SAN
MIGUEL, TRADICIÓN Y SIGNIFICADO
Breviario histórico(*)
Breviario histórico(*)
Elmer Rodas Cubas
Desde tiempos inmemoriales, hasta la
conquista, el poblador de estas tierras padeció su historia y destino, dictados
por las fuerzas del hombre, encarnado en las más poderosas culturas preincas e
inca, y por el avasallante designio de las fuerzas de la naturaleza.
La probable existencia de un tambo real
en lo que es hoy la capital de provincia, su también pertenencia a un ayllu
dentro de lo que fue el Tahuantinsuyo, son historias comunes citadas por
diversos cronistas e historiadores, y son de las más antiguas. No existen datos
fehacientes anteriores respecto de su existencia o fundación, ni datos
detallados respecto a su importancia como centro político o administrativo. En
la profunda oscuridad del tiempo, eso es seguro, se ha diluido valiosa
información, también mitos y leyendas que jamás se podrán contar. Empero, a
pesar de ello, son numerosos los vestigios (restos arqueológicos en esencia) de
aquel transcurrir que se conservan hasta la actualidad, y que merecen ser
estudiados a profundidad, ello dentro del contexto que significó una historia
común y compartida con lo que en el Tahuantinsuyo fue Cajamarca.
Luego, como en toda nuestra patria,
padecimos una época marca-da por el arribo de los españoles movidos por una
ambición ciega y perentoria de riqueza y de poder; pero no estuvieron de paso
para luego marcharse: profundizaron aquí sus costumbres y esparcieron
diligentemente sus genes, hechos estos evidentes que han quedado en las
recalcadas costumbres advenedizas aun aquí vigentes algunas de ellas, y en la
intersección racial que distingue al poblador cajamarquino. Nunca fuimos un
centro de poder autóctono que de alguna forma hayan configurado características
propias hasta hoy perdurables, y que de alguna manera aún influyan
concluyentemente en nuestra vida; ergo, no se han conservado puras las raíces
étnicas ni culturales de nuestros antepasados indígenas, como sí ocurre con
algunos pueblos en nuestro país (centro y sur del Perú), por lo que, como lo
dijimos, nuestra cultura conserva manifestaciones propias de los forasteros.
Luego de deteriorado el tejido social
inca a manos de los ibéricos, se estableció una nueva sociedad malhadadamente
caracterizada por la subordinación del campesino y por la posesión de las
tierras en manos de los españoles al principio, luego de los mestizos y
criollos más poderosos. Así pues, en tiempo mucho más registrable, la
existencia de grandes haciendas y feudos, manifestaban la presencia concluyente
de este sistema en nuestro medio. Historias mil, anécdotas, referencias, etc.,
hacen de esta época una veta aun no explotada por historiadores y escritores,
período en que se fue forjando una visión de pertenencia e integralidad, época
de arribo de la modernidad, de la radio, el telégrafo, tiempo en que se
construyeron las primeras carreteras que poco a poco irían vertebrando lo que
sería nuestra futura provincia.
Implantada e implementada la Reforma
Agraria, aquel ciclo terminó con la reconfiguración de la propiedad agrícola y
con nuevas esperanzas de progreso y desarrollo.
Posteriormente, empoderado el campesino,
otrora servil peón, y ante el advenimiento de la modernidad a las ciudades
capitales de provincia, como San Miguel capital, se propició el inicio de la
migración del campo a la urbe. Institutos educativos, colegios, servicios de
salud, comercio, medios de comunicación eficientes, fueron las razones que
motivaron un creciente interés por la innovación y el desarrollo que las
capital de provincia ofrece. Y es allí que principió un nuevo e irreversible
proceso mediante el cual, los habitantes rurales emprendieron a poblar la
ciudad, y también las capitales de algunos distritos, convirtiéndose por ende
estos espacios en protagonistas cada vez más trascendentales en el escenario
provincial y regional. De esa suerte, los migrantes, ha ganado merecido
espacio, habiendo accedido inclusive muchos de ellos ostentar importantes
cargos públicos, o bien haberse convertido en los más importantes comerciantes
e inversores de nuestro medio, mientras que, los otrora aristócratas y
terratenientes del pueblo, con toda su descendencia, paulatinamente
emprendieron su retiro principalmente a ciudades como Cajamarca, Lima o
Trujillo, redefiniendo su realización.
Retrotrayéndonos en el tiempo, ahora
juzgando el devenir institucional, si podría caber el término, el ejercicio
político antes de la llegada de los españoles estaba dictado por los cánones
establecidos por la administración inca, modelo que fue variando luego de la
introducción de múltiples regímenes impuestos por los españoles durante el
virreinato y la colonia. Subsiguientemente, con la emancipación y la instauración
de la república, se fue introduciendo lentamente a estas tierras, nuevas formas
de organización política dictadas verticalmente desde la capital de la
república, proceso que hasta hoy se prolonga bajo el paraguas del modelo
democrático, ahora dentro de un contexto denominado descentralización. Así
pues, pasamos de ser aparentemente un tambo real, pertenecer a un ayllu, en la
época inca, a ser un distrito y una ciudad en los albores de la república, para
finalmente constituirnos en toda un provincia orgullosa de sí misma.
Un
factor identitario: la creación de nuestra provincia.
San Miguel, más allá de ser un pedacito
de suelo de nuestra patria, hoy más que nunca, se instituye como una sola e
incomparable entidad, compleja, diversa, variopinta, heterogénea, pero cuyos
elementos constitutivos apuntan básicamente a brindarle en el tiempo
autenticidad y legitimidad consustanciales en sí misma.
Su organización y consolidación como una
unidad geográfica con gobierno propio han sido el punto de partida para ello.
Es conocido por casi todos, ese largo y tortuoso camino para gestar lo que es
hoy esta unidad geopolítica, en el que intento tras intento, frustración tras
otra, por fin un 29 de setiembre, hace 50 años, se consiguió hazañosamente
dicho objetivo. Quepa entonces por ello recordar someramente el iter seguido
con ese propósito:
Ya entrada la República, el pueblo de San
Miguel estaba bajo la autoridad del Teniente Gobernador Felipe Roxas, quien
instala la primera mu-nupcialidad el 30 de Diciembre de 1821 de conformidad con
el artículo 3° Sección Segunda del Reglamento Provisorio. Se reunió la
ciudadanía para elegir a los miembros de la municipalidad de San Miguel de
Pallaques, ante una Junta Electoral presidida por el teniente gobernador, don
Felipe Roxas, e integrada por el venerable cura Manuel Antonio de La Fuente y
don Bartolomé Novoa. Como resultado de dicha elección, quedó constituida la
primera Corporación de San Miguel. Posteriormente el 28 de Enero del año 1871,
por resolución del Congreso Nacional, promulgada por el Presidente de la
República don José Balta, se le concedió el título de Ciudad.
Luego de ello, la Primera tentativa
tendiente a la creación de la provincia, (San Miguel como distrito pertenecía a
la provincia de Hualgayoc), fue tomada por el alcalde distrital don Evaristo
Novoa en el año 1876, quien gestionó la aprobación del proyecto ante el
Congreso Nacional, proyecto que como otros (el proyecto Leguía), no fue
aprobado.
Empero, en 1963, se formó una comisión,
quienes se constituyeron a la capital y realizaron con todo entusiasmo las
gestiones para la creación de la provincia, hecho que logró por fin se
promulgue el proyecto de ley en la Cámara de Senadores. En forma inmediata en
San Miguel, se realizó un cabildo abierto el 16 de diciembre de 1963, presidido
por el entonces alcalde el Ing. Benjamín Villanueva Novoa, donde se
constituyeron otras comisiones (una en Lima y otra en San Miguel). Estas,
trabajaron ardua-mente hasta que se promulgase la Ley de Creación de la
Provincia de San Miguel, Ley N° 15152, que finalmente fue promulgada en el
Palacio de Go-bierno por el Presidente Fernando Belaunde Terry el 29 de
Septiembre de 1964. Cabe precisarlo que la creación de la provincia de San
Miguel, se realizó con los siguientes distritos: Llapa, Niepos, Nanchoc y La
Florida, con una extensión de 1,800 Km2 y una población aproximada de 50,000
habi-tantes. Como es sabido, posterior a la creación de la provincia, se
crearon los distritos de Catilluc, Calquis, Tongod, Bolívar, San Silvestre de
Cochán, El Prado, Unión Agua Blanca y San Gregorio en mérito a la gestión de la
población de cada uno de estos espacios, tal cual el de nuestra provincia,
bus-cando promover su desarrollo.
San
Miguel, promesa y posibilidad.
El destino de San Miguel, a priori, no
necesariamente corre aparejado a la historia del país o de la región a la que
pertenecemos. No son muy conocidas, menos comprendidas algunas de las virtudes
de nuestra tierra. Más famosas son nuestras manifestaciones artesanales,
paisajistas, turísticas, etc. Empero, la privilegiada geografía con la que
cuenta nuestra provincia, la misma que se explaya desde amplias zonas en la
costa, hasta las jalcas más altas del norte de nuestra patria, es en
definitiva, la mayor riqueza que tenemos. Costa y sierra, pletórica en cumbres,
montañas, pampas, valles, cortada por ríos y quebradas que aportan a las
cuencas del Jequetepeque, Zaña, etc., su mayor cuota hídrica, perfilan y
delinean esta tierra más que promisoria. Por ser ello así, el desarrollo
productivo de esta hermosa vastedad geográfica, es en definitiva su mayor
potencialidad, a partir del cual se desencadenaría por inercia su desarrollo
económico, territorial, social, educativo, turístico, etc.
En efecto, nuestra tierra ofrece una
configuración geográfica muy variada, siendo los sectores bajos de un clima
cálido y seco (500 m.s.n.m.) y los sectores altos (sobre 4000 m.s.n.m) de clima
húmedo, frígido y lluvioso, exhibiendo cada sector características propias de
suelo y vegetación: en la costa, amplias zonas de cultivo que con proyectos de
riego, serían estas las áreas con mayor capacidad de producción agrícola y
ganadero de la provincia; en la sierra de escabrosa geografía, la producción de
plantas exóticas, yerbas aromáticas, flores, y la crianza de ganado lechero,
animales menores, y ya no solo cultivos de supervivencia, con un abundante
recurso hídrico que habríamos de gestionar mediante proyectos de cosecha de
agua en estaciones lluviosas, son la promesa de un desarrollo más sostenible; y
en las jalcas, amplios proyectos de forestación permitirán generar un
desarrollo más inclusivo.
Pero, a pesar de toda una serie de
limitaciones que hasta ahora padecemos, en San Miguel se está gestando de un
tiempo a esta parte una serie de acciones, que por su magnitud e importancia,
están acrecentando el intercambio comercial, y la mejora de los servicios que
otrora no existía ni en los más afiebrados sueños de los progresistas: la
sofisticación de la agricultura y ganadería, la implementación de redes viales,
y apertura de nuevos mercados, propician indefectiblemente, una mejora en
cuanto a la prestación de servicios básicos, y de otro tipo, asegurando una
mejor calidad de vida a los pobladores de nuestra tierra.
Es bueno entonces verificar que la
población dedicada a la agricultura de superveniencia ha disminuido
ostensiblemente, y ésta y sus descendientes, se hallen ahora dedicados a la
transformación de productos primarios, o se encuentren afinando sus métodos de
producción agrícola, mejorando sus pastos y la genética de su ganado; y es que
la modernidad ha llegado también al campo, y aunque paulatinamente, este es un
ca-mino invariable e indetenible.
Renglón aparte, precisa mencionar que
nuestra identidad cultural, en efecto, se halla ligada con la artesanía,
nuestros lugares turísticos, los paisajes, nuestras festividades, entre otros;
empero, es menester mencionar que este enfoque identitario deberíamos de
acometerlo a partir de una mirada que abarque todos los procesos que sobre la
provincia se desenvuelven. Y que es práctica percibir casi siempre a San Miguel
como la ciudad capital y máxime sus alrededores, no en su conjunto como
debiéramos; la ciudad es solo el centro político, y quizá comercial, pero,
siendo la zona rural, y los distritos que conforman el tramado provincial el
motor pro-ductivo, la razón que identifica a nuestra provincia ante el mundo,
es menester brindarle el peso específico que se merece.
Por ello, un gran paso para vislumbrar
nuestro único suelo es descubriendo nuestra tierra desde las chala ardiente en
donde se explayan los últimos arenales costeños en Bolívar y Nanchoc, pasando
luego por las amplias quebradas y contrafuertes que perfilan a La Florida y San
Gregorio, luego los bosques ancestrales y pasturas que dibujan a El Prado y a
El Agua Blanca, ascendiendo luego hasta las crestas verdosas cortadas por las
ver-tientes de ríos y quebradas de Niepos, San Miguel, Calquis y Llapa, hasta
llegar a las extensas invernas de Tongod y Catilluc, y a toda su gente que
sobre estos bellos espacios se despliega, contemplación que finalmente nos
permitiría descubrir no solo dos o tres lugares comunes, sino nuestras
virtudes, potencialidades y hasta nuestros problemas para solucionarlos en
conjunto como hermanos que somos.
* En el programa de
fiesta publicaron un artículo de mi autoría; inicialmente me lo solicitaron
para una revista que con motivos de las "Bodas de Oro" por la
creación de nuestra provincia iban a editar. En el programa de fiesta
recortaron dicho artículo (está incompleto, y carece de unidad), por lo que
reproduzco aquí la integridad del mismo, para quienes me lo solicitaron.
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