“Ahora, cuando la pandemia impacta fuertemente la Amazonía peruana,
Julia Wong Kcomt escribe -para invitarnos a pensar en su geografía y su gente-
este texto hermoso acerca de la novela Koko
Shijam, el libro andante del Marañón, del escritor peruano Walter Lingán. Les invitamos a leerlo:
"Walter Lingán ha hecho un trabajo de médium como pocas veces he leído. No ha pecado, ni en comisión, ni omisión, sin ninguna intención preciosista ni de erudición y sin el miedo poético del deseo por lo absoluto. Así, como cualquier muchacho que vivió en Bagua y se enamoró alguna vez del entorno y sus muchachas, ha tratado de fotografiar cómo se encarna el río en un lenguaje legendario, transformándolo en Koko y luego, sin decirlo, pide la eternidad para ese paisaje, para ese espacio geográfico que incluye, agua, luna, cabeza, serpiente, mujer, sirena, peine, zapallo, barro y amor."
"Walter Lingán ha hecho un trabajo de médium como pocas veces he leído. No ha pecado, ni en comisión, ni omisión, sin ninguna intención preciosista ni de erudición y sin el miedo poético del deseo por lo absoluto. Así, como cualquier muchacho que vivió en Bagua y se enamoró alguna vez del entorno y sus muchachas, ha tratado de fotografiar cómo se encarna el río en un lenguaje legendario, transformándolo en Koko y luego, sin decirlo, pide la eternidad para ese paisaje, para ese espacio geográfico que incluye, agua, luna, cabeza, serpiente, mujer, sirena, peine, zapallo, barro y amor."
sábado,
mayo 23, 2020
Crítica literaria hecha por mujeres
Koko Shijam, El libro andante del Marañón, de Walter Lingán
Del río su eternidad
Walter Lingán y su Biblia sobre Bagua o los
misterios del Río Marañón.
…Desde
entonces he regresado tres veces,
No he
vuelto a comer pescado.
Hay un
fino lodo en mi cuero cabelludo
Y se, por
el olor de mi peine,
Que hay
olor a rio en mi cabello.
Elizabeth
Bishop (el hombre del río). Obra completa.
Una de las pocas poetas norteamericanas preocupadas
por la geografía latinoamericana, específicamente la brasilera y, yendo aún más
al detalle, por la región amazónica con sus embrujos fluviales, es Elizabeth
Bishop. La poeta, con sus diligentes tratados transcendentales sobre el
espacio que habitamos, nos hila una belleza y una filigrana de múltiples
miradas al mismo río. Bishop se encarga de expresar a la naturaleza para
afianzar lo esencial. Dicen que todo el trabajo de la poesía es trascender
lo natural.
Conozco a Walter Lingán, quien no es poeta de
oficio, pero que ha tratado de esculpir con enorme humor andino varios
de sus textos novelados, también con la garra política que demuestran su
militancia y sus simpatías por los menos favorecidos. Quizás en la actualidad
la vida burguesa de un respetable médico educado en Renania del Norte-Westfalia
le haya enseñado las pasiones del consumo, los artículos de ninguna necesidad y
sobre todo el enorme valor de las diferencias pero, sobre ellas, él se ha
quedado con el principio del arte como el único lenguaje mayor que podría
calmar la sed de inmortalidad. Por lo que espero no caer en elogio fácil de los
amigos que se leen entre sí.
Walter Lingán se decidió por la literatura hace
mucho y, a punta de ejercicio, llegó (pienso yo, después de leer casi media
docena de sus libros) que allí donde el alma de Walter trasciende justamente su
primer asombro natural es en su libro Koko Shijam, El libro andante del
Marañón, editado por La travesía Editora en Arequipa, Perú,
el 2014.
En este libro, que puede parecer ameno y coloquial
en la primera lectura, Lingán ejecuta su mayor acto de contemplación del río
Marañón para llegar a lo esencial.
En Koko, como llamaré en forma abreviada al título
extenso de esta alianza filosófica con sus raíces peruanas y la cosmovisión
amazónica, Lingán demuestra que la pluma se le fue de largo y le convenció para
decir todo lo que el Río Marañón hubiera escrito si las aguas tuvieran canales
adecuados; si el río tuviera palabras combinadas con español y sobre todo
pudiera hacer casi una mitología para la posteridad de las albricias que
suceden en ese reino. Un reino del que apenas vemos un verde frondoso y
recibimos noticias terribles, resultado de la mirada occidental sobre el
devenir de las aguas que no se dejan controlar por agencias de periodistas
(quienes nunca entenderían muy bien el lenguaje de la naturaleza).
Voy a recurrir a la biografía del escritor, cosa que
casi nunca hago en mis breves ensayos, porque creo que vivir en Bagua le
dio a Lingán, solo por esta vez, un lenguaje, un apasionamiento y una erudición
que únicamente permite, a los iniciados, el gran amor de la sabiduría cósmica.
Es un libro que parece de lectura fácil, formula
“hartos cuentitos”, como dicen en la tierra de origen de Lingán, pero en
cada leyenda entripada en una eternidad necesaria hay más que historias,
hay una antropología zoofónica (he leído alguna vez esta
palabra en textos de Internet y quizás resulte demasiado novedosa),
pero se trata de entender de qué modo comulga el autor con todos los seres
animados que serán descritos e irán cobrando vida a través de los capítulos.
Incluso la muerte de algunos o la extinción de
otros, no es jamás desgarradora, accidental ni maldita. Ese tipo de Mal con
mayúscula, a lo cristiano, no existe en la selva de Lingán. Existe un círculo
de subsistencia que se genera y regenera constantemente a través de sus agentes
vitales, ya sean humanos, masculinos, femeninos y se extienden al reino animal
y vegetal. La transformación que genera el ciclo del agua.
Es impresionante cómo los seres emergidos de las
aguas van dibujando, con paciencia de recolector de insectos en medio de la
penumbra, los adagios y entripados que la magia de un ser vivo tan tempestuoso
y bendecido por los astros, como el río Marañón, va a dar a luz. Va a dar vida
a un ser que se propone trascender a través de su quehacer seminal, pero sobre
todo a través de sus historias, que subsumen el entorno natural hacia una
proyección astral por medio de la palabra.
Walter Lingán ha hecho un trabajo de médium
como pocas veces he leído. No ha pecado, ni en comisión, ni omisión, sin
ninguna intención preciosista ni de erudición y sin el miedo poético del deseo
por lo absoluto. Así, como cualquier muchacho que vivió en Bagua y se enamoró
alguna vez del entorno y sus muchachas, ha tratado de fotografiar cómo se
encarna el río en un lenguaje legendario, transformándolo en Koko y luego, sin
decirlo, pide la eternidad para ese paisaje, para ese espacio geográfico que
incluye, agua, luna, cabeza, serpiente, mujer, sirena, peine, zapallo, barro y
amor.
Su cuidado gramatical, la entonación de las frases
con una delicadeza de Mantra sacramentado, hacen de la lectura de Koko un viaje
en medio del silencio frondoso entre Bagua, Jaén y otras aldeas.
Admiro el erotismo de Lingan, sus pinceladas
cargadas de fáciles formas para encontrar el lenguaje del cuerpo y no llenarse
de teorías generacionales sobre el cuerpo, el amor (sea del sexo que fuera
necesario) y simplemente entregarse al enorme pacto con la vitalidad.
Koko no es Walter, ni es el Marañón, es del Río su
eternidad.
Lingán,
Walter. Koko Shijam, El libro andante del Marañón. La Travesía Editora, 2014.
Walter Lingán, es un escritor peruano, que vivió en la selva peruana durante su
infancia. Es autor de los libros Por un puñadito de sal (Novela,1993), El
lado oscuro de Magdalena (Novela,1996), Los tocadores de la pocaelipsis
(Cuentos, 1999), La danza de la viuda negra (Cuentos, 2001), Oigo
bajo tu pie el humo de la locomotora (Cuentos, 2005), La ingeniosa
muerte de Malena (Cuentos, 2009), Un pez en el ojo de la noche
(Novela, 2009), El espanto enmudeció los sueños (Novela, 2010). Koko
Shijam, El libro andante del Marañón (Novela, 2014). Vive en Alemania.
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