Saturday, February 07, 2015

AÑAÑAU MI CARNAVAL / Aníbal Idrogo Barboza


AÑAÑAU MI CARNAVAL

Aníbal Idrogo Barboza

LOS PALLAQUINOS, animando el carnaval sanmiguelino

Tantos hermosos recuerdos llegan a la memoria en todos estos años, alejado de mi tierra por circunstancias del destino. Como recuerdo aquellos inolvidables carnavales, tan esperados por todo el mundo en especial para los muchachos, porque nos agrupábamos en las esquinas formando las famosas colleras. Era ya de costumbre,  todos deberíamos llegar con nuestra bolsa de globos marca payaso que por su puesto eran tan suaves y fáciles de inflar, pero de preferencia era la gruesa de globos marca águila, eran los mejores y ninguna venía fallada. Llenábamos con agua de 20 a 30  globos cada uno, lo metíamos a una bolsa plástica y salimos al combate carnavalesco.

Se imaginan éramos grupos con más 20 muchachos casi todos de la misma edad, en mancha caminábamos por las calles, con esa alegría inmensa que se apoderaba de nosotros, caminábamos hasta encontrar cualquier chica por esas calles aledañas a la Av. Perú, era una guerra contra una sola víctima. En realidad había mucho respeto tan solo buscábamos divertirnos eran tiempos de carnaval, así lo entendíamos. Todas las muchachas que venían acompañadas por sus padres no nos atrevíamos a mojarlos, porque bastaba la mirada de uno de ellos y mejor retrocedíamos.
Así ya por las tardes bien mojaditos con el cuerpo tiriteando de frio y los dientes de todos rechinaban al compás del carnaval, nuestra ropa pegada al cuerpo imposible de sacarnos nos decían tómense una copita de cañazo para abrigar el cuerpo unos vecinos junto a la casa de la señora Muquillaza. Nos divertíamos a lo grande, el tiempo no pasaba el aguacero que arreciaba, esas calles que parecían ríos caudalosos al filo de las veredas. Las pistas se unían al carnaval provistas de agua del cielo, los techos retumbaban con el granizo, las calaminas sonaban como derroblantes.
El carnaval era como jugar con la vida con el alma con el corazón, con la alegría, con las ganas, con las ansias, con el amor, con el sabor, con el gusto. Todos unidos en el carnaval, el agua, los muchachos, la lluvia, las calles y las hermosas mujeres que con solo verlos se nos escarapelaba el cuerpo el carnaval era una buena sintonía para dar paso al enamoramiento había una razón para hablar con ellas. No parábamos hasta dejarlas empapadas con la delicia del agua, que por su puesto era limpia, tan limpia como el manantial de sus ojos bajo el resplandor de su mirada.
Ya eran como las 6 de la tarde, deberíamos dejar las calles momentáneamente para que cada uno  pueda llegar a su casa a cambiarse de ropa. Nos despedíamos, no sin antes acordar en reunirnos nuevamente a las 8 de la noche en la conocida esquina de doña Meshe, esa señora nos odiaba tanto que no quería, pero ni toquemos su pared vivía sentada en su puerta husmeando que hablamos si por desgracia nos referíamos a su hija que por cierto era muy atractiva nos condenaba a muerte y nos corría a piedras.
Aun así, nos reuníamos a la hora acordada esta vez ya para cantar y tocar los instrumentos que cada uno se disponía a traer, que no eran muchas cualquiera podía cantar, cualquiera podía rascar la guitarra era de lo más simple, dos o tres enseñaditas y ya estaba uno tocando carnaval, su sonido profundo, su estilo único, su mágica algarabía nos estremecía el cuerpo, nos llenaba de ilusión y armonía. En carnaval todo vale, todo sirve, desde un balde viejo, un jarrón, una lata, que pueda generar un sonido y rápido se adapta a la típica música.
Luego de las 9 de la noche todos ya estábamos en la esquina entre la Av. Perú y Tarapacá en esos tiempos no había alumbrado público, apenas nos veíamos, pero lo que importaba era gozar, alegrarse, divertirse. En ese momento comenzaba las primeras coplas, los primeros sonidos, lógicamente que  se oía desarticulados, pero al rato ya sonaba al gusto de buen carnavalero.
Es allí donde acordamos los lugares que visitaríamos durante la noche y como ya era de suponerse los más grandes que tenían enamorada, proponían que deberíamos comenzar por allí, y al final llegaríamos a cantar las casas de los que éramos menores. Dispuestos a enfrentar la oscura noche y con la intensa lluvia, no disponíamos a caminar cantando:
Noche oscura tenebrosa,
préstame tu claridad,
para seguirle los pasos
a esa ingrata que se va.

Chicha quiero chicha busco
por chicha son mis paseos,
quien me diera un vaso de chica,
para apagar mis deseos.


Todos cantábamos, tan solo una guitarra vieja nos acompañaba. Yo escuchaba incasablemente me gustaba mucho el contrapunto y ese toquecito de las cuerdas. Seguíamos el camino entre pencas, retamas y eucaliptos hasta llegar a la primera casa, tal vez la enamorada de uno de ellos ya lo sabía o tal vez no, pero cuando ya estábamos cerca a la puerta cantábamos:

Aquí estoy porque he venido
porque he venido aquí estoy
si me muestran mala cara
como he venido me voy,

A veces demoraban en abrir su puerta que apenas lo divisábamos, porque todo era oscuro, nuestras miradas siempre a las ventanas para ver si prenden la luz y nos den una señal que nos atenderían eso siempre estaba en nuestras mentes esa era el costumbre, éramos jóvenes había derroche de energía y nos dejábamos llevar por nuestra algarabía, las inclemencias de la naturaleza no eran penas, sino parte de lo que nos divertía. 

Continuábamos con las coplas:

Sino no fuera carnaval
cuando me han visto llegar,
si es que me han visto llegar
pero no con mi guitarra.

Cuando de repente prendieron su lamparín, brotó una luz por la ventana de madera dividida en cuatro partes al poco rato se disponían a abrir la puerta, entonces mi amigo dueño de la enamorada se le apagaba la voz, porque sabía que vería al desvelo de sus ojos, nosotros calladitos sin despertar sospechas, porque nos correrían a palos si es que nos descubrían que entre nosotros estaba el galán de su hija, entonces seguimos con las coplas:

Dame permiso batiente,
para entrar para adentro
a darles las buenas noches
a los señores de adentro.

Alegremos esta casa
no por su merecimiento,
sino por la gente honrada
que están de puertas adentro.

 

Pasen, pasen, taititos, pasen, pasen papacitos, eran las palabras de la señora de la casa, tan atenta por cierto que apenas se habría sus ojitos, luego bajaba por la escalera de eucalipto un señor era el papá de la chica, se acercó con su jarra de chicha nos servía a vaso lleno. Comenzó el baile con mucho tino y pasos dobleteados haciendo vibrar el suelo de la sala, levantando las manos, agitando las serpentinas que nos rodeaban el pescuezo, nuestras caras parecían mascaras estaban pintadas de talco, nuestro pelo atascado de picapica.
Mientras cantábamos:

Bailen, bailen pues señores
bailen que les pagaré,
sin no quieren plata blanca
oro puro les daré.

Despierta bella dormida
que dormida no estarás,
atiende a tus carnavales
que después te dormirás.

Al momento bajó una hermosa jovencita, a mi amigo que era el enamorado se le fundió el corazón y no era para menos ella disimuladamente clavó sus ojos en él. Ya no podía ni rascar la guitarra de impresión y amor, se le desarmo el cuerpo, la guitarra dejo de sonar por un instante, no sabía qué hacer, nosotros elevamos la voz para darle una mejor entonación hasta superar el hecho el papá a todo momento aguaitaba a su hija y nos miraba a todos nosotros. Yo sentía temor de que los resultados fueran desastrosos, porque los padres en mis tiempos eran muy estrictos y celosos. Es por eso que los encuentros amorosos eran a escondidas y calladito aun en medio del carnaval.
Qué tiempos aquellos, encontrar los labios de una musa encantadora era toda una odisea y fuerte batalla que habría que librar con sus padres. Tal vez por eso el amor era más encantador, porque larga era la espera desespera y corto el tiempo que nos veíamos, eran citas de amor apasionadas. Eran mis tiempos, tiempos de amor y carnaval.
Las coplas tenían que estar de acorde con las circunstancias por eso en ese momento cantábamos:

Ven acá vidita mía
siéntate a lado de mí,
te contare mis trabajos
lo que he pasado por ti.

Qué bonita señorita
quien será su enamorau,
yo quisiera conocerlo
pa matarlo al maldiciau.

Blanca flor del alelí
que te ha contado de mí,
será lo que me aborrecen
por separarme de ti.
separarme no podrán
quitarme la vida sí.

Tan luego nos daban la chichita, vaso tras vaso, y el baile continuaba, para eso ya estaba en la mesa  cubierta como mantel un plástico floreado a un costado de la salita. Un mate de papas y un plato de ají con pepa de culantro más que suficiente tendríamos que guardar barriga para el resto de visitas.

Piquen, piquen jóvenes nos decía la señora. Las miraditas se entrecruzaban entre mi amigo y esa bella china, que tenía una carita como para sacarse el sombrero. No deberíamos despertar ninguna sospecha estábamos en el máximo peligro, eran aquellos tiempos respetábamos la casa, así estábamos formados, así fueron nuestros costumbres.

Una miradita de ilusión en un escape al tiempo era como alcanzar el cielo. Salimos agradeciendo la atención al carnaval, no importa en pleno aguaceral era parte de la alegría, los pasos de estos muchachos errantes era de alegría sinigual. 

Llegado el momento tendríamos que retirarnos cantando:

Chicha tengo yo en mi casa
por chicha no tengo pena,
vaya corazón mañoso
quiere tomar chicha ajena.

Vámonos compañeritos
vámonos que vengan otros,
que les hagan el cariño
como ha hecho con nosotros.

Así, nos despedimos de la casa, misión cumplida y salíamos guiados por los impulsos del camino, que nos llevaría a otro lugar, el carnaval es una continuidad sin límites, el tiempo duraba mucho la alegría era contagiante, en el camino nos encontrábamos con otros grupos unos de ida otros de vuelta. El barro era terrible, recuerdo que el trayecto yo perdí mi llanque en medio de un potrero, más arriba boté el otro y caminé a pie, sólo me quedaba reírme qué sentido tendría enojarme con quien y contra quien.

Ya muchachos sigan cantando les dije: en tono muy alto.

Para que mi dios haría
carnavales en febrero,
para andar en tanto barro
y en tantísimo aguacero.

Esta guitarra que tengo
no lo quisiera vender,
ni por oro ni por plata
solo por una mujer.

Pero no todo es perfecto siempre prima la palomillada. Recuerdo que esa noche llegamos a una casa cerca al cementerio habíamos caminado tanto para llegar hasta esa familia, casi todos teníamos heridas de las púas de las pencas de los caminos estrechos.

Yo tenía los pies destrozados por las piedras y el barro, entonces estuvimos cantando buen rato y no nos atendieron estábamos de cólera por la actitud de los dueños de casa, uno de los del grupo el más arrancado dijo: entremos al corral y saquemos una gallina y lo llevamos pal caldo,  me puse al frene y les dije que no, pero el resto dijo si, entonces nos abalanzamos por sobre la barda cubierta con paja, nos dirigimos a donde estaban los gallineros y en primera chapamos una.

Uno de ellos dijo: apriétale de una vez el cogote paque no grite, pero no había tiempo para tal decisión ya estaba en nuestras manos y salimos corriendo. Nos olvidamos de cantar por unos minutos.

Las horas estaban pasando levantamos la mirada hacia las filas y al fin la aurora nos estaba sonriendo dando inicio a un nuevo día.

Estábamos ya por el barrio la Esperanza, atrás de Santa Apolonia. Allí recién nos damos cuenta que no era una gallina, sino una china linda. Yo me dije: pucha madre, que risa para unos y que decepción para otros. En fin son consecuencias del carnaval, nos llevamos un buen chasco, pero fue divertido, aunque no era correcto, que se lo cobren al carnaval y que a la china linda le dejen libre volar.

Ahora ya más resueltos de la mala noche, no pusimos a revisar los instrumentos la guitarra sólo tenía dos cuerdas, así, estábamos tocando, pero mi amigo dijo: no se preocupen mi papá me compra, su papá tenía plata trabajaba en PERULAC, ganaba bien. 

 

Bueno pues ha llegado el momento de descansar un rato más tarde nos veríamos  para seguirle.

Llegué a mi casa, mis padres y hermanos aun estaban durmiendo, era de madrugada. Dirigí la mirada hacia la huerta de plantas de maíz que estaban hermosas,  el rocío sobre sus largas y verdes hojas se iluminaban como perlas ante los rayos del resplandeciente sol, las hojas de higo se movían al compás del viento, daba la sensación que quisiera hablar conmigo, como olvidar o dejar de mirar esa planta de manzana que yo mismo traje una ramita para plantarlo en la chacra y era de la casa huerta de los Mas Montoya ex hacendados de Cajamarca.

Pero me engrandecía ver las flores rojas y rosadas de mi jardín, eran unos geranios de ramas gigantes y hojas encartuchadas con su mirada tierna, esas  flores que  cultivé por tantos años,  fue como  la gracia divina de la naturaleza.  Incluso para proteger su hermosura y encanto tenía una fila  de achiras que en cuyas hojas escribía cada mañana o en un atardecer mis rabias y mis dolores.  

Bueno me dirigí a mi cuarto, me eché a dormir, escuchando los cantos  de las calles aledañas a mi casa, se oía cantar coplas de los otros vecinos que decían:

Diviértete corazón
no te des a la vejez,
mira que la juventud
no ha de volver otra vez.

Por esta calle derecha
dicen que me han de matar,
yo no le temo a la muerte
ni al cuchillo ni al puñal,
ni al hombre de vara y media,
ni al de dos varas cabal.

Dime si me has de querer
pa botarlo a mi mujer
y si no me has de querer
pa volverlo a recoger.

Pasaban los días de carnaval, tan pronto llegaría a su fin, entonces ya todos nos ponemos tristes, porque se acaba la alegría. Pero con la firme esperanza que el próximo año lo tendríamos nuevamente resucitado y lo volveremos a ver ingresar por las calles de la Cajamarca pintado de mil colores devolviendo la alegría a todos sus sucesores.  
Listos para ponerle más entusiasmo y le cantamos:

Qué bonito es carnaval
pal que lo sabe gozar,
porque se come y se bebe
haciéndonos que cantar.

No te vayas carnaval
quédate un poquito más,
si de deberás ya te vas
yo te sigo por tu tras.

Nunca olvidaré los corsos, las patrullas, las comparsas en el Hotel Turistas, los concursos de coplas y el desfile de reinas del carnaval en el Coliseo del colegio San Ramón en noches incansables.

La chicha del urpito del rincón, si bien es cierto que ya para mí se acabado las llegadas a tu casa es como reza el carnaval cajamarquino, aquellas tardes de invierno en el barrio Cumbe Mayo, al Barrio San José de los valientes, para chicha y para pan el Barrio San Sebastián. En si todos los barrios que rodeaban el centro de la ciudad se adornaban de lúcidos colores por sus calles principales dando auge y pleitesía a los dones que nos brinda el carnaval.

No quiero caer en la tentación de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, ya que fueron los hechos vividos y adaptados a la realidad del momento. Ahora otros gozan y mañana contarán sus alegrías o sus sufrimientos, porque el carnaval nos deja de todo, amor y desamor, alegrías y penas.

Junto al entierro de “ÑO CARNAVALON”, dejo en su tumba mis llantos, luego me dirijo a su yunza cuelgo mis esperanzas en sus ramas, escribo mis versos en sus frutos, lanzo un machetazo en el alma.

Así es el carnaval, para el chico para el grande, para el pobre para el rico, para todos hizo dios. Una copla es una vida, el verso es una inspiración, el contrapunto es el espíritu de una humilde canción.

Donde late un corazón,
el carnaval está presente,
si juegas con mi ilusión,
te sigo hasta la muerte

Tus ojos son dos luceros
del carnaval su ilusión,
tus labios son traicioneros
quieren verme en el panteón.

Por eso termino diciendo: “No te vayas carnaval quédate un poquito más”.




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