CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
8 DE NOVIEMBRE
DÍA MUNDIAL DEL URBANISMO
FOLIOS DE LA UTOPÍA
NUESTRA
IDENTIDAD Y PATRIMONIO
que nada vale
tánto
como una gran raíz
en trance de otra!
César Vallejo
Danilo Sánchez
Lihón
1. Razón
de ser
Los pueblos donde nacimos son nuestro patrimonio y
constituyen nuestra identidad más preciada.
Deben ser por eso inalienables.
Defender su fisonomía propia, original y genuina,
es proteger su esencia, su entraña y su alma, sin lo cual no somos nada.
No se puede por tanto derrumbar en ellos un muro,
una ventana ni extraer una teja, una armella o una voluta sino más bien
salvarlas.
No se puede en ellos cambiar el nombre de sus
calles sino ahondar más en su significado.
No se puede sustraer una moldura, un adoquín o un
azulejo sino hacer que luzcan mejor, ni siquiera deshacer el mandoble de un
balaustre sino sujetarse más a él.
Ni siquiera una piedra puede ser menoscabada; menos
desgajado de cuajo un balcón, una ventana o un alero.
2. Encima
de los muros
He aquí una casa antigua, añeja, con paredes de
adobe enlucida de blanco ya desteñido por los años. Sobresale el techo de
maderas amarillentas, ojosas y ya cimbradas por el tiempo.
Unas tejas ocres ya ladeadas que han
contemplado arremolinarse los nubarrones previos a las tempestades se sostienen
obstinadas.
Las macetas prendidas a los pilares, ¿cuántos
amaneceres y crepúsculos han contemplado, como también despejarse las nubes en el
cielo azulino del mediodía?
Hay encima de los muros abandonados un estallido de
flores que son buganvillas escarlatas recortadas sobre retazos de nubes blancas
y al lado campanillas de un intenso amarillo. Y estas espadañas que han visto a
la luna y al sol haciendo cada día su curva serena por el firmamento.
Y estas puertas descolgadas, oblongas y sin que
cuadren bien, que no son ni lineales ni perfectas, sino desvencijadas y echadas
a un lado como es la vida, no solamente son bellas y de una hermosura sin par,
como lo son estos ventanales vetustos.
3. Son
blasones
¡Todas estas son presencias venerables, hieráticas
y sagradas!
Debemos conservar de ellos su estirpe de pueblos
nobles, de prestancia sin par y de raigambre sin límites que se hunde en el tiempo.
No eliminemos ni el tiempo ni la historia ni las
tradiciones impregnadas en ellos porque son blasones.
Ello no quiere decir que nos opongamos al
desarrollo y a las obras que se deben hacer. Eso sería insensato.
Pero hacer obras por hacerlas no es un argumento
convincente, porque muchas se hacen para engañar y hacer posibles malos
manejos.
Mucho más si se ponen en lugares inadecuados, sin
amplitud ni vías de acceso y en terrenos no recomendables.
Hay que hacer obras bien hechas, bien ubicadas y bien
concebidas. Y transparentes en su ejecución.
4. La
consigna
Tampoco es desarrollo abrir calles destruyendo
monumentos históricos para hacer tiendas.
Mucho más en ciudades que valen por ser pueblos
testimonio de la vida de hombres legendarios, como es la villa donde naciera un
poeta universal
Lugares así por conservar su identidad atraen a la
industria y al sector más contundente y propulsor del desarrollo como es el
turismo cultural.
No convirtamos entonces los pueblos andinos en
barriadas, ni en la peor expresión de un suburbio, imitando construcciones
foráneas.
No los troquemos en tugurios desalmados ni
construyamos casas de lunas polarizadas como cubos inhumanos.
¡Esa es la consigna! ¡Ese debe ser el juramento!
5. El espíritu
de los cerros
El Perú es un país único y significativo por su
identidad. No estropeemos lo mejor que somos y tenemos.
Nuestros pueblos del interior del país son
conmovedoramente hermosos. Son diamantes en el alba.
Son el legado excelso y silencioso de nuestros
antepasados, que aún nos protegen.
Son el espíritu de los cerros que aún nos redimen.
Y lo que es un legado se valora, lo que es un
recuerdo adorable se conserva, lo que es una herencia se atesora.
Y se defiende hasta con la vida.
Tampoco se trata de mimetizarse en el pasado.
No es el sentido inmovilizarse en una arcadia. No
es el fin permanecer inertes.
6. Sin alterar
la esencia
Sería desquiciado no cambiar nada. ¡Al contrario!,
cambiemos mucho y pronto.
En primer término, cambiemos la actitud indolente e
ir a reconstruir nuestra casa nativa.
Inclinémonos reverentes a adorar y recoger sus
piedras que están regadas por el suelo.
Volver a escuchar el trino del zorzal en el tejado
y su mensaje de esperanza.
¡Y hay que mejorar!, que es el mejor cambio.
Hacer que todo luzca mejor, pero sin alterar la
esencia ni la raíz primigenia que nos da sentido frente al mundo.
7. Se
vuelve
Y yo les digo con el corazón en la mano:
Hay un tema pendiente en nuestras vidas cuál es el
de retornar a nuestros pueblos de origen y encontrar allí lo perdido.
Sin eso no somos nada.
Es más: sin eso no podemos morir. Morir antes de
regresar sería cobardía.
Sería quedarnos a deambular por siempre y como
almas perdidas.
Y en pena por las calles sin que ninguna sea
nuestra calle. Y sin casa porque la casa verdadera será siempre la casa en que
nacimos.
Olvidarnos sería no tener tumba digna y apacible.
Sería ser parias en la muerte infinita.
Mucho peor que cualquier forma y expresión que se
conozca de ser parias en la vida es ser parias en la muerte, y ello ocurre si
no se vuelve allí donde se naciera.
*****
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