Recuerdo las tardes de otoño, cuando aspiraba el hervor
de nuestros enojos de jóvenes enamorados.
Andariego iba musitando mis penas, llevando mis lamentos al fogón,
cocinando un caldo salobre y de mal gusto.
de nuestros enojos de jóvenes enamorados.
Andariego iba musitando mis penas, llevando mis lamentos al fogón,
cocinando un caldo salobre y de mal gusto.
Otras veces dejaba dormida la pena, envuelta
entre mantos grises,
entre los biombos silenciosos de telas sueltas.
Corría a tu búsqueda. para saciarte en besos y caricias largas
tú siempre me esperabas como capulí floreciente y refulgente.
entre los biombos silenciosos de telas sueltas.
Corría a tu búsqueda. para saciarte en besos y caricias largas
tú siempre me esperabas como capulí floreciente y refulgente.
En esta callecita de antaño donde
muchos amores florecieron,
respiro estos aromas del ayer en el atardecer de mi vida.
Sé que este camino me lleva a los dulces sueños que supimos trenzar
con hebras de amor, filamentos de nuestros nombres encarnados.
respiro estos aromas del ayer en el atardecer de mi vida.
Sé que este camino me lleva a los dulces sueños que supimos trenzar
con hebras de amor, filamentos de nuestros nombres encarnados.
Donde las nubes bajas pasaban y rozaban las barandas de tu balcón
tus macetas de Dalias y Geranios invadían la callecita con tu perfume.
Tu sombra la tengo envuelta entre mis sentimientos que palpitan
como queriendo dejarse caer jadeante y alegre sobre el césped.
He detenido mis pasos para saborear
el goce del recuerdo.
Contemplo mis correrías de niño perseguido por mi perro Garden
fiel a las travesuras, sus ladridos de bienvenida y escondites.
Contemplo mis correrías de niño perseguido por mi perro Garden
fiel a las travesuras, sus ladridos de bienvenida y escondites.
Sol que no conoce a la noche, noche que no conoce al sol,
yo me encargo de contarles que en una de las esquinas
aún perdura en las paredes de adobe tu nombre de niña y el mío.
N. de E.- Hermoso
recuerdo sobre nuestra tierra San Miguel. En la fotografía aparecen los
señores: Prof. Miguel Lingán Castro y Contador Edgardo Hernández Herrera,
quienes duermen en sueño eterno gratificados del lar nativo, personas de bien,
entusiastas del progreso de su tierra. Al lado derecho de ellos, nótese esa
puerta grande, era la que daba acceso al recordado e inmortal Teatro
"FÉNIX" de San Miguel, de tantas hazañas y recuerdos mil. Gracias
Daniel.
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