Estimado
Víctor Hugo;
No podíamos estar tan indiferentes ante tal
desastre ecológico ocurrido en nuestra País. Muchos ciudadanos tan Peruanos
como nosotros, nuestros hermanos de las Comunidades Indígenas de la Selva
vienen hilando sus días derramando lágrimas negras. Se escuchan los gritos de
las raíces arrancadas, los llantos de las aves que ya no vuelan y tantos peces
muertos sin saber porque.
Un abrazo
Daniel Cubas Romero
EL BOQUICHICO
Daniel Cubas Romero
Los
sedimentos del fondo del río Chiriaco, se agitaron como si presintieran que
algo malo iba a suceder. La turbidez no era la misma que solía haber en las
orillas y los vientecillos ya no conversaban con los ramajes de los árboles que
remojaban sus hojas en sus aguas color tierra.
El
Boquichico gustaba nadar entre lagos, lagunas, arroyuelos y ríos. En este
último se desplazaba juguetón, alimentándose del plancton que tanto gustaba y
al comprobar que sus escamas se hacían cada vez más lisas y plateadas del color
de la luna, se sentía un pez engalanado, dejándose llevar por la corriente de
las aguas del río. Siempre con sus aletas garabateaba en el fango, un nombre
inventado por los humanos, lo habían bautizado como el PROCHILODUS NIGRICANS.
Ello le generaba mucha gracia, como gracia incontenible al esquivar
astutamente, los anzuelos lanzados con displicencia, devorando sigilosamente la
carnada con sus labios a modo de ventosas, con sus dientes córneos movibles.
El
Boquichico era dueño de las situaciones, entre el cardumen que solía
desplazarse en sinfónico nado, dibujando en las profundidades remolinos para
atrapar moluscos pequeños. Pero cierto día un vientecillo se lanzó a las
profundidades de las aguas para advertirles del gran peligro que se aproximaba.
Eran
las sombras de la muerte que bajaban por la Quebrada de Casha Caño. Eran
manchas negras desparramadas, era el petróleo con sus olores esparciendo muerte
a la naturaleza, que rápidamente cubrió las márgenes del río, dejando sin respiración
a la flora y fauna.
El
Boquichico quiso convertirse en esos momentos en ave y poder volar, pero las
aves de la riberas del río Chiriaco tenían las plumas envueltas de petróleo y
los picos abiertos como preguntándose, a quien pertenece esta muerte que ellos
no conocen.
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