CAPULÍ, VALLEJO Y
SU TIERRA
Construcción y
forja de la utopía andina
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE
CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE
SOLUCIONES
FEBRERO,
MES DE LOS HUMEDALES,
DE
NUESTRAS LENGUAS NATIVAS, DE
RICARDO
PALMA Y FEDERICO BARRETO
FOLIOS DE
LA UTOPÍA
LOS TECHOS COMO LOS HOMBRES
Y llorará en las tejas
un pájaro salvaje.
César Vallejo
Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Cómo llegó el mar
hasta estas cumbres?
Miro desde aquí un mar de tejados de
las viviendas de mi pueblo.
Bajo el techo de enfrente, de tejas
viejas, estrechas y musgosas, queda el horno de hacer pan, de mi abuela Sofía.
Este es "El Mirador" de mi
casa, al cual subo siempre, porque tenemos aquí arriba un jardín de flores que
cultivamos en macetas, como: alhelíes, cintias, pensamientos, gladiolos y
geranios.
Los techos en verdad son mares u
océanos encrespados, de oleajes ondulantes, apacibles o encaracolados.
Aparentemente inmóviles pero bullentes por la vida que hay debajo.
Pero mar al fin, mar de arcilla, en
razón del agua que cae del cielo y del aire que sopla hecho viento. Y del fuego
que refulge con el sol.
Confeccionado de tierra amasada, rizada
y puesta a hornear en las tejas.
O del ichu tendido que crece y se trae
desde las jalcas y que ahora brilla iridiscente con las gotas de plata de la
última lluvia repentina.
2. Riberas
de la eternidad
Pero, ¿cómo es que el mar subió hasta
estos sitios, a la cumbre de estas serranías?
O, más bien ¿cómo es que se quedó en
estas cúspides?
¡Porque antes el océano estuvo aquí!
Eso nos ha explicado el maestro en la
escuela. Y, aunque parece mentira, si lo dice el maestro ¡es verdad!
Pero, es más: yo creo que los techos no
solo son mar, sino que son barcos que navegan a la deriva, o sabiendo a qué
puerto llegar. Con mástiles hundidos que se pierden tras la neblina.
Quizá incluso quillas de navíos rumbo a
las estrellas. La cofa del bajel que es el globo terráqueo.
Son los techos las puntas de cometas
que se desplazan vertiginosos por el espacio sideral.
Atalayas hacia el infinito, frontera entre
cielo y la tierra.
Bordes de la eternidad que ya sabemos
que tiene orillas, y que es este mar de tejados que ondulan noche y día.
Porque eso son los techos, las riberas
de la eternidad.
3. Un mundo
más justo
Los techos son las utopías ya realizadas
o visibles; lo más alto a lo cual hemos llegado como humanidad, aunque lo
triste es que vivimos debajo de esos sueños.
Sólo se vive más alto que los techos
cuando se los contempla desde las colinas, avizorando los pueblos en la
lejanía.
Pero, desde el altozano de "El
Mirador" aprendo a reconocer también que los techos, como los hombres,
tienen categorías.
Y la tienen según la línea de la
cumbrera, la calidad de las tejas y la forma de los aleros.
Eso sí, esto tendrá que cambiar algún
día, para hacer un mundo más justo.
Así, hay techos indigentes, torcidos en
su línea alta, cubiertos de pedacitos de tejas recogidas de otros techos
derrumbados.
Con magueyes partidos o añosos, con
carrizos al aire libre, como coinciden en ser, casi siempre sus dueños.
4. De tallos
de trigo
Son techos de mujeres envejecidas que
no constituyeron hogares. O que hace tiempo perdieron a sus maridos.
O de labriegos sin tierra. O de
artesanos acosados y entristecidos por la pobreza.
¡Claro! Antes que estos están los
techos de paja que son de casas rústicas o míseras, de familias de huérfanos, o
de esposas abandonadas, o de ancianos impedidos.
O, sino, de hogares llenos de
chiquillos menesterosos.
¡Esos techos son amarillentos, como
pelo de perro sobre el cual moja inclemente la lluvia!
Están hechos de tallos de trigo, de
rastrojos huecos o, en el mejor de los casos, del ichu de las punas y los
pajonales, del cual vienen cargados los pollinos al pueblo.
5. Dueños
advenedizos
Hay otros techos, que distinguimos
desde aquí porque sus tejas son angostas y hondas, de un rojo oscuro, como el
poncho de los jinetes mojados por la lluvia en los caminos.
Casi siempre cubiertas de un musgo
verdoso por el lado en que corre el agua y de un liquen de color verde claro, que
llamamos "flor de piedra", por el lado en que las tejas tapan las
canaletas.
Son los techos de las casonas antiguas
donde viven caballeros temblequeantes y señoras de mantilla.
Con muchachotes que cargan sus
reclinatorios de terciopelo carmesí, con bordes de cremalina, camino a la misa
del domingo en la iglesia del pueblo.
Pero, hay un techo que han cubierto de
calamina, que sus dueños, advenedizos, llegados no sabemos de dónde, han
pintado de rojo, sin duda por la vergüenza que eso les ha producido.
El Municipio del pueblo ya los notificó
diciéndoles que son indignos.
6. Desde
lejos
Y que no serán consentidos, porque daña
y adultera el alma de nuestro pueblo. Y eso está bien.
El mismo Alcalde hemos oído que le ha
dicho al dueño de esa casa:
– ¡No señor! ¡O cambia ese techo o se
cierra el establecimiento!
Felizmente ya lo cambiaron porque los
padres de familia de las escuelas acordaron no comprar ningún producto de esta
tienda y sólo por tener techo de calamina.
Porque, ¿cómo vamos a elegir ser un pueblo
de lata dejando ser un pueblo del alma como es la teja porque está hecha de
nuestra misma tierra y con nuestra misma sangre?
Hay los otros techos nuevos, de tejas
de un rojo encendido, tirando para naranja y que trato de distinguir en cuál de
los hornos del pueblo han sido elaboradas las tejas.
Porque eso lo reconocemos desde lejos;
o son del horno del evangelista de la Parva de la Virgen, o son del horno de
Pueblo Nuevo.
7. Lloros
y suspiros
Son techos de construcciones recientes,
de comerciantes prósperos, de dueños de tiendas de abarrotes o de flotas de
camiones.
O de contratistas de madera para las
minas de Quiruvilca. O de algún dueño de hacienda que va a pasar la mayordomía
del Apóstol Santiago.
Estos techos son airosos, frescos y
galantes. Ostentan riqueza.
Por ellos el agua escurre acicalada y
los pocitos que hacen las goteras al caer son una línea fina y pareja en el
suelo.
Desde "El Mirador" yo veo que
las aves no se atreven a posarse en ellos. Porque ellas juegan a hacer el amor
en los techos viejos.
Ellas prefieren esos techos que tienen
las líneas torcidas y la curva del algún temblor en su cumbrera.
Que tienen crecidas hierbas entre las
tejas irregulares, restos de cañas y de colas de cometas.
Y quizá de lloros y suspiros de sus
dueños que viven debajo de sus sombras apacibles.
Fotosarte Pis@diablo y Archivo
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