Crònicas de Pisadiablo
Víctor Hugo Alvítez Moncada
NAVIDAD EN SAN MIGUEL
Niño Manuelito
que te puedo dar,
rosas y claveles
para deshojar.
Navidad, inicia en
San Miguel con mucha esperanza y una serie de preparativos por los regalos y
saludos que llegarán desde todos los confines, las niñas ensayan canciones
junto a coreografías para ofrecer al Niño Jesús, entre tanto en la iglesia
matriz y casas familiares construyen las “peñas” o nacimientos, hechas en base
a plantas silvestres del lugar como lanche, tuyus, tululas, musgos o shapra.
Constituye toda una festividad de fe y alegría en nuestra tierra. No había
necesidad de todo este mundo comercial actual. Verdadera fiesta de amor, paz y
fraternidad entre familias sanmiguelinas y sus creencias. Trato de recordar
aquellos años de las décadas ‘60 al ‘80 pasadas, cuando en la niñez y/o
juventud afloraban regocijo y felicidad a raudales. Debo dejar constancia que
las canciones o villancicos aquí reunidos han sido guardados por mis hermanas
Elina Marcela y Sara Ofelia, como en la memoria colectiva y tradición oral
sanmiguelina, a quienes renuevo mi gratitud con la esperanza de continuar
recuperándolas para fortaleza de identidad e historia de nuestro pueblo.
Las "Pallas"
Era notorio el
movimiento de gente en torno a la festividad que redime el nacimiento del
Salvador del mundo. Las niñas iban y venían de la casa de doña Mirita Rojas,
muy cerca entonces del puesto de la Guardia Civil –hoy Policía Nacional del
Perú─, en la segunda cuadra del Jr. Miguel Grau, quien vivía en compañía de su
nieto Rodrigo Malca, sí el mismo cantor de la dulce y melodiosa voz que dejaba
entonar “Cariñito” y otros sabrosos valses, amén de himnos románticos al amor
en noches de serenatas.
Doña Mirita, era una persona muy cariñosa, religiosa y no muy anciana, quien
asistía siempre a la iglesia a escuchar misa, ataviada de mantilla negra que
cubría su cabellera cana como solían hacerlo las damas mayores de la vecindad
sanmiguelina caracterizada de ferviente devoción católica. Ella, era la
encargada voluntaria de ensayar a las “pallas” o niñas pastoras en el patio de
su casa y con atuendos característicos de campesinas danzaban y cantaban
alrededor del Niño Jesús al ritmo de tonadas navideñas en la iglesia, en Noche
Buena o Misa del Gallo del 24, procesión del 25 de diciembre por Navidad y
luego por Bajada de Reyes el 6 de enero. Las alegres canciones estaban escritas
en un cuaderno antiguo, haciéndonos pensar que muchas de ellas son herencia,
creación o adaptación de dicha inspiración colectiva.
Desde lejos vengo
oyendo una voz,
con mi sonajita
y mi buen tambor.
Anteriormente habían cumplido esta misión las señoritas Encarnita y Agustina Lara, generosas damas que hasta impulsaron en su época una escuelita vacacional para enseñar a leer y escribir a niños menores en su domicilio del Jr. Ramón Castilla; pudiendo deducir que dicha tradición fue enrumbándose de generación en generación por la arraigada fe religiosa del pueblo de San Miguel. La abnegada labor de doña Mirita fue seguida por nuestras vecinas señoras Luz Victoria Quiroz Goicochea y Glenda Malca Cubas, hasta donde tenemos conocimiento y tal vez el tiempo y la modernidad no puedan desplazar o reemplazar tan hermosa herencia:
Vamos pastorcitos
vamos adorar,
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.
Las pallas o pastorcitas lucían un atuendo característico conformado por anaco o falda negra larga, blusa blanca, un paño o pañal de Castilla para cubrir hombros y espalda atando las puntas un imperdible al cuello; más una “rucha” o bincha de cinta ancha encarrujada para el pelo, trenzas con cintas de colores; aretes grandes, collares, pañuelo de seda y sandalias. Las prendas y demás adornos eran otorgados y cubiertos por las propias familias de las entusiastas niñas.
Por otro lado, acercándose la festividad, los jóvenes en especial, se trasladaban al Antivo u otros alrededores del pueblo en búsqueda de “lanche” aquel arbusto de ramas flexibles y hojas pequeñas enverdecidas, “shapra” o musgo, tuyus, helechos o tululas, con la finalidad de armar la “peña”, pesebre o recinto donde nacìa y se velaba el niño Jesús durante los días festivos y la Noche Buena en compañía de la sagrada familia.
Entre peña y peña
he visto una cruz.
camita y almohada
del Niño Jesús.
En la Iglesia Matriz, se confeccionaba una inmensa “peña” con los mismos materiales nativos apropiados para darle forma arqueada y cóncava a la peña, donde lucían las grandes imágenes de San José y María, los Reyes Magos y quedaba listo el pesebre para el nacimiento del Niño el día 24 en plena Noche Buena. Al lado iban el burro y la vaca. La peña lucía su esplendor con la Estrella de Belén en lo alto y otros adornos a un costado del altar mayor:
Niño Manuelito
no traigo nada
porque la helada
me ha dejado sin nada.
Niños Oscar Alvitez Dominguez y Ronald Goicochea, acompañados de Mario Alvitez.
Bien ensayadas y ataviadas de sus coloridos atuendos, las pallas, ingresaban a la iglesia entonando cánticos y bailando en filas de dos, cogiendo el pañuelo de seda de ambas puntas y girando su cuerpo de un lado a otro, caracterizando alegría al continuar coreando:
San José pidió posada
para su esposa María,
desde adentro respondieron
que no había posada.
María salió llorando
lágrimas que le corrían,
San José la consolaba
calla María no llores.
La Noche Buena iniciaba con la Misa del Gallo a las 10:00 p.m. Algunas familias esperaban en la iglesia desde tempranas horas o al terminar la misa de las 7:00; es decir no retornaban a sus domicilios por falta de alumbrado público, el frío o la lluvia. Toda una celebración eucarística inolvidable, muchas familias asistían a la iglesia para ser testigos del Nacimiento del Niño Jesús. El padre o sacerdote al intermedio de la misa, mandaba apagar las luces y guardar por un momento en la sacristía las velas y lámparas Petromax. En esos momentos de oscuridad, se escuchaba desde la peña el canto de un gallo y el balido de una oveja (a los que se les hincaba con una aguja para que así reaccionen), anunciando de esta manera el nacimiento del Redentor del Mundo; entonces, retornaban o prendían las luces, apareciendo reluciente el Niño Jesús en su pesebre, al lado de sus padres María y José, los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar y los animales, Las campanas repicaban incansables, la multitud alegre se abrazaba y celebraba tal acontecimiento universal; luego de manera ordenada y en filas, pasaban a adorar al Niño y se retiraban felices a sus casas en compañía de familiares y vecinos a continuar celebrando junto a sus propios nacimientos. Las pallas frente al altar continuaban entonando y bailando:
Negrito corrió a la iglesia
avisar al sacristán
que repiquen las campanas
que ha nacido el Redentor.
Repiquen, repiquen
por el Redentor
que la virgen pura
dio a luz sin dolor.
El día de la Navidad, 25 de diciembre, los niños y niñas se despertaban muy temprano a la espera del ansiado juguete, otros colocaban sus zapatos en ventanas o balcones de sus casas, esperando que Papá Noel cumpla con dejar algo de su inmenso costal cargado de regalos; entonces el bullicio y felicidad irradiaba de los rostros inocentes de la niñez que se divertían mostrando sus juguetes flamantes y compartiendo entre todos. La gente tomaba su desayuno acompañado de rosquitas, bizcochos y queso preparados especialmente para la ocasión; otros mandaban comprar los clásicos pasteles preparados por doña Natividad Serrano. A las 10 de la mañana salía el Niño en procesión, delante iban las pallas igualmente vestidas de atuendos y danzando al compás de sus cánticos contagiantes por las principales y acostumbradas calles procesionales sanmiguelinas acomñados del sonido de un pequeño tambor por el niño Carlos Malca Cubas, precediendo a las pallas:
Por esta calle nos vamos
por la otra damos la vuelta,
a ver a la mayordoma
si deja la puerta abierta.
Señora Santa Ana
porque llora el Niño,
por una manzana
que se le ha perdido.
No llore por una
yo le daré dos,
una para el niño
y otra para vos.
Los mayordomos de
la fiesta navideña llevaban al grupo de pallas a sus casas a invitarles
desayuno luego de la procesión con bizcochuelo, rosquitas, panecitos y bizcocho
con queso; acompañadas de la banda de músicos de la municipalidad, como se
recuerda a las mayordomas señora Julia Torres y señoritas hijas Rosa y Rosario,
por ejemplo.
Es inolvidable resaltar que en las “peñas”, prendidas a las ramas se exhibían
adornos, juguetes, hasta pequeños pañales de tela blanca con filo rojo de Bombasí,
emulando aquellos tiempos en que no conocimos los descartables de hoy. Había
concursos de Nacimientos donde un jurado integrado por autoridades o personas
notables, recorrían de casa en casa calificando las mejores “peñas”. Queda en
mi recuerdo, junto a otros chiquillos acompañamos al jurado y fue impresionante
admirar los nacimientos confeccionados por Juan Mendoza Rojas, doña Rosita
Barrantes de Bravo donde “Chueco”Martín se lucía con su arte, don Feliciano
Alcántara, doña Shona o doña Nelly Pinto, entre otros, donde en cada una
servían una copita de aquellos desaparecidos vinos: Bermouth, Gancia o Cinzano;
luego café, chocolate con pan, bizcocho y queso, finalizando la comisión con un
bailecito con las generosas familias anfitrionas. Y al percatarnos de lo
avanzado de la noche o madrugada, por temor no podíamos retornar a nuestros
domicilios por la oscuridad reinante, aquellos años que no había luz eléctrica,
decidiendo continuar acompañando al jurado hasta rayar la aurora y quedarnos en
la puerta de la iglesia hasta que amanezca.
En casa, mi hermana Elina, aún pequeña, recortaba siluetas de las imágenes de
José, María y el Niño Jesús de las tarjetas navideñas enviadas desde Lima por
amistades, arreglaba un pequeño pesebre con acostumbradas ramitas de lanche y
colocaba una velita. Al notar esto, fue muy grande el gesto de nuestro querido
y recordado tío José Manuel “Josheque” Quiroz Barrantes, quien cogió de su
manito y condujo hasta la tienda de don Alberto Quiroz Burga, haciéndola
escoger las imágenes del nacimiento, las obsequió con mucho cariño, las que
luego bendijeron en la iglesia. Mamá Gloria mandó confeccionar la camita de
cedro en don Javier Lingán y mamá Encarnita trajo desde Lima los Reyes Magos,
iniciando así a celebrar todos los años como hasta ahora en nuestra casa la
Navidad. Estos generosos familiares ya no están con nosotros, el recuerdo y
gratitud crecen en el tiempo, luego de más de cincuenta años consecutivos, ahí
perduran y bendicen las mismas efigies con sus almas nobles y bondadosas.
El día 6 de enero, destinado a la “Bajada de Reyes”, reaparecían las pallas
cantando y bailando nuevamente y luego de la misa pasaban a casa del señor
Casiano Castañeda, allí rendían tributo religioso al “Niño de la Palisada”,
adoraban y luego de ser homenajeadas con similar desayuno, concluía la
celebración, como en todas las casas y la iglesia donde se procedía a desarmar
los nacimientos y guardarlos en sus doseles o altares hasta el próximo año. San
Miguel no ha olvidado la tradición que anida y pervive gozosa en nuestros
corazones lleno de felicidad, amor y paz.
Vuela, vuela blanca paloma
sigue más allá,
lleva a todos la buena nueva
que hoy es Navidad.
Esta noche a media noche
Jesús nacerá.
¡Feliz Navidad para todos!
Saturday, December 19, 2009
NAVIDAD EN SAN MIGUEL
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