Castro Mendoza Melacio. El
Hombre de Rupak Tanta
(Novela: Hipocampo Editores, Lima. 2019). *
Segundo
Wilson Cabrera García
El hombre de Rupak Tanta, novela del sociólogo, historiador poeta y escritor Melacio Castro
Mendoza, es un tributo que, desde Essen, Alemania, ha recibido el Perú. En el
idioma runasimi, más comúnmente llamado Quechua, el término rupak no existe;
existe, en cambio, el término rupaq. Castro Mendoza usa el primer término
castellanizando el segundo, lo que nos sugiere ha hecho por efectos de la
pronunciación. En runasimi Rupaq Tanta, traducido al español, requiere
anteponer el hombre, lo que significa: «El hombre del pan caliente». La novela
es, como han escrito Walter Lingán e Isaac Godemberg, “una fábula” (Lingán)
redactada con «estilo prístino» (Goldemberg).
El personaje
central es un hombre barbado de nombre Pureq Kañiwa. Pureq, en runasimi,
significa el caminante. Kañiwa, como vocablo, no existe ni en el quechua ni el
aymara. Sabemos, eso sí, que la kañiwa es un alimento. Subrayamos que El hombre
de Rupak Tanta es, hiperbólicamente, un persuasivo alegato cultural. Durante
una conversación con el autor de esta novela supe que el músico solista de
mayor importancia en el repertorio andino, Raúl García Zárate, a quien la
novela está dedicada, le sugirió, como quechuahablante, el título de la misma.
De paso, digamos también que Simón Amaru Castro Mendoza, hijo del autor y chef
del restaurante berlinés Chicha, es otro de los citados en la dedicatoria de la
novela. El sacerdote alemán Norbert Nikolai ha escrito que «si bien es cierto
que Melacio Castro Mendoza escribe poesía con palabras, Simón Amaru, su hijo,
hace poesía con su arte culinario».
El hombre de Rupak Tanta está escrita en primera persona. En su transcurso esa primera persona
se convierte en una tercera. Pureq Kañiwa es, en todo caso, un incansable
conversador y un extraordinario relator de sus ideas y de sus experiencias. Los
hechos que relata se inician a las orillas de un lago ubicado en un parque, o
Jardín Municipal, de Essen, la metrópoli de la Cuenca del Ruhr. Pureq Kañiwa
conoce allí a Hipólito Mendoza, un profesor universitario con quien entabla una
franca y preciosa amistad. Por este sabemos que Pureq Kañiwa es un hombre
andino nacido en la costa que, por causa de un error político por el cual fue
castigado, llega al parque de Essen.
Dueño de
habilidad y tino, el autor hace que su personaje atraviese montañas, valles,
ríos y otros difíciles tramos geográficos. Su pueblo de origen fue sepultado
por las inclemencias del tiempo. En memoria de éste se propone fundar,
concebido como un nuevo mundo, el nuevo Rupak Tanta. En el antiguo Rupak Tanta,
en todo caso, convivían, o conviven, a la vez, tres mundos. La sinergia
desplegada inncluye:
—La cadencia
del Mundo de Arriba.
—La
obscuridad destinada a ser luz del Mundo de Abajo, y
—La
complejidad del Mundo de Aquí.
Pureq Kañiwa
nos cuenta que El Mundo de Aquí pertenece a la corrupción, a lo inicuo y
profano. Se basa y justifica en lo inhumano y lo inmundo. En contra de todo
ello, Pureq Kañiwa lleva siempre en su morral un libro: El Capital de Marx. ¿Será o no marxista?
Su
confinación en una cárcel por un delito que no cometió lo hace aparecer como un
terrorista. El poeta Jorge Espinoza dio testimonio de este tipo de acusados en
su novela Las cárceles del emperador,
en la que retrata experiencias como las que describe Pureq Kañiwa. En la época
de los gobiernos de Alan García y Alberto Fujimori, las cárceles, en efecto, se
poblaron de peruanos que, en infinidad de casos, no cometieron delito alguno.
Como testimonia Pureq Kañiwa, una práctica común de los carceleros era
manipular las penas de los reclusos a cambio de dinero.
Melacio
Castro Mendoza nos transporta de un mundo duro a otro mágico y misterioso, al
que no le falta ni la elegancia ni lo romántico gracias a la mujer amada. De
esta mujer que lo liberó, Pureq Kañiwa cuenta: «La luz de la mujer que en
promesa de amor aún me espera, me arrancó de las manos de los tiranos». Al
personaje caminante se le suma, en su recorrido, un sapo músico. Mauro de
Vasconcelos en su novela Mi planta de
naranja lima hace que el confidente de su personaje Zezé sea un sapo
cautivante solo en lo pasional. El sapo de El hombre de Rupak Tanta es, en
cambio, un consejero que ama la libertad y la justicia, a las cuales también
les canta.
En su
escritura, el autor juega con los números al hacer una matemática recreativa.
Su protagonista cruza por siete etapas, siete puertas y siete escenarios
diferentes. Con destreza, relata la perversión imperante en el Mundo de aquí.
Desarrolla, y justifica, a partir de su crítica, la existencia de otro mundo
imaginario, reflejo del Mundo de Abajo, que es al que aspira llegar. El Mundo
de Aquí horroriza a Purek Kañiwa cuando escucha a Juancho, un prisionero
apodado el siete, siniestro asesino de sus siete esposas, relatar sus
horrorosos actos. En contra del Mundo de Aquí, concibe El Mundo de Abajo como
«una nueva república (en la que) asistiremos a la conversión de la oscuridad en
luz». Esa metáfora se asemeja a la utilizada por el poeta, y músico solista
andino, Manuelcha Prado, en su poema—canción Para Trilce.
En una de las
más hermosas páginas de El hombre de
Rupak Tanta se relata el cuento de «el girasol». En él, un inválido tuvo la
fortuna de producir tan bellas flores y cuando alguien las mata, logra hacerlas
revivir. Edmundo de Amicis en su novela Corazón
cuenta un suceso algo similar resumido en uno de sus famosos cuentos mensuales.
Melacio
Castro Mendoza hace de sus protagonistas extraordinarios conversadores, cuyo
relato envuelve al lector sin hacerle perder la ilación. La suya es coherencia
literaria amena y directa. El lector acompaña al narrador: «Más de quinientas
veces ascendimos y bajamos por un sendero que me parecía de nunca acabar.
Tumbando yerbas a nuestro avance, apartando maderos de árboles caídos...».
Purek Kañiwa,
en ciertos momentos, no tenía ojos, sino para la luna. Se rinde, por fin, a los
encantos de una nube, con lo cual surge un romance efímero que la intervención
del viento lleva a un raudo final. ¿Será que los soñadores y los que lideran la
lucha por otro mundo, también se rinden al amor? Al final, se trata de seres
más que épicos, cotidianos. El autor hace que el caminante declame un poema de
cuatro sextetos con rima estructurada y sencilla, donde se percibe la meridiana
claridad con que fluye el verso. En este poema, el amor pueda que tenga un alto
costo, la vida misma.
La incesante
pretensión de Purek Kañiwa de llegar a Nueva Rupak Tanta se concretiza
idealizando las profundidades del jardín de Essen, cuyas profundidades
ocultarían la promesa de entrada a esa especie de «paraíso» en el cual nadie
debe empeñar por dinero ni su alma ni su cuerpo. Aquel lugar es ajeno a los
que, por dinero o por las armas, compran, o intentan comprar, aun el amor. En
Nueva Rupak Tanta el hombre es esencialmente un ser de los afectos y al valor
mutuo de la justicia y la paz. Finaliza este argumento que se ha desarrollado
en torno al número siete.
Parte de la
etapa final del libro es la escena en la que la pareja de novios, Pureq Kañiwa
y la luna, fundarán Nueva Rupak Tanta. El lector está invitado a formar parte
de esa nueva república.
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(*) Revista INTI 91 - 92,
USA; Editores: Julio Ortega y Stephen Mattos.
Prof. Segundo Wilsn Cabrera Garcìa (foto Facebook)
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