CAPULÍ, VALLEJO Y
SU TIERRA
Construcción y
forja de la utopía andina
2015 AÑO
DE LA DEFENSA DE
LA VIDA Y DEL PLANETA TIERRA
28 DE FEBRERO
MANIFIESTO EN TORNO A LAS PUERTAS
FOLIOS DE
LA UTOPÍA
ELLAS NOS VIERON PARTIR
Danilo Sánchez Lihón
1. Oh, las puertas
tan ingenuas
Así como los tejados de los pueblos andinos debemos defenderlos, así
también las puertas de sus casas hechas de madera de aliso, cedro o eucalipto,
que se abren en dos hojas y se estrechan como en un abrazo. Con jambas que se
acoplan y juntan lo paneles y que llevan arriba un dintel y abajo un umbral,
pintadas de colores como el verde esmeralda y el añil cielo que destacan sobre
el enjalbegado de las paredes blancas.
Como igualmente salvaguardemos los portones que son más altos, anchos y
gruesos, en uno de cuyos costados se abre una puerta pequeña de uso doméstico,
y las dos hojas grandes únicamente cuando van a ingresar las acémilas o en las
grandes fastos que acontecen en todo hogar y familia, confeccionados en las
carpinterías que se extienden por los cuatro barrios de la ciudad.
¡Oh, las puertas tan ingenuas e inocentes y a la vez tan hondas y
solemnes! De ellas se ha dicho algo muy grave: que nada es puerta hasta que un
muerto no salga por ella. Pero en el fondo este decir no quiere expresar que
alguien tiene que morir para que sea puerta, sino que hay que verlas seriamente
como ellas en verdad lo son.
2. Velan
insomnes
Porque, ¿qué es una puerta? Por su puesto que no es solo algo por donde
se entra o se sale. En ese caso mejor sería que no hubiera puerta sino solo
vano, hueco, o vacío. Por eso, ella es mucho más.
Porque puerta no es por donde uno pasa sino donde uno se queda parado y
llama hasta siempre y por siempre, con lo que queremos significar que toda
puerta se erige contra el vacío. No es en realidad una divisoria entre lo de
adentro y lo de afuera sino entre el ser y la nada.
De allí que haya la puerta cerrada y la puerta abierta, la puerta que se
recuerda y la puerta que olvida, en donde una corona de espinas o de azahares
son sus armellas y aldabas.
Y es también la puerta el lugar desde donde nos hemos despedido. De allí
que las puertas tienen rostro, ojos, palabras. Lo único que les falta es
lengua, por eso no hablan y solo callan y permanecen en silencio.
En realidad son madres, padres, abuelos y abuelas siempre de pie
esperando el regreso. Son guardianas que velan insomnes.
3. Llegar
siempre
Las puertas están de pie, soportando los adobes que se tuercen, ladean y
resbalan en los muros que se dejan vencer casi siempre de pena. Las puertas
resisten más porque de ellas sí nos despedimos, aunque desde entonces
permanezcan desportilladas y ojerosas.
Puertas de la noche y del día que amanece; porque todo amanecer recae en
las puertas, como todo atardecer es en sus maderos que reposa dicha inmolación,
naufragio y holocausto.
Ellas nos ven padecer, tienen ojos y memoria que se alivia con el
recuerdo del follaje y el rumor del viento cuando fueron árboles enraizados o
bien en una cumbre, en la ladera de una colina o en una profunda cañada.
Es en las puertas donde se muere, porque no se fenece en una cama ni
sobre una mesa sino ante una puerta, porque es de ella de donde no quisimos
irnos nunca. O es hasta ella a donde queremos llegar siempre.
4. Abiertas
al paisaje infinito
Conservemos nuestras puertas de madera. y no las cambiemos por puertas,
ventanas y balcones de fierro, soldadura y lata.
¡Seamos sensatos! No reemplacemos la puerta que da a la calle, por otra
de rejas, barrotes y vidrio, igual que en las barriadas de las ciudades
costeñas.
Tampoco reemplacemos los viejos portones por puertas enrollables
de calamina corrugada.
Seguramente cuestan menos. Aunque frente a este argumento, hay que
preguntarnos: ¿Se puede vender nuestro espíritu? ¿Se puede vender nuestra razón
de ser en el universo?
Conservemos nuestras ventanas de dos o más hojas abiertas al paisaje
infinito.
Y los balcones de antepecho hacia los cuales se dicen las serenatas, que
por ser de madera resuenan mejor con el acorde de las guitarras y hacen del
nuestro un pueblo idílico y conmovedor.
5. Pueblo bello,
tierno y glorioso
Que el mundo que leguemos a nuestros hijos sea el mismo mundo cálido,
acogedor e íntimo que recibimos nosotros.
No claudiquemos llevando puertas ensambladas en Trujillo o en Chimbote,
con vitroven y ranuras metálicas. ¡Qué traición a lo nuestro!
Así, ¿podrán sostenerse las carpinterías aldeanas con el aroma de los
maderos fragantes?
¿Y traídos de los bosques de Paibal, Aguiñuay o La Colpa?
Que cada día las casas no se asemejen más y más a cárceles y tumbas, por
ser frías y desalmadas.
Si no, ¿dónde encontraremos el temblor de las manos de la gente que se
ha ido?
Santiago de Chuco debe conservar su identidad de pueblo bello, tierno y
glorioso.
6. Una lágrima
escondida
Conservemos aquella identidad que nos liga tanto a la poesía de César
Vallejo, cuando dice:
Pena un frágil aroma de aguacero.
Están todas las puertas muy ancianas,
y se hastía en su habano carcomido
una insomne piedad de mil ojeras.
Yo las dejé lozanas;
y hoy las telarañas han zurcido
hasta en el corazón de sus maderas,
coágulos de sombra oliendo a olvido.
La del camino, el día
que me miró llegar, trémula y triste,
mientras que sus dos brazos entreabría,
chilló como en un llanto de alegría.
Que en toda fibra existe
para el ojo que ama, una dormida
novia perla, una lágrima escondida.
7. Identidad
de pueblo andino
Y valoremos lo que es cultura. Porque por nuestra cultura es que valemos
en el mundo.
Y no solo porque es sugestiva, sino fundamental para solucionar los
problemas pendientes en el desarrollo de nuestro pueblo.
Porque en la medida en que seamos un pueblo con niveles avanzados de
cultura y asunción de valores, seremos una comunidad más protegida y mejor
alimentada.
Con cultura tendremos actitudes más dispuestas para acceder a la ciencia
y a la tecnología, a fin de solucionar nuestros problemas y ser capaces de
utilizar el inmenso potencial físico y biológico existente entre nosotros.
Y en esta perspectiva, lo primero que tenemos que cuidar y salvaguardar
es nuestra identidad de pueblo andino.
Y porque es mil veces preferible tener un mundo propio aunque ignorado a
tener una intimidad enajenada.
*****
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