava, allí se sentaban los campeones con el "pan de bodaso" ahí no faltaban el “Boyeyo", el “Taschela", el “Sarelo", el "Mirita" y otros que eran menos hábiles pero igual de divertidos y burlones y pasábamos unas noches inolvidables.
Para ese entonces yo tenía unos 7 u 8 anos y conforme avanzó el tiempo mis ternos que en principio eran con pantalón corto se convirtieron en pantalones largos.
El rito del descenso del Señor Crucificado era todo una ceremonia, los Santo Varones, las beatitas que ayudaban, los sacristanes y el señor Cura y los niños que provistos de impecables manteles o paños, hacíamos cola para acceder a las potencias que adornaban al Cristo Crucificado.
Don Agustito Castañeda, un caballero circunspecto, cordial y por demás atento era quien más o menos dirigía esta ceremonia, el Sr. Rojas "el Chiroque" otro de los más diligentes y más cuidadosos de que las actividades sean de lo mas correctas, don Marcial Gutiérrez, don Clodomiro y muchos otros subían bajaban corrían y trajinaban para que el descenso se haga con la mayor prolijidad posible y allí era infalible "Don Casiano" incansable, batallador, dicharachero, martillo en mano y con clavos en la boca. Entraba, salía, corría, hablaba, dirigía, contestaba…
¿Qué le parece don Casiano? “Los dientes cuando me río”… jajajajaj, ¿qué le pasa don Casiano? “La saliva por la garganta y las ideas por la cabeza”... jajajajaja; siempre estaba alerta a las voces que se daban por ahí, pero nunca perdía el control de la ceremonia que significaba el descenso del Señor.
Hecho todo esto, La corona de espinas (que era de plata) era la joya más codiciada por los niños que esperábamos portar en la procesión y alguna vez, por ser hijo de la Sra. Aurorita, me tocó tan ansiado honor, tener una ‘potencia’ del Señor era nuestro deseo, pero tener la corona era la honra más grande con la que la suerte nos podía premiar y así fue ese día y de manos de don Agustito Castañeda recibí la corona del Señor. mis otros amigos también en otros años recibieron la corona y como yo en otros años también acompañamos la procesión muy honrados con otros adornos que durante la ceremonias de Semana Santa habían adornado la Cruz y la Imagen de Cristo Crucificado.
El Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección era todo una algarabía ya dejaba de sonar la Matraca y empezaba la campanilla, ya se podía escuchar música popular y la tristeza de los días Santos se había convertido en alegría por que ya el Señor había resucitado y en el pueblo todo era de color.
¿Tú dirás que me olvido de alguien? No. No me olvido de nadie, porque en los señores que he nombrado están incluidos todos los señores magistrados y autoridades, mis maestros y los comerciantes, los artesanos y los ayudantes que pasan por nuestras mentes, porque entre los Nicos y los Sarelos están todos los jóvenes y niños que asistían a estos oficios y desfilaban conmigo en las procesiones y entre las señoras están todas las mamás de los Boyeyos, de los Taschelas, de los Pepe "rucos" y de todos mis contemporáneos que vimos pasar una Semana Santa en nuestro querido San Miguel.
Así mi querido Mincito, como te solía decir, así han sido mis Semanas Santas y las que pasé contigo en el Pueblo que nos vio nacer.
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