Victor
Hugo:
Hace
unos días Walter Lingan, nos hablaba, en brillante forma, de nuestro Demetrio
Cruz Quiroz Malca, Nuestro "POETA OLVIDADO" y hoy nos tocaría hablar
de "la Madre".
Me
hubiera gustado elaborar una crónica y tal vez con ella elevar mi plegaria al
ser que me dio la vida, o hablar del nada menos que excelente articulo
que hizo Walter; pero llega a mis manos este POEMA que siendo tan hermoso, tal
vez no ha sido entendido o interpretado, por las metáforas que el mismo
contiene.
Esta
vez no solo esta explicado si no que, además nos cuenta los momentos en los
cuales fue estructurado y le da más vida cuando vemos que en el, hay
expresiones propias de nuestra región norteña o de nuestra expresión popular...
" Di? Mamá"
Y nos
habla de La Madre
Yo creo que el olvido de los poetas un poco se debe al no conocer las metáforas
y el poco entendimiento que tenemos de los conceptos que en ellas se usan al
hacer POESÍA.
Recordando a mi escuela del año 1954 dejare dos líneas que a mi entender
encierran todo el concepto de lo que es MADRE
"Crisol de fe y de esperanza
Flor blanca de bondad y virtud"
Y, dejare que tus lectores "gocen" de la belleza literaria que
significa VALLEJO
Cordialmente:
PPgalvez
LA MADRE
EN CÉSAR
VALLEJO
Danilo Sánchez Lihón
1. Tahona estuosa
de aquellos mis bizcochos
En múltiples poemas, así como en páginas sentidas de su prosa, César Vallejo
evoca a su madre con amor entrañable. Hasta en su libro póstumo “Poemas
Humanos”, escrito meses antes de morir, a los 46 años de edad, empieza
diciendo:
Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio muy grande y
lejano y otra vez grande.
El poema XXIII de Trilce, publicado en 1922, está dedicado completamente a
ella. Y comienza así:
Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.
¿A quién se le ocurre expresarse de ese modo? “Tahona estuosa”. ¡Qué tal
arrojo! ¡Y qué manera de tratar con la poesía!
Porque, ¿quién lo entiende? De eso él no se preocupa. Había escrito en Los
heraldos negros: “qui potest capere capiat” que quiere decir: El que pueda
entender que entienda.
2. Absoluta
y cabal analogía
¿Arrogancia? ¿Capricho? ¿Soberbia?
No. Porque ya sea como sonido o ya sea como significado, madre es ciertamente
tal como él lo dice: “tahona estuosa”. Cabal para el sentimiento y el concepto
de madre.
Así como Dios, en puro sonido, es “¡ommm!”, madre en puro sonido es “tahona
estuosa”.
En términos semánticos, tahona es: casa en donde se hace y se reparte el pan; y
estuosa: íntima, cálida, abrigada.
Y la madre es eso: tahona estuosa.
Por algo dijo de Trilce:
“Sólo Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado en donde pudo
quedar yerta mi pobre ánima viva”.
– ¿Y gorgas? –pregunta un alumno mío de la Universidad de San Marcos–. ¿Qué es?
Y, ciertamente. ¿A quién se le ocurre llamar a los hijos gorgas? ¡Gorgas!, que
es alimento o comida para las aves. Y más concretamente de las aves de
cetrería.
¿Qué relación tiene el significado de esta palabra con los hijos pequeños de
una mujer? Creo que mucha. Toda. Absoluta y cabal analogía. Pero solamente a un
genio se le ocurriría encontrar esas correspondencias.
3. ¡Al fin
la vida!
Y así cómo introduce este lenguaje total, introduce toda la vida, su biografía
y su mundo.
Y su muerte.
Porque uno de estos hermanos que él menciona en el poema, y lo dice, ya está
muerto. De eso hacía cinco años, pues Miguel murió el 22 de agosto de 1915 y
este poema se escribió en 1920.
Y su madre también es occisa, murió el año 1918. Pero eso ¿qué importa? Aquí,
con Vallejo, se transponen la vida y la muerte.
Porque él conversa para adentro, para sí mismo, hablando de los insignificantes
que resultan trascendentes; de lo nimio, como gorgas que resulta inusitado, de
los cuatro mendigos que son él y sus hermanos pequeños.
¡Qué diferencia ¿no? con los grandes temas y con los autores con los cuales él
ahora se equipara!
Las batallas y los fastos de los dioses en Homero. El cielo, el purgatorio y el
infierno en Dante. El amor, la duda o los celos, en Shakespeare. La exaltación
de la vida y el mundo en Whitman.
En Vallejo lo que se encumbra sin perder su condición humilde es la vida
cotidiana, el hombre en sus funciones íntimas, como comer, ¡tan común y
corriente! Pero, ¡al fin la vida!
4. El mundo con madre
y sin madre
Y continúa:
En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.
Hay dos mundos entonces. Uno es el de la sala de arriba en donde totalizando el
día, en dual estiva, se repartían esas ricas hostias de tiempo que la madre
ofrenda en esa comunión del amor total.
Ese pan es sagrado, son hostias de tiempo que tú nos donas y entregas como
sacerdotisa del amor maternal.
Como aconteció en el mundo andino que fue destruido por mano codiciosa, aquella
que impuso el saqueo y después la usura, mundo aquel del cual fuimos expulsados
para habitar este otro en el cual somos reclusos y parias.
Ese pan generoso es oblación y es sagrado.
Tú lo diste, madre, y entonces es pan de amor, que ahora nos lo cobran.
Y es aquí donde se presenta la ruptura, lo quebrado y trágico: Y en vez de
hostias de tiempo son cáscaras de relojes, sea salario, tiempo falso, mecánico
o ajeno.
5. Tierna
dulcera de amor
Sin madre todo es distinto:
Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar...
Todo cambia cuando dice: “Madre, y ahora!”.
El pan se ha convertido en migaja que en vez de pasar se ata al cuello por
fuera. El pan nutricio se vuelve soga del ahorcado. En vez de pan para
alimentar ahora es cuerda que aprisiona.
Se cambió el mundo del afecto por el mundo sin madre, la cultura artificial del
lucro se entrometió. Las fórmulas de la usura y la especulación se impusieron.
El lenguaje de exaltado se ha tornado dolido, inhibido, no por los vocablos sino
por la inflexión y el gesto, por la manera de hablar, por el tono confidente,
de estupor y mohín. ¡Y pueblerino!
Y todo medido en relación a una función básica cual es el acto de alimentarse y
comer, de nutrirse.
La madre es bolo alimenticio, es bocado.
6. El pan
de la vida
En la primera instancia los bizcochos son dulces. En la segunda una migaja no
es que se atasca sino que se ata al cuello.
Y prosigue:
...Hoy que hasta
tus puros huesos estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor,
Así como en la poesía él llegó a lo real de lo real y a ser un poeta del dolor,
del hambre y la orfandad, así en el amor de la madre llegó al amor que se
traduce en pan.
La madre es harina. Pero también es el cuenco donde se amasa el pan dulce, el
bizcocho. Veamos: es el recipiente y la vasija, si no el amor no tiene forma ni
estructura.
La madre es contenido y continente, harina y utensilio, donde se pueda amasar
el pan de la vida y ser el horno que lo cueza.
hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.
7. Allí está
el mundo
Las figuras y metáforas son bucales u orales, también dentales y de la función
de comer. Y del tener hambre.
Pero luego sigue: “Tú lo viste tanto!”
¿Dónde? Tú lo adivinaste. ¿Dónde lo adivinó? “en las cerradas manos recién
nacidas”. Es decir en los signos, en el mundo cifrado y secreto de la mano.
Y aquí llegamos al enigma pleno y atroz, porque es en las cerradas manos de un
recién nacido que solo el secreto de amor de una madre los expurga.
Y otra vez estamos hundidos en el hecho cotidiano, inencontrable, salvo por el
bendito y secreto amor de madre puesto en lo pequeño e insignificante: los
trazos de una mano cerrada.
¡Oh atroz! ¡Oh desmesura! Fijarse la poesía, encontrar ella el secreto de todo,
en las cerradas manos recién nacidas.
¿Qué estará allí? Todo. Allí está el mundo en su totalidad el mundo pasado, el
presente y el futuro.
8. El alquiler del mundo
donde nos dejas
Tal la tierra oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Poema de lo propio y ajeno. Lo propio y auténtico si viene de la madre. Fuera
de ella es un mundo ajeno.
Porque el mundo de la madre es generoso, del desprendimiento total que ella
ampara, lo nutre, lo acoge y protege. Reino del puro amor, lo contrario es
ajeno donde todo nos cobran y tenemos que pagarlo. Es el “alquiler” del mundo.
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?
Es el poema del divorcio, del cambio desde una posición de generosidad hacia
otra de desamparo y de necesidad. Y él militó y entregó la vida por restituir
el mundo de la generosidad y la solidaridad humanas. Y se hizo paria, mendigo y
excarcelario en el mundo de la necesidad, de lo ajeno y deshumanizado.
De allí que sea este “di, mamá?”, abarcando con su sencillez exacerbada,
también una consigna para transformar la realidad construyendo un mundo mejor.